Por tradición celebramos en estos días el nacimiento del salvador. En esta época seguramente estamos reflexionando en el año que está llegando a su fin, ¡vaya año! Quizás el más difícil para muchos, quizás el más triste, quizás el más confuso. No importa como haya sido tu año, o como lo hayas percibido, hay una verdad que subyace toda realidad y es que nada escapa a la bondad y la gracia de Dios. ¡A Dios el Covid-19 no lo tomó por sorpresa! Y ahora que estamos próximos a cambiar de año, es poco probable que las circunstancias actuales cambien y quizás muchos estemos preguntándonos cómo desempeñaremos nuestro ministerio el próximo año. Una pregunta que probablemente esté en las mentes de muchos hermanos en todo el mundo. Y aunque puede haber fórmulas, programas y estilos de ministerio muy interesantes o efectivos, debemos recordar que, en esencia, hemos sido llamados a apacentar el rebaño de Dios (1 Pedro 5: 2).
Al reflexionar en este principio y en lo vivido este año, veo que podemos desgastarnos pensando en estrategias o sistemas que de alguna manera “emulen” o se aproximen a lo que antes era la dinámica de nuestra iglesia, y en el proceso es podemos perder de vista lo esencial.
El llamado de Dios a los ancianos, a los líderes, a los pastores consiste en velar por el bienestar del rebaño, y esto se hace mediante relaciones personales cercanas, estrechas.
Por meses hemos estado luchando con cámaras, micrófonos y dependiendo las conexiones a internet, y me temo que en el proceso podemos estar perdiendo lo que significa ser iglesia, lo que implica ser la grey de Dios. La realidad es que por más que avance la tecnología hasta la fecha no he visto a ningún pastor (de ovejas) haciendo teletrabajo. Así como el pastor debe salir al campo a cuidar de las ovejas, a estar cerca de ellas, los hombres a quienes Dios ha dado la tarea de cuidar de su grey deben esforzarse por ir a las ovejas, por desarrollar relaciones cercanas, velando por su bienestar, orando, enseñando, animando.
Un querido hermano hace poco me hizo pensar en la carta que el profeta Jeremías envió a los cautivos que habían sido llevados por Nabucodonosor de Jerusalén a Babilonia (Jeremías 29). En esta carta el profeta expresó palabras que en su momento debieron ser desalentadoras para el pueblo. Ellos y los falsos profetas que había entre ellos soñaban y pensaban que ese tiempo de aflicción sería corto, pero Dios les dijo por medio de Jeremías:
“Construyan casas, y habítenlas; planten huertos y coman de sus frutos. Cásense, y tengan hijos e hijas; den mujeres a sus hijos, y maridos a sus hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplíquense allá. ¡No se reduzcan en número! Procuren la paz de la ciudad a la que permití que fueran llevados.
Jeremías 29: 5 – 7 (RVC)
No sabemos si nuestra realidad actual va a mejorar o va a empeorar, tampoco sabemos cuánto va a durar, pero hay algo que sí debemos tener claro: como iglesia de Dios debemos multiplicarnos, y aunque los números nos pueden ser útiles a veces, no nos autoengañemos creyendo que la cantidad de likes, la cantidad de vistas, o la cantidad de conexiones son un buen indicador de la salud de nuestra iglesia. El indicador real está en el crecimiento espiritual de cada miembro, y a medida que nuestra iglesia madure, se irá reproduciendo, se multiplicará.
El llamado a apacentar implica cerciorarse de que el rebaño esté tranquilo, en buenos pastos, junto a aguas de reposo, en un estado apacible que su tranquilidad no se vea alterada, así debemos concebir nuestro papel como ancianos, pastores y líderes de la iglesia del Señor. Pero todo esto solo se logra cuando nosotros mismos estamos habitando bajo las alas del Altísimo, cuando nuestra tranquilidad está en nuestro Salvador.
Ante la incertidumbre de lo que traiga el nuevo año recordemos nuestro llamado, desempeñamos nuestra labor y sobre todo cuidémonos a nosotros mismos, cuidemos nuestro caminar con Jesús. Tomemos tiempo para estar a solas con el Señor de modo que podamos ser intrínsecos útiles en sus manos para apacentar el rebaño de Dios.
Al reflexionar en este principio y en lo vivido este año, veo que podemos desgastarnos pensando en estrategias o sistemas que de alguna manera “emulen” o se aproximen a lo que antes era la dinámica de nuestra iglesia, y en el proceso es podemos perder de vista lo esencial.
El llamado de Dios a los ancianos, a los líderes, a los pastores consiste en velar por el bienestar del rebaño, y esto se hace mediante relaciones personales cercanas, estrechas.
Por meses hemos estado luchando con cámaras, micrófonos y dependiendo las conexiones a internet, y me temo que en el proceso podemos estar perdiendo lo que significa ser iglesia, lo que implica ser la grey de Dios. La realidad es que por más que avance la tecnología hasta la fecha no he visto a ningún pastor (de ovejas) haciendo teletrabajo. Así como el pastor debe salir al campo a cuidar de las ovejas, a estar cerca de ellas, los hombres a quienes Dios ha dado la tarea de cuidar de su grey deben esforzarse por ir a las ovejas, por desarrollar relaciones cercanas, velando por su bienestar, orando, enseñando, animando.
Un querido hermano hace poco me hizo pensar en la carta que el profeta Jeremías envió a los cautivos que habían sido llevados por Nabucodonosor de Jerusalén a Babilonia (Jeremías 29). En esta carta el profeta expresó palabras que en su momento debieron ser desalentadoras para el pueblo. Ellos y los falsos profetas que había entre ellos soñaban y pensaban que ese tiempo de aflicción sería corto, pero Dios les dijo por medio de Jeremías:
“Construyan casas, y habítenlas; planten huertos y coman de sus frutos. Cásense, y tengan hijos e hijas; den mujeres a sus hijos, y maridos a sus hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplíquense allá. ¡No se reduzcan en número! Procuren la paz de la ciudad a la que permití que fueran llevados.
Jeremías 29: 5 – 7 (RVC)
No sabemos si nuestra realidad actual va a mejorar o va a empeorar, tampoco sabemos cuánto va a durar, pero hay algo que sí debemos tener claro: como iglesia de Dios debemos multiplicarnos, y aunque los números nos pueden ser útiles a veces, no nos autoengañemos creyendo que la cantidad de likes, la cantidad de vistas, o la cantidad de conexiones son un buen indicador de la salud de nuestra iglesia. El indicador real está en el crecimiento espiritual de cada miembro, y a medida que nuestra iglesia madure, se irá reproduciendo, se multiplicará.
El llamado a apacentar implica cerciorarse de que el rebaño esté tranquilo, en buenos pastos, junto a aguas de reposo, en un estado apacible que su tranquilidad no se vea alterada, así debemos concebir nuestro papel como ancianos, pastores y líderes de la iglesia del Señor. Pero todo esto solo se logra cuando nosotros mismos estamos habitando bajo las alas del Altísimo, cuando nuestra tranquilidad está en nuestro Salvador.
Ante la incertidumbre de lo que traiga el nuevo año recordemos nuestro llamado, desempeñamos nuestra labor y sobre todo cuidémonos a nosotros mismos, cuidemos nuestro caminar con Jesús. Tomemos tiempo para estar a solas con el Señor de modo que podamos ser intrínsecos útiles en sus manos para apacentar el rebaño de Dios.
Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo.
Salmos 61: 2, 3