por Jack Spender
A la mayoría de los hombres les gustan las herramientas; éstas les permiten realizar trabajos más rápidamente, facilitan la creatividad, proveen satisfacción a quienes aprenden las habilidades para usarlas, etcétera. ¡El garaje de más de un anciano está abarrotado de tantas herramientas, que no tiene lugar disponible para el auto! Sin embargo, mientras cuentan con utensilios de los más novedosos y útiles para sus trabajos temporales, muchas veces los ancianos cojean en su liderazgo espiritual, especialmente en sus reuniones, ¡porque no hacen uso de las mejores herramientas que Dios ha provisto!
Algunos hombres, que por ningún motivo intentarían construir un galpón o reparar un piso solamente con un serrucho, se conforman con proponer cada mes los programas para el calendario de reuniones de la iglesia, un testimonio de métodos de liderazgo inefectivos. ¡No es que sean hombres malos!, sino que ellos creen sinceramente que así es como se lleva a cabo la obra del Señor.
Ahora, esto no es un llamado a cambiar apresuradamente, ni tampoco a utilizar artilugios. Algunas cosas llevan tiempo, y los atajos a veces pueden producir más daño que beneficio. No obstante, podemos acostumbrarnos al trabajo lento cuando usamos herramientas desafiladas o las empleamos mal. Recuerdo al hombre que llevó su motosierra de vuelta al comercio donde la compró, quejándose que apenas lograba cortar un tronco por hora. El vendedor le dijo que lo verificaría, y tiró de la cuerda de arranque. El comprador sorprendido dio un salto atrás y exclamó: “¡¿Qué es ese ruido que hace?!”.
Así que dediquemos un poco de tiempo para pensar en varias herramientas que pueden ayudar a los ancianos en su trabajo. No esperes descubrir cosas completamente nuevas o desconocidas. A veces, cuando hablo con hombres sobre este tema, la respuesta típica es: “¡Ah, eso lo hacemos!” Pero una visita a la reunión de ancianos dejaría ver que probablemente algunas herramientas espirituales están desafiladas, o no están conectadas a su fuente de energía.
Oración: consultando con la Cabeza
Cuando los apóstoles fueron confrontados con legítimas “necesidades del pueblo” que los podrían alejar de las prioridades del liderazgo, rápidamente delegaron esas necesidades a otros en la iglesia (Hechos 6). ¿Cuáles eran esas prioridades? “Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra” (v. 4 NVI).
Es claro que la oración era una actividad crucial a la que estos hombres dedicaban tiempo. No era algo como: “comencemos la reunión con una oración”, ni “tendremos un tiempo de oración al cierre”. Lo más probable es que este tipo de oración podría describirse como una comunicación continua con la Cabeza, quien, si bien no es visible físicamente, ¡está presente, y debería estar presidiendo! Al leer los eventos de Hechos 4 podemos formarnos esta impresión. Después de padecer persecución, los apóstoles volvieron a sus compañeros de la obra, compartieron su preocupación, y de inmediato “alzaron unánimes la voz a Dios” (v.24).
No dedicaron horas para discutir cuál era la manera más segura o el curso de acción más estratégico. No se involucraron en un largo estudio bíblico para ver cómo los hombres de fe del Antiguo Testamento respondían a las pruebas. ¡Consultaron con la Cabeza!
Imagina la escena: se lleva a cabo la reunión de ancianos y el primer asunto a tratar es una severa prueba de parte de las autoridades locales. Un par de hermanos proporcionan los detalles. Así que, volviéndose de inmediato al Señor, que está presente como lo prometió, preguntan de manera reverente y cuidadosa: “Señor, ¿Qué debemos hacer?” o, “Señor, ¿nos ayudarás a hacer lo que ya sabemos que debemos hacer?”
¿Es éste el enfoque usual en las reuniones de liderazgo? ¿No es común que recurrimos a la oración cuando todo lo demás falla? ¿O el ambiente general de la reunión logra transmitir la impresión de que se siente la presencia del Señor, que Él sabe perfectamente lo que necesitan y está dispuesto a proveer su guía y paz?
