En nuestro blog anterior iniciamos hablando sobre el cambio y la verdad, y cómo la imagen correcta de la iglesia se ajusta a la de una familia. El liderazgo debe procurar un equilibrio entre lo espiritual y lo práctico, siempre procurando el bienestar de la congregación.
La conexión
Así que, ¿cómo vinculamos lo práctico con lo espiritual en la realidad para que no estemos simplemente utilizando palabras huecas? En el versículo 16 de 1 Timoteo 3, Pablo hace uno de sus frecuentes despliegues de teología pura. Para él, la conexión es tan obvia que no puede contener su alabanza. ¡Lo que reúne a los creyentes en una familia de Dios es una “confesión común”! Según lo sugieren algunas traducciones, es indiscutible aquello que Pablo va a decir. Así que prosigue diciendo: “Grande es el misterio de la piedad”. Por misterio no se refiere a lo desconocido. Fuera de la familia de la fe estas cosas permanecen enigmáticas en el mejor de los casos, pero para el cristiano son un descubrimiento y una delicia constantes. ¡Somos parte de la familia de Cristo, y esta verdad nos une como hermano y hermana en la familia de Dios!
¿Qué es lo que fascina a Pablo respecto de la piedad? Él escribe sobre la piedad de la encarnación, humildad, misión, salvación y glorificación de Cristo. Basta decir aquí que el ministerio práctico no debe estar divorciado de la piedad. Nuestro ministerio debe tener como meta el respaldar y promover la piedad. ¡Esto es lo que nos hace tan distintos de las organizaciones empresariales o sociales! Otra buena pregunta para formularse ante cualquier ministerio o cambio propuesto es esta: “¿De qué manera este cambio promueve o estimula una mejor comprensión, apreciación o experiencia de la verdadera piedad, tal como la encontramos en nuestro Señor Jesucristo? ¿Cómo ayudará esto a la gente en esta dirección?”
Pablo no dedica mucho tiempo a la conexión aquí, porque su propósito es más práctico que teológico. Pero es razonable hacerse la pregunta de cómo estas afirmaciones doctrinales sobre Cristo y la piedad se relacionan con el comportamiento práctico en la iglesia.
Con respecto a la primera línea, “manifestado en la carne”, podemos preguntarnos de qué manera un nuevo ministerio, o un cambio en un ministerio existente, podría ayudar a los creyentes a comprender o experimentar mejor la encarnación de Cristo. ¿Nos estamos comportando como Cristo en la manera en que promovemos nuestra perspectiva del ministerio? ¿La gente ve la similitud de Cristo, por así decirlo, encarnada en nosotros cuando discutimos, debatimos, disentimos y coincidimos?; ¿Un determinado ministerio o cambio nos ayuda a emular mejor a Cristo?
Sin dudas, Filipenses 2:1-8 puede aplicarse aquí, “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús…” (Filipenses 2:5 LBLA). Nuestra teología de Cristo haciéndose humano, provee el fundamento de la piedad en nuestra forma de pensar y comportarnos. Deberíamos permitir que Cristo ejercite su mente en nosotros. El mismo tipo de conexión se puede realizar con las otras cinco líneas del pasaje de 1 Timoteo 3:16. El punto de Pablo es que nuestra teología debe sustentar nuestra práctica y comportamiento.
Dado que efectivamente hay muchas decisiones sobre ministerios y sus estructuras sobre los cuales la Biblia trata específicamente, su conexión con la piedad en este pasaje nos afectará mucho, tanto que estaremos en mejores condiciones para efectuar decisiones sabias, espirituales y sensatas. Hacer cambios o aferrarse a las tradiciones tiene poco valor si están divorciados del fundamento de la fe y la piedad. Simplemente no hay promesa alguna asegurando la aprobación del Espíritu Santo. Por lo tanto, el éxito de un ministerio no prosperará o fracasará por las ideas o habilidades del hombre, sino por un ejercicio de la piedad.
Viceversa
El enfoque hacia lo práctico sin lo espiritual conduce a instituciones humanas más comparables con una empresa que con una familia. Sin embargo, enfocarse solamente en lo espiritual sin considerar sabiamente y con cuidado el aspecto práctico del ministerio conduce a la confusión y a la ortodoxia muerta. Es como elevar 1 Timoteo 3:16 dentro de la carta de Pablo y descartar el resto. Esa iglesia termina siendo una de dos cosas: una iglesia anterior a Hechos 6 sin un liderazgo sabio, o una iglesia de Éfeso en Apocalipsis 2 que ha “olvidado” como conducirse en amor.
Conclusión
La pasión de Pablo por una sana práctica de liderazgo está arraigada en las verdades centrales de la fe. Ambas son necesarias; y en el orden correcto. Si estas cosas son comprendidas correctamente, entonces la iglesia estará en libertad para modificar lo que sea necesario, sin soltarse de su ancla de la verdad. Es relativamente sencillo mantenerse fiel a la verdad, y es relativamente fácil realizar cambios a nuestra práctica. Pero es extremadamente difícil realizar ambas cosas. ¡No incurramos en el error de ir de un extremo al otro! Permanezcamos valientemente en las verdades inquebrantables de nuestra fe, y estemos dispuestos a adaptarnos para pastorear más efectivamente el rebaño de Dios que está bajo nuestro cuidado.
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