Al considerar la escena de Josué 1, trato de ponerme en sus sandalias y debo decir que yo estaría muy ansioso. Aunque la Palabra de Dios no nos describe cómo se sentía él, podemos deducirlo un poco por las palabras que le dijo Dios: “Mi siervo Moisés ha muerto ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo”.
El capítulo final de Deuteronomio 34 relata la muerte de Moisés y dice que cuando él murió, el pueblo lo lloró en los campos de Moab durante 30 días. Ellos nunca vieron el cuerpo de Moisés, ese fue un funeral atípico, con duelo con lamento, pero sin un cuerpo en un ataúd. Después de esos 30 días, Dios buscó a Josué. Y es un tanto inquietante la forma como inició la conversación. Creo que algo era obvio: Moisés había muerto, sin embargo, Dios sabía por qué le decía esto a Josué.
No sabemos cómo estaba, había estado a la sombra de Moisés durante los últimos 40 años, sin duda habían llegado a ser muy cercanos, pero, aunque sonara obvio lo que Dios le dijo, era necesario que Josué lo entendiera y lo aceptara. Muchas veces necesitamos que alguien nos indique la fría realidad con crudeza para que aceptemos y avancemos.
La muerte de Moisés debió impactar mucho a Josué, quizás seguía sumido en su duelo, o con la esperanza de volverlo a ver. Por eso Dios comenzó por la fría realidad: “mi siervo Moisés ha muerto”. Josué aquí debió deducir a dónde iba Dios con esa cruda y corta introducción: Ya era hora, ya era su hora. Ya había tenido su duelo, ya el pueblo había llorado a Moisés, era hora de avanzar… levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo.
Josué tenía al menos 58 años cuando relevó a Moisés. 38 años atrás había pasado ese Jordán junto con otros 11 hombres para reconocer la tierra. De los 12, sólo él y Caleb tuvieron la fe y la certeza de que Dios podía darles esa tierra, pero el pesimismo y la falta de fe de los otros 10 pudo más y desalentaron al pueblo haciendo que desconfiaran de las promesas de Dios. Temieran por sus vidas y las de sus hijos, y desearan volver a Egipto. Esa rebeldía enojó a Dios al punto de querer destruirlos, pero en su misericordia determinó que esa generación muriera en el desierto y que la siguiente generación tuviera los honores de entrar a poseer la tierra. A partir de ese momento transcurrieron 38 años, tiempo durante el cual Josué vio morir a toda su generación. Después de esto, y tras la muerte de Moisés, Dios visitó a Josué y comenzó con esas palabras:
Mi siervo Moisés ha muerto ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo.
Luego prosiguió a describir todo lo que Josué podía dar por hecho. La tierra les pertenecía, sólo debían entrar a poseerla, y en tres ocasiones Dios le dijo aquellas palabras con las que fácilmente asociamos a Josué: Esfuérzate y sé valiente, comenzando en el versículo 6, después, en el versículo 7 le dijo: Esfuérzate y sé muy valiente. Pero lo más interesante es cómo Dios lo expresó en el versículo 9: Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente
En otras palabras Dios le estaba diciendo: “Josué, por si no lo has notado, no te estoy dando un consejo ni busco levantarte el ánimo, te estoy dando una orden: Esfuérzate y sé valiente”
Acepta la realidad
Hoy muchos podemos estar como Josué, quietos, preocupados, ansiosos ante la realidad del mundo actual, específicamente pensando en cómo liderar la iglesia. Quizás tengamos muchas preguntas, dudas o preocupaciones. Quizás seguimos añorando el pasado, quizás seguimos esperando que todo vuelva a la “normalidad”, o quizás deseemos volver a seguir haciendo lo que siempre hemos hecho. Pero aquí debemos considerar las palabras de Dios a Josué “Mi siervo Moisés ha muerto” es decir, acepta la realidad.
No nos quedemos en el duelo y en el dolor. Si algo tenemos que hacer como iglesia es levantarnos y avanzar.
Josué ya era mayor, pudo haber dicho que esa no era tarea para él, o que no estaba capacitado, o que no le daba la talla a Moisés, no sabemos qué paso por su cabeza, pero Dios le dijo las palabras que él necesitaba escuchar.
El pueblo de Dios hoy debe ser esforzado y valiente. Dios nos llama a levantarnos y avanzar, no olvidemos que la victoria Dios ya la ha asegurado.
Cuidémonos de no liderar como aquellos 10 espías que no pudieron entrar a la tierra prometida. No nos atrevamos a desalentar al pueblo de Dios, no nos atrevamos a no tener fe, no dudemos de la bondad y la fidelidad de Dios. Sin duda enfrentamos adversidades, vivimos tiempos extraños y difíciles, pero la dirección ya la ha establecido Dios, la tarea es clara y el triunfo está asegurado.
Las dificultades hacen parte del plan de Dios y nos fortalecen, nos ayudan a conocer a Dios, a ver su provisión y nos convierten en sus instrumentos. La desobediencia de este pueblo les costó 40 años en el desierto, la desobediencia, la rebeldía, la falta de fe nos impiden avanzar. Por el contrario, la obediencia, la confianza en Dios nos hacen avanzar. Este es el momento histórico en el que la iglesia de Cristo debe levantarse y avanzar.
Encuentro tres lecciones que podemos aprender de esta escena en la vida de Josué:
La primera: Aceptemos la realidad (Mi siervo Moisés ha muerto).
La segunda: Levantémonos y avancemos (levántate y pasa este Jordán)
Y por último, recordemos que esfuérzate y sé valiente fue una orden, no un consejo.
Por Eduardo Nieto