La traducción griega del Antiguo Testamento (LXX) utiliza esta palabra para gobierno u oficiales del templo (2 Reyes 11: 15; comparar con 2 Cron. 34: 17).
El Señor Jesús es llamado el “Pastor y Obispo (es decir, el Sobreveedor o episkopos) de vuestras almas” (1 Ped. 2: 25). Su vida se caracterizó por la disposición a ver por el bienestar de los suyos y velar contra el mal. En una ocasión lo vemos echando cambistas del templo. Esto ocurrió después de que el día anterior fuel al templo y “miró alrededor” (Mar. 11: 11, 15).
Ninguna palabra describe mejor la obra de los ancianos de la iglesia. Las dos primeras obras que consideramos (alimentar y liderar) fueron dadas para nutrir colectivamente al pueblo de Dios. La tercera y la cuarta son dadas para suplir lo que falte en cuanto a amonestación, para proveer una salvaguarda contra problemas internos (sobre viendo) y ataques externos (protegiendo).
Sobre ver: una buena obra
Aun cuando no debe actuar como un dictador (“como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado” 1 Ped. 5: 3), debe tener autoridad de parte de Dios para tratar los problemas que se suscitarán. Al escribirle a la joven iglesia de Tesalónica, Pablo exhortó a la congregación a “reconocer a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor”. Por otro lado, hablando con quienes lideran (aun cuando posiblemente aún no han sido reconocidos como ancianos) escribe: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal”. Con esto se da por sentada la autoridad que tienen los lideres para actuar. Esta autoridad viene de parte de Dios, pero debe ser reconocida por los miembros de la Iglesia, y es ese reconocimiento lo que provee la credibilidad para defender lo correcto durante las pruebas.
Algunos preguntaran porqué es necesaria esta función en un grupo que enfatiza el sacerdocio igualitario de todos los creyentes. Pues bien, así como Dios ha puesto diferentes papeles en la familia, también lo ha hecho en la Iglesia. Así como en cualquier familia, los problemas pueden surgir y la buena alimentación deberá balancearse con cuidado y disciplina. La nutrición y la amonestación se complementan. Ambas deben ser provistas con amor y no hay amor verdadero cuando falta uno o el otro.
La parte difícil de la obra del anciano
De esa manera, encontramos a los primeros ancianos (o apóstoles) confrontando el primer pecado público en la Iglesia (Hech. 5), tratando con la murmuración (Hech. 6), organizando un ministerio de cuidado (Hech. 11), respondiendo a una amenaza doctrinal (Hech. 15), siendo llamados para orar por los enfermos (Sant. 5: 14) y haciéndose cargo de tratar los problemas personales (Fil. 4). En otras palabras, ellos estaban velando por las almas de los creyentes bajo su cuidado (Heb. 13: 17).
Beneficios
Es cierto, “si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Tim. 3: 1).