Es verdad el conocido dicho que dice que “la Palabra de Dios edifica la iglesia”. ¿Alguna vez notaste el interesante orden de los eventos en Hechos 6:7 donde se describe el crecimiento de la primitiva iglesia? Después de que el liderazgo decisivo resolvió un problema que amenazaba la paz y la salud de la obra, leemos que “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba…”. En otras palabras, el crecimiento de la iglesia era un resultado directo de la difusión de la Palabra de Dios entre el pueblo. Este es un mensaje para los ancianos de hoy.
En muchas partes la iglesia está anémica y decreciendo porque la influencia de la Palabra ha disminuido en gran manera. Mensajes superficiales y abreviados compiten con el entretenimiento en la iglesia. Como se profetizó, los predicadores pueden estar más preocupados en complacer a los oyentes (“comezón de oír” 2 Timoteo 4:3) que en presentar fielmente el mensaje cristiano con poder y sencillez. El triste resultado es algo común.
Los ancianos de la iglesia tienen la responsabilidad de proteger a la asamblea de estas tendencias. Sin embargo, primero ellos mismos deben estar convencidos del poder transformador que tienen las Escrituras, a través de las cuales la gente escucha, comprende y obedece. Este proceso es realmente la esencia del evangelio, y en consecuencia debe ser comprendido. Tres pasajes nos ayudan en ello.
Mateo 13
Los capítulos centrales del evangelio de Mateo describen una crisis durante el ministerio terrenal del Señor Jesús. Al ser rechazado por los líderes religiosos de la nación, encontramos varias cosas nuevas. El Señor comenzó a hablar de su muerte (16:21), por primera vez hizo referencia a la iglesia (16:18), y comenzó a hablar con parábolas (13:10). Cuando sus discípulos le preguntaron acerca de este nuevo método, Jesús les explicó que a ellos les era concedido conocer esos misterios, pero no a las multitudes (13:11). ¿Por qué diría esto?
La explicación es sumamente interesante, pero debemos leer los versículos 12 al 17 con detenimiento. Se hace una distinción entre ver y percibir; entre escuchar y comprender. Por ejemplo, compara la actitud de los profetas y los hombres piadosos del pasado que “anhelaban ver” (v. 17) con la gente de la época de Jesús como describió Isaías: “han cerrado sus ojos” (v. 15). Al rechazar la clara revelación de Dios, ahora han sido entregados a una ceguera legal y un corazón endurecido que no puede comprender la verdad.
En el versículo 18, Jesús les dice a sus discípulos: “Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador.” Esto no indicaba que estaba por relatarles la parábola, pues ya lo había hecho antes, sino que les iba a dar entendimiento acerca de su verdadero y más profundo significado, de qué se trataba realmente.
Aprendemos varias cosas de la explicación de Jesús acerca de la parábola: 1) El rechazo de la luz produce oscuridad. 2) El Espíritu de Dios no contenderá con el hombre para siempre. 3) Hay una manera de ver y de oír que son superficiales y no producen ninguna obra de Dios; ningún cambio en el corazón o en la vida.
Esto presenta el aspecto divino, pero, ¿qué de la responsabilidad del hombre en el proceso?
Lucas 8
Al ir al pasaje paralelo en el evangelio de Lucas, encontramos un detalle adicional que es provechoso. Después de relatar la parábola del sembrador, el Señor hace esta conmovedora declaración: “Mirad, pues, cómo oís”. (Versículo 18). Otra versión lo traduce “Por tanto, tengan cuidado de cómo oyen” (NBLH). Es decir, “¡presten atención a cómo escuchan cuando Dios habla!” Podríamos decir: “asegúrense de escuchar con el entendimiento”.
Dios hace responsables a aquellos que escuchan su Palabra por la manera en que la escuchan. El objetivo es comprender el mensaje de tal forma que pase por la mente y llegue al corazón, convirtiéndose así en una herramienta del Espíritu de Dios para transformar la vida.
