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Eviten la desunión

Algunas parejas permanecen casadas con un gozo creciente en su relación. Otras parejas se disgustan, se pelean y luego se divorcian, creyendo que sus diferencias no tienen remedio. También hay parejas que tratan de suprimir sus tensiones y seguir conviviendo de un modo tolerable, pero con poco gozo. Las iglesias pueden comportarse de manera similar.

Como un buen matrimonio, los creyentes deben trabajar, no sólo para mantener la unidad, sino para también crecer en el gozo de la comunión los unos con los otros.

A veces las tensiones surgen a causa de errores doctrinales, que pueden tratarse espiritual o carnalmente bajo el disfraz de fidelidad doctrinal. Pero, al igual que en un matrimonio, la comunión de la iglesia local también puede verse estorbada por cosas “menores”. Conozco una iglesia que se jacta de su pureza doctrinal, pero viven con conflictos encubiertos que a veces surgen de un modo imprevisto. Por ejemplo, una vez la iglesia casi desaparece cuando, durante un proyecto de renovación del edificio, ¡algunos querían usar barniz transparente en la madera nueva, mientras que otros querían usar pintura! ¿Cómo puede una iglesia saludable evitar llegar a ser como un matrimonio viejo y desgastado, o peor a’un, llegar a ser “otra iglesia divorciada”?

El fundamento de la unidad

Dios desea la verdad. Sin esto, lo demás pierde importancia. “Tu palabra es verdad” Juan 17.17. La primera pieza de la armadura espiritual es el cinto de la verdad (Efesios 6.14). Al despedirse de los ancianos de Éfeso, Pablo les indicó: “Tened cuidado de vosotros, y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre” (Hechos 20.28). No se puede exagerar la importancia de velar por la sana doctrina. Esto no está indicando un concepto abstracto como si Dios se agradara cuando tenemos la razón. Sino que hace énfasis en que la verdadera importancia reside en cuánto Dios estima a Su pueblo, es de sumo valor para Él. Dios está interesado en las personas, no en los conceptos.

¡Por eso debemos asegurarnos de que nuestra enseñanza sea la correcta! “De tal manera amó Dios al mundo…” El primer mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios…”, “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros…”, “El cumplimiento de la ley es el amor…” Pablo empezó su gran manual para líderes de iglesias, escrito a Timoteo, con esto: “el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera” (1 Tim. 1: 5). La unidad en el amor, basada en la verdad de la Palabra de Dios, es fundamental.
Sin embargo, aunque tengamos y prediquemos la verdad, esto no es garantía de unidad en la práctica. Es curioso que tantas iglesias que tienen sana doctrina desperdician energía y tiempo valioso con pequeñas peleas internas. ¡Dios desea la unidad aún en el contexto de la sana doctrina!

Cerca al corazón de Dios

“Mas no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan 17.20-21). Jesús no oró que los incrédulos fueran unificados por la fe para entrar en el cuerpo de Cristo (aunque eso puede ser Su deseo). En este pasaje, Jesús oró por la unidad de los creyentes futuros. Él sabía que estaríamos propensos a la división y por eso le fue importante incluir esta petición en Su oración como Sumo Sacerdote poco antes de Su crucifixión. Pablo y Bernabé experimentaron la verdad de esto a nivel personal (Hechos 15.36-41). Después, posiblemente hablando de su propia experiencia, Pablo amonestó a dos mujeres peleadas (que habían combatido juntamente con él en el evangelio) a ser “de un mismo sentir en el Señor” (Fil. 4: 2). Esta tendencia hacia el conflicto es igual entre varón y mujer. Está claro que incluso las personas piadosas no se ponen de acuerdo y les es difícil trabajar juntos.

¿Cómo se puede preservar la unidad en la iglesia local? Asumiendo que las diferencias no sean por errores doctrinales, aquí hay unas consideraciones prácticas:

Fomente la humildad y la deferencia

Si la piedad y la comunión genuina significan algo, entonces hay algunas implicaciones prácticas. La Biblia nos dice, “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Fil. 2: 3-4). Si hay tensión en su grupo de ancianos, lean estos versículos juntos al comienzo de cada reunión. Pregúntense “¿debo examinar mi egoísmo, tengo la actitud humilde del Señor a quien pretendo imitar?” Él “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Fil. 2:7). El que lavó los pies de los discípulos, no habló de forma esotérica y mística cuando les dijo que hicieran lo mismo. Fue muy práctico. Nuestro Señor literalmente lavó los pies de ellos. La humildad práctica implica una demostración real de servicio los unos a los otros. Jesús conocía la debilidad del ego humano, así que eliminó los límites y demostró de manera muy clara lo que quería decir, al ponerse de rodillas en el aposento alto. Es lo más duro cuando el deseo personal es tener la razón. Pero, los piadosos harían bien al imitar al Señor.

