Por Chuck Gianotti
Todo anciano anhela que existiesen más personas con deseos de servir al pueblo de Dios en la iglesia local. No se requiere un título en teología para hacer dicha afirmación. Parece extraño, especialmente cuando Dios le da un valor tan alto al servicio. Ser anciano o diácono es ante todo una obra de servicio. Como tales, son ministerios importantes, a tal grado que Pablo presta atención especial a estos dos ministerios en 1 Timoteo 3.
Deseo de ser anciano
Hay tres razones posibles para desear ser un anciano: 1) un beneficio personal, 2) la presión ejercida por otros, o 3) un deseo espiritual. Aunque las primeras dos razones son evidentemente inapropiadas, 1 Timoteo 3 aprueba, e incluso justifica, el hecho de que un hombre “aspire” (La Biblia de las Américas) a hacer la obra de anciano. Al estudiar este versículo, debemos ser cuidadosos en prestar debida atención a ciertos hechos críticos.
1) Esta es una de las “declaraciones fieles” de Pablo (ver 1 Timoteo 1: 15, 4: 9, 2 Timoteo 2: 11), que éste emplea para enfatizar un asunto. En otras palabras, se puede confiar en que esto es una verdad. Mientras que es relativamente fácil reprender a alguien que desea la obra de un anciano como buscando poder, no podemos ignorar esta escritura. Casi puedo percibir el anhelo de muchos lectores diciendo: “Ojalá contásemos con más hombres que deseasen realizar la verdadera obra del pastoreo”.
2) Muchas versiones presentan la meta de esta búsqueda como el “cargo de obispo” o “cargo de sobreveedor”. Pero el griego no contiene el concepto de la palabra “cargo”. Pablo utiliza la palabra episcope, de donde la iglesia institucionalizada obtiene la palabra “episcopal”. La palabra en realidad enfatiza vigilancia, supervisión u observación. Puede utilizarse también en el sentido de visitación. Estas son funciones, no un cargo eclesiástico formal. Una traducción frecuente (y mejor) de esto en español es la de “sobreveedor”.
3) Pablo dice que la obra de un anciano es una buena obra. Se deduce que desear hacer esa obra también es algo bueno. Esto no va en contra del concepto de que es Dios quien levanta un anciano, y no que un anciano se levanta a sí mismo. En efecto, una de las maneras en que Dios levanta a una persona es implantando el deseo en su corazón. Salmos 37: 4 nos dice que Él nos concede los deseos del corazón si nos deleitamos en Él. Así que cuando un hombre vive una vida obediente y consagrada al Señor, y descubre el deseo de ser anciano, ¡eso es algo bueno y ha sido colocado allí por Dios!
No es bueno obligar a nadie a que sirva. Pedro instruye a los ancianos a ejercer el obispado “no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios” (1 Pedro 5: 2). Sin embargo, el Señor puede avivar la llama del deseo de algunos hombres, principalmente en aquellos en los cuales el Espíritu de Dios está obrando, si los desafiamos a considerar el ser ancianos mediante la relación con un mentor, proveyéndoles material de capacitación, y enseñando a la iglesia sobre el papel y el ministerio de los ancianos.
Lo interesante es que la palabra traducida como “buena” también puede traducirse como “hermosa”. Dios considera la obra de un anciano como del orden más elevado a sus ojos; en cierto sentido, le resulta “hermosa”. Los hombres deberían servir como ancianos porque es algo bueno y hermoso. Aunque a menudo puede resultar agobiante, el anciano piadoso se aferrará por fe al gran y maravilloso llamado que tiene en Cristo de pastorear la grey de Dios. Algún día el Príncipe de los pastores aparecerá para otorgar a sus pastores la corona inmarcesible de gloria (1 Pedro 5:4).
4) Ahora, este deseo de ser el sobreveedor que Pablo tiene en mente no es simplemente un anhelo pasivo, sino literalmente un “extenderse hacia, o aspirar a” la obra de sobreveedor. No es para perezosos que quieren ocupar un cargo de privilegio y poder. ¡No hay otra cosa que demande más a un hombre, que la obra de sobreveedor! Pocos comprenden la angustia, la frustración, la crítica, la decepción y el desaliento que enfrentan los ancianos. Se demuestra poca gratitud, y la profundidad de las luchas espirituales es sólo compartida por una minoría selecta. ¿Acaso es de extrañar que Pablo prosiga después de su afirmación con los criterios críticos para ser un anciano? Esto no es tanto una lista de cualidades para un cargo, sino más bien un calificador para el deseo de realizar esta obra. En otras palabras, si desea supervisar la vida espiritual del pueblo de Dios, ¡esto es lo que le demandará! ¡Esto es lo que va a necesitar! Tendrá que desarrollar la siguiente lista de rasgos de carácter, de lo contrario de seguro naufragará. En un sentido, esta lista contiene las “herramientas” para realizar la tarea de supervisar, y las características necesarias que usted y yo debemos perfeccionar, para que podamos ser buenos sobreveedores del pueblo de Dios.
5) Entendemos que este “obispado” (1 Timoteo 3: 1) está identificado con aquellos que son denominados “ancianos” (ver 1 Timoteo 5: 17, 19). El término “sobreveedor” enfatiza la función de supervisar, mientras que el término “anciano” identifica la madurez de aquél que realiza la obra de obispado, uno que es “mayor” espiritualmente.
