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FUNDAMENTOS PARA EL SERVICIO – PARTE 3

por Chuck Gianotti

“Por partes iguales, esa es la única forma en que el matrimonio puede funcionar, donde cada uno aporta lo que le corresponde”, dijo un hombre con aire de confianza. Otro, con cierta actitud de superioridad, respondió: “¡No!, por partes iguales no funciona, debe ser 100% – 100%”. Un tercer hombre, replicó, “En realidad, siempre he sentido que cada uno debe dar el 101%”. Ellos estaban discutiendo sobre palabras y porcentajes; que, por cierto, ni siquiera eran expresiones bíblicas. Pero las palabras bíblicas también pueden estar sujetas a un examen tan minucioso de modo que las personas pueden perderse el bosque sólo por estar mirando los árboles. Sin duda muchas veces tener la doctrina correcta depende de la comprensión precisa de las palabras, y en otros momentos los cristianos pueden encontrarse discutiendo sobre palabras cuando no hay mucho en juego.

Pablo desafía a su joven hermano, Timoteo, a considerar este asunto cuidadosamente. Algunas discusiones entre cristianos son “inútiles” y “son para perdición de los oyentes” (2 Timoteo 2: 14). Los debates interminables e inútiles son un sutil disfraz de demostración de superioridad sobre los demás, o de orgullo en precisión doctrinal, y afectan a los cristianos como individuos, así como a la iglesia en su conjunto. Los ancianos en particular deben: 1) evitar malgastar el tiempo en tales cosas, 2) “recordar” a los demás el peligro de ese tipo de conducta y 3) proteger a la iglesia de aquellos que compulsivamente involucran a los cristianos en tales conversaciones presuntamente espirituales.

El desdén de Pablo

 

Pablo escribe con desdén cuando se refiere a “profanas y vanas palabrerías” (v. 16) y “cuestiones necias e insensatas” (v. 23). Es como una gangrena que se ulcera y destruye (v. 17). ¡Incluso denuncia a los peores autores de este mal por nombre, Himeneo y Fileto! (v. 17) Todos sabían quiénes eran, y él no tenía miedo de nombrarlos. Ellos son un mal ejemplo a los demás y Pablo señala que sus discusiones y afirmaciones estaban generando dudas en la mente de las personas (v. 18). Este caso en particular tenía que ver con la visión que ellos tenían sobre la escatología, los tiempos del fin, y en particular que la resurrección ya había sucedido (muy probablemente queriendo decir que ya no habría una resurrección física porque una resurrección espiritual supuestamente ya había ocurrido). El resultado es que “trastornan” (RVR), “subvierten” (VM), “desconciertan” (BLA) la fe de algunos, puesto que no tendían esperanza para el futuro, dando a entender que lo que tenemos ahora es todo lo que hay. A tales falsos maestros no les importa el impacto sobre la fe de la gente, están más interesados en obtener oyentes.

Con mucha frecuencia las denominadas “discusiones doctrinales” dejan a los cristianos desmoralizados y desalentados. Es algo triste que el mundo a menudo perciba a la iglesia como llena de divisiones y discusiones. Muchas iglesias se sienten seguras de tener la doctrina correcta, pero tristemente carecen de algo mucho más importante: el Amor. La división en torno a la sana doctrina puede ser admisible, pero históricamente muchas divisiones han sucedido en torno al diezmo de la menta y el eneldo (Mateo 23:23).

La ironía es que pocas personas reconocen este error. Otros, en sus pensamientos analizan las pequeñeces, pero suelen expresar opiniones como si se tratara de asuntos de proporciones gigantescas.

Hombres equilibrados

 

Los ancianos deben ser hombres de La Palabra y del Espíritu, hombres equilibrados, para que puedan discernir qué es de importancia suprema o secundaria, y qué no merece ser discutido. Por esto, Pablo ordena a Timoteo que se dedique diligentemente al estudio de la Palabra (v. 15). Esto demanda más que una simple mirada a La Biblia en un devocional diario. Requiere que el anciano, el pastor, el líder de la iglesia sea un “estudiante de la Palabra”, alguien como los de Berea (Hechos 17:11). Ante un compromiso como lo es liderar la grey de Dios, el anciano podrá discernir si, por ejemplo, vale la pena reivindicar el significado de las legendarias estacas del Tabernáculo, o si la duración de la Cena del Señor es tan importante como la seguridad eterna del creyente.

Los líderes del pueblo de Dios (de quienes Timoteo es un ejemplo) necesitan guardarse de las conductas que socavarán su papel y objetivo como líderes. Deben vivir vidas honorables, estando listos a disposición del Señor (vs. 20-21). Pablo presenta una lista específica, incluyendo, algo apropiado para todos los hombres, “huye también de las pasiones juveniles” (v. 22a). Ésta puede ser una de las luchas más grandes que tengan la mayoría de los hombres, especialmente a la luz del dominio de Internet hoy en día.

En cuanto al aspecto positivo, un líder del pueblo de Dios no puede tratar con ligereza aquellas cosas enfatizadas a todos los cristianos, como la rectitud, la fe, el amor, y un corazón puro. No hay licencias para la impiedad; el líder piadoso no es moralmente independiente, sino que es llamado al mismo estándar al que todos hemos sido llamados (vs. 22b).

En particular, el líder no debe ser “contencioso” (v. 24). El papel de un líder (en particular, el de un anciano) debería estar caracterizado por la amabilidad, la paciencia y la mansedumbre (24-25). Éstas deberían adornar su enseñanza (v. 24) y la corrección de aquellos que propaguen lo que es erróneo (v. 25).

Gracia para el cambio

 

Ante todo, los falsos maestros no cambiarán por nuestra argumentación persuasiva o lógica, ni siquiera por la presión de nuestra amonestación. El verdadero cambio resultará solamente por la gracia de Dios obrando en sus vidas para generar el arrepentimiento (v. 25). Si los ancianos de la iglesia reaccionan con dureza indebida o actitudes carnales, generarán un obstáculo. Pedro lo presenta de esta forma: “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:12). Si es así en el trato con los no creyentes en los días postreros, entonces ¿no lo es también con los falsos maestros en la iglesia hoy en día?

Esto no significa que no confrontemos la falsa doctrina. Los ancianos tienen la responsabilidad de justamente hacer eso. Pero, esto afecta la forma en que lo hagamos. Es el Señor el que produce la convicción, nosotros somos simples herramientas, disponibles a su voluntad.

Algunos tienen la costumbre de referirse a la condenación de Jesús de los Fariseos con sus muchos “ayes” y las reprensiones incendiarias de Juan el Bautista a los hipócritas. Sin embargo, Pablo aquí enseña que debemos ser amables, “para corregir a los que se oponen” (v. 25) Así que, ¿nunca podemos ser firmes? Por supuesto que podemos serlo, pero también debemos ser amables, para no darles ocasión a aquellos que se oponen a la sana doctrina de culparnos de una conducta contraria al que ejercería Cristo.

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