Otro pasaje completa el cuadro al recordarnos cómo aquellos en liderazgo espiritual pueden jugar un papel importante en el proceso más amplio.
Nehemías 9
Después de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, en los días de la restauración de Israel de la cautividad en Babilonia, todavía era necesario algo más: un avivamiento espiritual en los corazones del pueblo. Consecuentemente, se describe un gran avivamiento en los capítulos 8 a 10. En pocas palabras, se reunió al pueblo, se leyó el libro de la Ley, y las vidas comenzaron a ser transformadas. Es particularmente importante el versículo 8 del capítulo 8. Notemos tres afirmaciones:
Primero, aquellos que leyeron la Ley de Dios, lo hicieron con claridad. ¡Cuán importante es la comunicación clara! Todo lo que impida la luz debe ser corregido. Toda distracción y voz que compita debe ser silenciada. La Palabra debe ser expresada claramente para que sea efectiva.
Segundo, leemos que le dieron el sentido, es decir, explicaron el significado de lo que leían. El objetivo no era la velocidad sino la comprensión, para poder responder a preguntas tales como: “¿Qué propósitos movieron al Señor a través de las cosas que habló? ¿Entendemos lo que estas palabras específicas significan; por qué se eligieron éstas y no otras?”
Tercero, hicieron que el pueblo entendiera la lectura. ¿Cómo se hace para que el pueblo entienda? Esta es una pregunta difícil, y debemos abordarla con reverencia más que con erudición. ¡Evidentemente trabajaron con tal claridad, con tal espíritu de paciencia y explicaciones provechosas, que se podría decirse que el pueblo no podía dejar de comprender! ¡No ha de sorprendernos entonces, que el avivamiento comenzara ese mismo día!
Conclusión
Hermanos, consideremos esto seriamente. Si el trabajo primordial de los líderes es alimentar al rebaño (Hechos 20:28) y si es verdad que la iglesia va a crecer a medida que avance la Palabra de Dios, entonces ¿qué aplicación y cuidado deben acompañar toda predicación y enseñanza de la Palabra? Difícilmente, el adversario presente una batalla más grande que la de oponerse a la Palabra de Dios que da vida, y a las vidas que esta transforma. Aquí hay algunas preguntas para estimular un debate sobre este tema:
- ¿Cuánto tiempo se dedica a la oración por el ministerio de la Palabra en la vida de la iglesia?
- ¿Cuál es el criterio utilizado para elegir a los predicadores que abren las Escrituras en su asamblea? ¿Se busca simplemente la disponibilidad o temas más profundos como ser don, convicción, credibilidad?
- ¿Qué esfuerzos se realizan para que los santos tengan acceso a todo el consejo de Dios; los libros extensos como así también los cortos; el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento también; las grandes doctrinas de la fe, y no sólo los temas favoritos?
- ¿Qué oportunidades tienen las personas de formular preguntas, aclarar malentendidos y obtener consejo acerca de aplicaciones para la vida que agraden al Señor? Tiempos informales de comunión, conversaciones individuales, visitación a los hogares de los creyentes, y reuniones de pequeños grupos durante la semana siempre son útiles para atender esta necesidad.
- ¿Los ancianos se preocupan por que la presentación de la Palabra tenga lugar en un ambiente que favorezca la debida atención?
- ¿Los ancianos consideran las maneras de construir “puentes” entre la enseñanza dada el domingo, y la vida y servicio del cuerpo de los santos durante la semana?
- ¿Existen oportunidades para agradecer y alabar al Señor por el progreso obtenido por la creciente influencia de su Palabra en la vida de la asamblea?
Se podrían formular muchas otras preguntas. Posiblemente podemos decir con Pablo: “Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo”. (2 Timoteo 2: 7) Así que, el crecimiento espiritual en el pueblo no es una cuestión del azar o la buena suerte. En efecto la Palabra de Dios edifica la iglesia. ¡Qué privilegio indescriptible para los ancianos “hacer que el pueblo entienda” las Escrituras! No deberíamos conformarnos con nada que sea inferior a esto.
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