Estimulen la unidad entre los líderes

Es mucho más fácil hablar sobre esto, que hacerlo. Es mucho más conveniente “servir” al pueblo en la predicación y la corrección. Y es difícil servir a aquellos con quienes discrepamos. Muchos sufren con grandiosas visiones de llegar a ser un Ezequiel moderno, o un Juan el Bautista. ¿Qué pasaría si sus reuniones de ancianos se distinguieran por la presencia de hombres que en verdad se aman y sirven los unos a los otros? Dar ejemplos parecería trivial, porque las palabras no pueden expresar la actitud que convierte un hecho o acción, por pequeña que sea, en un servicio que es digno del honor del Maestro. Jesús lo dijo mejor, “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13: 15).

La unidad entre los ancianos es completamente esencial para la unidad en la iglesia. Cuanto mejor sean las relaciones personales, menos probable será, que existan malentendidos. Un día, después de cenar, quise ir a mi taller a trabajar en un proyecto, pero me hacía falta una herramienta. Así que le dije a mi esposa, “debo ir a la ferretería, pero cuando vuelva ya será muy tarde para trabajar en el taller”. Mi esposa, que siempre me anima a trabajar en mis proyectos, respondió, “me gustaría verte comenzar ese proyecto”. Yo dije, “es verdad”. Así que me alisté para salir, y ella dijo, “¿A dónde vas?” “A la ferretería, por supuesto”, respondí. “Pero pensé que ibas al taller”, dijo ella. Luego pasamos unos cinco minutos tratando de entender en qué habíamos fallado en la comunicación. El punto es que, si mi esposa y yo tuviésemos una relación tensa, ella bien me hubiera acusado de decir una cosa y hacer otra. Y yo hubiera podido acusarla de no apoyarme. El hecho, es que le había mencionado que necesitaba la herramienta para acabar el proyecto. Nuestra confianza se basa en el intercambio, el sacrificio y servicio el uno por el otro. Sabíamos que la conversación había sido un malentendido, no un síntoma de egoísmo.

¿Cómo pueden los ancianos formar una relación de confianza mutua? Un grupo de líderes suele salir a cenar junto con sus esposas. Algunos ancianos se reúnen individualmente para darse ánimo mutuo y tener comunión. Un sabio grupo sabio de ancianos anima al más callado a que hable. La ayuda mutua en las cosas ordinarias de la vida puede edificar al grupo. Es muy importante formar relaciones estrechas en este nivel. Con toda seguridad, esto no quiere decir que todos tendremos el mismo gusto y perspectiva, o que siempre estaremos de acuerdo, pero queremos animar a que estén “… sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Fil. 2: 2). Cuando hay confianza entre los ancianos, estos pueden celebrar la diversidad de perspectivas entre ellos. Esto facilitará la resolución de conflictos. Por esto debemos estimular y cuidar nuestras relaciones a nivel personal. El no hacerlo afectará a la iglesia entera como un cáncer.

Estimulen la unidad del cuerpo

La unidad requiere comunicación y cuidado. No hay mejor manera que ir a las casas de las personas. La mayoría de las personas sabrá que ustedes se interesan si se toman el tiempo para escuchar y entenderlas. Esto no significa que hay que atender a los deseos de todo el mundo, nadie espera eso. Pero los hermanos seguirán a los ancianos si sienten que reciben cuidado y atención. Es útil hacer estas dos preguntas: “¿cómo pueden los ancianos orar por usted?” y “¿Hay algo que quiere que sepan los ancianos?” Luego escuche con el fin de entender bien. Hagan preguntas, no se pongan a la defensiva, no se justifiquen, simplemente traten de entender. Esto puede conllevar a la oración, a instrucción en la Palabra o ayuda práctica. Sea lo que sea, los hermanos sentirán más que son una parte importante del cuerpo porque sentirán que son atendidos. Cuando estos ancianos tengan que tomar decisiones difíciles, o tengan que dar una enseñanza difícil, será más probable que la congregación sienta que los ancianos actúan con amor. Todos verán su humildad y actitud servicial. Esto requiere tiempo, pero vale la pena.