Presta atención a la respuesta del Señor cuando fue consultado en Hechos 4. Leemos que el lugar tembló, los hombres fueron llenos del Espíritu, y se obtuvo la ayuda que necesitaban (v. 31). Esto eliminó de la agenda ese punto que estuvo por mucho tiempo: “Qué hacer ante la persecución”.
¿Ha cambiado el Señor lo que prometió al decir que estaría con nosotros y que nos iba a ayudar? Podemos estar seguros de que Él mostrará su gracia y nos bendecirá si pedimos su ayuda al comienzo de la reunión. Pero es mucho mejor consultarlo a medida que avanzamos, confesando que no confiamos en poner nuestra confianza en “(nuestra) propia prudencia” (Proverbios 3:5). Así que, reconozcámoslo en TODOS NUESTROS CAMINOS, es decir, para cada tema espinoso de la agenda, y Él enderezará nuestras sendas (v. 6 NVI).
Sí, cuando hablamos directamente con la Cabeza, ¡el verdadero “Presidente” de la reunión de ancianos!, la oración es una herramienta bien afilada que puede cortar el tiempo malgastado en discusiones y decisiones basadas en sabiduría del mundo.
El Espíritu de Dios: revelando la mente de Cristo
En Romanos 8:9, Pablo declara que todos los cristianos tienen al Espíritu Santo, y en 1 Corintios 6:19 dice que el cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo. Combina estas dos ideas con otra afirmación que él hace: “Pero nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16), y considera las siguientes preguntas aplicables a la toma de decisiones en las reuniones de liderazgo:
¿Tengo en cuenta que el mismo Espíritu que mora en mí, también mora en mi colega anciano que puede tener un punto de vista distinto al mío en un asunto? ¿Puedo reconocer que lo realmente importante no es lo que yo pienso, o lo que él piense, sino lo que piensa Cristo, o sea, la mente de Cristo? ¿Comprendo que el trabajo espiritual de comunión será descubrir juntos la mente de Cristo? ¿Estoy seguro de que nuestro enemigo común, el gran “sembrador de la discordia entre los hermanos” estará activamente oponiéndose a este proceso?
¡Este es un pensamiento impactante! Considéralo. Mi colega anciano que ha dado abundantes pruebas de amar al Señor y amar a la iglesia, se preocupa por las ovejas, y se ha ganado la credibilidad a lo largo de años de trabajo fructífero, podría tener una percepción más aguda que yo de la mente de Cristo en un determinado asunto. ¿Cómo debería comportarme? Sabiendo que “en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Romanos 7:18), debería ser “pronto para oír, tardo para hablar” (Santiago 1:19).
Considera un enfoque humilde como decir: “Hermano, estoy seguro de que tienes motivos para verlo de esa manera. ¿Puedes ayudarme/nos a entender por qué tienes ese punto de vista?”.
Sin duda, esto es totalmente contrario al modo de pensar en el mundo de los negocios o de la política. ¿Por qué debería importarme lo piensa el otro, cuando ya decidí que soy yo quien tiene la razón? Amados, qué hermosa herramienta omitimos, cuando olvidamos que el Espíritu del Dios viviente mora dentro de nuestros colegas ancianos, y que tal vez Él pueda estar guiándolos con Su perspectiva en determinado asunto. ¿No debería al menos honrar al divino Huésped dentro de él, procurando entender si simplemente está expresando su preferencia personal, o asiéndose a tradiciones erosionadas por el tiempo, o tal vez, realmente expresando un punto de vista a través del cual el Espíritu Santo que mora en él proveerá guía al grupo?
Quizás haya algunos que objeten el hecho de considerar como “herramientas” estas actividades cristianas normales, pero cuando las empleamos como parte importante de la reunión de ancianos, éstas pueden ahorrar mucho tiempo e incrementar la productividad.
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