Existe la posibilidad de que una persona realice gran parte de la obra de un anciano (en el sentido de supervisar el pueblo de Dios) sin haber sido reconocido como anciano. En realidad, todos los cristianos deberían cuidarse unos a otros de alguna manera (ver, por ejemplo, Gálatas 6: 1-2); aunque obviamente algunas personas tienen una mayor carga al realizarlo. El énfasis del Nuevo Testamento es que una iglesia saludable identificará a estas personas y las estimulará a trabajar juntas. Por ejemplo, el patrón normal de Pablo era de nombrar varios ancianos en cada iglesia que establecía (Hechos 14: 23). Y deseaba que trabajaran juntos como un grupo: por ese motivo se reunió con el grupo identificable de ancianos de la iglesia de Éfeso (Hechos 20: 17). Más adelante, se refiere específicamente a los ancianos en Filipos como un grupo identificable (Filipenses 1: 1). El hecho de que las Escrituras incluyan cualidades (1 Timoteo 3) y describan la obra de los ancianos (1 Pedro 5: 1-3), corrobora el pensamiento de que hay hombres que son reconocidos como ancianos y otros que no lo son.
La obra de los diáconos
En el mismo contexto de los ancianos, Pablo habla sobre los diáconos (1 Timoteo 3: 8).
1) Al identificar los criterios para el funcionamiento de diáconos y hacer referencia a ellos en Filipenses 1: 1, podemos inferir que los diáconos son un grupo reconocido de individuos. A medida que la historia de la iglesia se desarrolla en las Escrituras, lo que había sido un término bastante común (diakonos) para un siervo o camarero, pasó a utilizarse con un sentido especializado, como hemos utilizado la palabra diácono. Ésta es una de las dos palabras que Pablo le gustaba emplear para referirse a sí mismo (la otra es doulos, que significa siervo o esclavo). Esto habrá surgido de su deseo de ser un imitador de Cristo, quien se hizo siervo (ver Romanos 15: 8, Filipenses 2: 7). Mientras que todos los cristianos son llamados a servir, algunos son identificados como siervos o diáconos en un sentido especializado.
Si hubiese hombres con deseos de ser diáconos, “sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado” (1 Timoteo 3: 10). Las personas podrían servir en forma general sin tener las cualidades de un diácono, pero no podían servir como diáconos. Debe cumplirse con los criterios antes de que sea pertinente la designación de diácono.
2) Después de una lista de características de un diácono, Pablo indica dos resultados (3: 13) que hay al servir bien como diácono. Aquí se encuentra la misma palabra “bien” que fuera utilizada anteriormente, es decir, el servir bien es algo hermoso a la vista de Dios. ¡Tal diácono asciende a un lugar de alta reputación! La naturaleza paradójica de este versículo es obvia. El sendero a la exaltación es a través de la humildad, no a través de la autoalabanza. Mientras que la cultura que los rodeaba consideraba a un diakonos como una persona de baja condición, los primeros cristianos lo veían como algo codiciable. Un escritor de canciones habló de “ascender a la altura de la rodilla doblada”. Ser conocido como un verdadero siervo era la máxima ambición cristiana. No una falsa humildad, sino un siervo genuino que se sacrifica en servicio para otros.
¡Ojalá más de nosotros ascendiésemos a tan grandes alturas, que tomásemos nuestra toalla y nos lavásemos los pies mutuamente, imitando a nuestro Señor! Esto refleja el ejemplo de Cristo en Filipenses 2: 9-10, donde la exaltación sigue a la humildad. ¿Habrá algún elogio mayor que el Maestro le diga a uno de sus seguidores: “Bien, buen siervo y fiel”?
3) El otro resultado de servir bien como diácono es una gran confianza en la fe. Efectivamente, se requiere de una gran fe para servir bien, creyendo que la abnegación, el sudor y las lágrimas tienen un valor eterno. Ciertamente, servir bien implica un gran sacrificio, gran parte del cual nunca es observado por ojos humanos. Pero la fe ejercitada es fe fortalecida. Así que cuanto mayor el sacrificio, cuando es realizado en fe, tanto más es fortalecida la confianza de esa persona en Cristo, el verdadero Siervo.
En griego, la palabra confianza conlleva el sentido de “libertad de expresión”. En otras palabras, un verdadero siervo puede hablar confiadamente, es decir sabe de qué habla. Es un gran hombre aquél que da su vida para servir a otros, particularmente en la iglesia. Ha compartido el manto de servidumbre, un título que honró a Cristo mismo.
4) El funcionamiento de los diáconos está escasamente descrito en las Escrituras. Lo más cercano se encuentra en Hechos 6:1-6. En la iglesia primitiva la división de responsabilidades encontró su expresión en un grupo de hombres designados para organizar el servicio de las raciones alimenticias diarias a los necesitados. Si bien no se usa el término diakonos como un título descriptivo en Hechos 6, su tarea era más bien de carácter físico que un ministerio de la Palabra o de la oración. Parece razonable considerar esto como un prototipo de un ministerio del diaconado en desarrollo, que terminó formando parte de las enseñanzas de Pablo (1 Timoteo 3 y Filipenses 1: 1).
Sin embargo, ya que en las Escrituras falta una enseñanza directa sobre las funciones de los diáconos, hacemos bien en no ser excesivamente dogmáticos en nuestra aplicación. ¿Es posible que, en su sabiduría, Dios brindara poca información como para dejar a la iglesia libre para implementar el papel de los diáconos con una considerable libertad? Baste con decir que al parecer los diáconos debían involucrarse en los aspectos físicos y terrenales de servir al cuerpo de creyentes, mientras que los ancianos debían supervisar el ministerio general de la iglesia.
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