Una lista rápida para preservar la unidad

Oren pidiendo unidad. Al hacerlo imiten al Señor en el aposento alto.

Recuerden quienes son: hermanos en Cristo. Nadie es superior al otro, sea anciano, predicador, custodio, o el que dobla los boletines. Con los corintios carnales, Pablo apeló a la verdad fundamental que les unía, la esencia de su predicación: “Cristo crucificado”. Somos hermanos comprados por Su sangre (1 Cor. 2: 2).

Distingan la verdad de su aplicación. Hay que insistir en la verdad, pero debemos ser flexibles en su aplicación. Por ejemplo, la Palabra de Dios ordena la celebración de la Cena del Señor, pero no la hora de celebrarla. Puede haber fuertes consideraciones para tales detalles, pero estas no deben dividirnos.

Desarrollen buena comunicación. Es difícil comunicar bien en un breve anuncio las decisiones tomadas después de muchas horas de consideración en la reunión de ancianos. Es sabio usar el hombre que comunica mejor. Qué se haga a menudo y que se haga bien.

Identifiquen la verdadera fuente de las tensiones. El discernimiento nos salvará de desperdiciar tiempo y energía al entender cuál es la verdadera causa del conflicto. Es mejor resolver el problema de forma correcta que seguir los síntomas hacia la fuente equivocada. De lo contrario, el problema surgirá con otro síntoma. En una iglesia, un anciano se volvió áspero y no cumplió con los compromisos que había hecho. Sin embargo, la confrontación no dio resultado. Pero Dios comenzó a obrar en él, y en el contexto de una buena relación se disculpó por su mal comportamiento. Los síntomas fueron el resultado, no de un corazón egoísta, sino de mucha presión en su empleo y vida familiar. La humildad manifestada dio como resultado un grupo de ancianos más fuerte y unido.

Cuidado con buscar culpables. Es fácil culpar a otros, a la sociedad malvada o la idea que estamos en los “últimos tiempos”, por aquellas dificultades que Dios quiere que tratemos de manera bíblica y humilde. A veces el problema es simplemente nuestro egoísmo. Cuanto más pronto reconozcamos esto, más pronto podremos acercarnos a la unidad de corazón.

Mantengan la confianza. El amor cubre multitud de pecados. “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8). Recuerdo que una vez en una cena con los hermanos en la iglesia, yo estaba sentado al lado de un hermano con quien había tenido un desacuerdo. Durante la cena, discretamente me llamó la atención. Me indicó con la mano que tenía algo en la nariz. Con vergüenza me limpié, y nadie se dio cuenta. Él habría podido haber hecho un escándalo del asunto, pero después tampoco dijo nada. Me quedé impresionado porque mostró verdadero amor al ayudarme a cubrir mi indiscreción social. Cuánto más podríamos ayudar a la unidad entre los creyentes al cubrir una multitud de pecados del tipo interpersonal.

Escojan sabiamente sus batallas. No gastemos tiempo y energía en cosas pequeñas. A un hermano no le gusta la distribución de los asientos para la Cena del Señor. Una pareja de ancianos prefiere que la hora de la reunión de la noche sea a las 7 porque les resulta mejor para la hora en la que cenan. Una pareja joven prefiere a las 6 de la tarde por la hora de sueño de sus niños. Ciertamente la deferencia es de suma importancia en tal caso.

Deje atrás a los demás. En otras palabras, acuda a la persona con quien tiene problemas, a solas, no vaya con muchas personas. Debemos tratar los conflictos de una manera bíblica (Mateo 18. 15).

No critiquen públicamente. Si tienen el privilegio de predicar la Palabra desde púlpito o en grupos pequeños, no usen estas oportunidades para presentar su lado de los conflictos. Eviten las insinuaciones. En la enseñanza pública los ancianos deben evitar venganzas personales o presentaciones egoístas.

Confiesen cuando se equivoquen. El daño hay que reducirlo. Hacer lo contrario dañará la credibilidad y la eficacia en resolver cualquier dificultad.

Traten con respeto a los demás. Aun cuando estén equivocados, o ustedes crean que lo están. No menosprecien a otros, sin importar el sexo, la raza, la condición social o la educación.

Dios desea unidad tanto en la doctrina como en el corazón. ¡Como líderes, debemos insistir en la verdad y el amor!
“Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, y evita las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia, la cual profesándola algunos, se han desviado de la fe” (1 Tim. 6: 20-21).

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Adaptado de APA

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