Recientemente, durante un diálogo sobre el liderazgo en la iglesia, un joven hermano dijo lo siguiente, “Me parece que, si un hombre no puede confrontar, no puede ser un anciano”. Al considerar lo que él dijo, me ha hecho pensar porque a menudo vemos problemas en las iglesias que parecen prolongarse por mucho tiempo sin ser resueltos. Conforme avanzan los tiempos, los cristianos debemos ser diligentes en mantener cuentas claras con El Señor, y también con otros creyentes. Por un lado, el Señor va a volver; pero, por otro lado, en la Biblia las bendiciones están relacionadas con la unidad.

El diccionario define así el término confrontar: “ponerse cara a cara”. La idea es llegar a poner en claro un asunto, enfrentando una persona o una situación. Evidentemente, es tanto un arte como una virtud, en la que los ancianos deben ser expertos.

Una voluntad para confrontar dificultades

Al escudriñar las Escrituras, no es una exageración decir que una característica prominente de los líderes santos de la Biblia fue aquella voluntad que demostraron de confrontar a personas y situaciones difíciles, y de resolver los problemas. Un ejemplo brillante de esto en el Antiguo Testamento fue Moisés, el siervo de Dios. Guiando a más de un millón de personas por el desierto, Moisés a veces encontró que la carga del pueblo era demasiado y clamó al Señor. El Señor le dio esta instrucción: “Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo… y tomaré del espíritu que está en ti; y llevarán contigo la carga del pueblo…” (Números 11:16, 17). Al hacer esto, el Señor afirmó no sólo los principios sólidos de pluralidad y madurez en el liderazgo, sino que también defendió la prioridad de Moisés de confrontar y tratar con las necesidades y problemas reales de la vida cuando se presentan. Los libros de Éxodo y Números proveen muchos ejemplos de cómo se realizó, y las bendiciones resultantes.


La voluntad para confrontar a otros

Volviendo al Nuevo Testamento, notamos cuantas veces el Señor Jesús confrontó a la gente. Desde la limpieza del templo al comienzo de Su ministerio (Juan 2) hasta Sus palabras valientes ante Pilato (Juan 19), Jesús enfrentó el error con la verdad. En Mateo 18, dio los pasos sencillos por los cuales sus discípulos debían resolver los males que les fueran hechos. Después de Su resurrección, siguió este patrón al restaurar a un discípulo que lo había negado (Lucas 24.34; Juan 21:15-17). También, este relato de la negación de Pedro y su posterior restauración es conmovedor en su ternura y franqueza, y debe ser considerado por cada anciano.

Con la venida del Espíritu Santo y el comienzo de la iglesia, podemos observar la valentía de los líderes espirituales en cada página. Vemos a Pedro confrontando a Ananías y Safira (Hechos 5), a Esteban enfrentando a sus acusadores (Hechos 7), y a Pablo tratando directamente con sus opositores religiosos durante sus viajes (Hechos 13-28). La Biblia relata fielmente todo esto, incluyendo el reproche directo de Pablo a Pedro sobre la contradicción entre sus palabras y sus acciones (Gálatas 2.11-14). Considerando estos hechos, sólo podemos imaginar el daño a la iglesia si estos hechos no hubieran sido abordados y resueltos prontamente. ¡No resulta sorprendente que el primer libro de la historia de la iglesia, el libro de los Hechos, presente un cuadro de bendición y expansión de la obra!

En las epístolas, encontramos una rica enseñanza para los creyentes sobre este tema, puesto que los apóstoles dejaron instrucciones escritas sobre los principios en los cuales basaron su trabajo. En el mundo, “no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5.11). La iglesia debe contar con ancianos nombrados para mantener el orden. Entre otras cualidades, deben ser hombres que por la sana doctrina pueden “convencer a los que contradicen”, hombres que valientemente resistirían a falsos maestros “a los cuales es preciso tapar la boca” (Tito 1.9-11).

Confrontando con el espíritu correcto

Ahora bien; todo esto debe hacerse en un buen ánimo. El corazón de un pastor se entristece por el pecado, pero protege al rebaño. Los pastores saben que “el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2.24-26).

La confrontación no debe ser tardía

Hay que reconocer que esto no es una tarea fácil. A muchos no les agrada la confrontación y resisten el ser confrontados.

Sin embargo, debemos entender que la tardanza en reconocer y tratar con problemas, sólo agrava y dificulta la situación. Unas pequeñas chispas pueden crear grandes fuegos, al dejarse pasar el tiempo. El recuerdo de los hechos disminuye con el tiempo y de verdad se puede llegar a un punto donde la restauración ya no es posible. Por eso no debe sorprendernos que la Biblia advierte que la levadura (un poco de la maldad) crecerá, ya sea que se trate de asuntos morales (1 Corintios 5.6) o de enfrentar errores doctrinales (Gálatas 5.9). Sí, cuanto más esperemos, más difícil será la confrontación. Entre tanto, puede haber tensión y la obra puede sufrir por falta de unidad. Quizás el Rey David estaba tranquilo y contento antes que Natán le confrontara, pero en el Salmo 32.4 confesó, “Porque de día y de noche se agravó sobre mí Tu mano”.

La asamblea es una familia, un lugar donde debe brillar la gloria de Dios. Los ancianos sabios, usarán la sabiduría para distinguir entre las evidencias normales de una falta de madurez, y los peligros para la obra por el error o pecado deliberado. La vigilancia ayudará a identificar las señales de peligro (que a veces son sutiles) tales como temas siempre postergados en las reuniones del liderazgo, o la falta de unidad entre los ancianos sobre puntos básicos de doctrina o práctica. Podemos aceptar diferentes opiniones en asuntos de preferencia personal, pero en asuntos de doctrina o la dirección de la asamblea, no es aceptable. Un área especialmente difícil es la confrontación sobre problemas de personas allegadas, por ejemplo asuntos que involucran a parientes, personas adineradas, influyentes, o importantes en la asamblea.

Orando por valentía

¿Temblamos cuando pensamos en confrontar a alguien o a los problemas? Debemos recordar que los apóstoles oraron por valentía (Hechos 4.29, 31) y también pidieron oración a otros para tener valentía (Efesios 6.19; Filipenses 1.19, 20). ¿Qué nos puede motivar para actuar cuando sea necesario? El Señor dijo, “Yo soy… la verdad…” (Juan 14.6). Amar a Cristo significa amar la verdad, no sólo en su teoría sino en su aplicación a la vida. Los ancianos deben interesarse más en la justicia y la verdad, que por su comodidad personal y popularidad.
 

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Adaptado de APA

 

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Te invitamos a orar por el crecimiento de este ministerio y por que Dios provea los recursos necesarios para seguir sirviendo a su iglesia.

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