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DONES ESPIRITUALES DE LOS ANCIANOS

Aunque todos ancianos, por ser creyentes tienen algún don espiritual, ningún don en particular es necesario para ser anciano. Al examinar el modelo bíblico de ancianos que sirven como un equipo, podemos notar el primero de dos principios esenciales: que el propósito de los dones es el de complementarse unos a otros, mas no competir.

Y el segundo principio esencial es que el trabajar juntos en el liderazgo tiene su recompensa.  Existe fruto y gozo, pero también hay peligros. Las ideas erróneas acerca de los dones y la autoridad pueden ocasionar problemas graves cuando los líderes de iglesia cesan de servir y pasan a señorear. Sin duda, liderar como siervo es primordialmente cuestión del corazón. Quienes dirigen la iglesia deben entender que esa autoridad espiritual viene sólo de Dios, nunca mediante un don espiritual que se tenga. Conocer esta verdad en la teoría no es suficiente, debe ser hacer parte integral de vida de la iglesia. Al considerarlo a fondo podremos observar que los escritores del Nuevo Testamento nunca confunden los dones con el oficio. Los dones espirituales no son títulos y no traen incluida la autoridad para actuar. Dios levanta a los ancianos como “sub-pastores” (Hechos 20:28), y ellos son responsables ante Él (Hebreos 13:17, I Pedro 5:4). Aunque los dones espirituales son permanentes (Rom. 11:29) y hacen parte del derecho filial del creyente espiritual, las posiciones del liderazgo dependen de cierto grado de madurez del reconocimiento del comportamiento. Dado que la autoridad puede ser peligrosa cuando se concentra en una sola persona, la iglesia deberá ser dirigida por una verdadera pluralidad. Una de las provisiones de Dios para proteger a la iglesia de gobernantes autócratas es mediante una fraternidad a un mismo igual nivel de sometimiento a Cristo, sin títulos religiosos. Este concepto fue claramente enseñando por nuestro mismo Señor en Mateo 23:8. Pedro exhortó a los ancianos a no llegar enseñorearse sobre la grey de Dios (I Pedro 5:3).

Evidencias de su incorrecta utilización en la iglesia actual
Para muchas personas estas verdades son nuevas e incluso impactantes. En muchas iglesias, “el Pastor” es el oficial religioso que preside la iglesia. Quizás cuente con un cuerpo de ancianos, pero él es quien preside. Puede o no tener el don de pastor, pero el título hace referencia su posición. Aunque podamos tener gratitud por cada líder consagrado en la iglesia, cabe mencionar que en el Nuevo Testamento no encontramos un respaldo claro a la posición o cargo de “Pastor” en la iglesia, así como con ningún otro don, por ejemplo, “maestro”. Hay abundancia de ejemplos en cuanto a los peligros de una sola persona como autoridad reconocida en la iglesia.

Precauciones y salvaguardas
¿Qué pasos pueden dar los ancianos para proteger a la congregación local de los problemas de autoritarismo? Ellos deben conocer y esforzarse por aplicar el modelo del Nuevo Testamento para el liderazgo de iglesia, vigilando detenidamente cualquier señal de desequilibrio en el poder. La verdadera pluralidad se debe defender, asegurándose que ningún hermano tenga mayor autoridad que los otros ancianos, aunque cierto don pueda hacer más visible a algún hermano. Esto también debería mantenerse incluso si alguno de ellos está dedicado completamente a la obra mientras los demás están en trabajos seculares. Se debería fomentar una cuidadosa terminología. Se debe enseñar a los creyentes para que eviten usar los nombres de los dones espirituales como títulos. Por ejemplo, a veces pregunto a estudiantes jóvenes cuántas veces se encuentra la expresión “el Apóstol Pablo” en las Escrituras. Por supuesto la respuesta es ¡nunca!

Solemos escuchar la expresión “no tenemos ningún pastor”, queriendo decir que en la iglesia no contamos con una jerarquía oficial con ese título. Pero, dado que Dios ha provisto varios hombres, mujeres y jóvenes en la asamblea que cuentan con dones espirituales invaluables, más bien deberíamos exclamar que mejor que uno, tenemos ¡muchos pastores!, protegiéndonos así de elevar cualquier don a una posición o jerarquía autoritarias. Esto ayudará también a los creyentes jóvenes a que descubran y desarrollen sus dones, algo que hace parte esencial de la tarea de los ancianos.

Por Jack Spender

Adaptado de la publicación Apuntes para Ancianos

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