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Herramientas útiles para reuniones de ancianos – Parte 2

por Jack Spender

 

En nuestro blog anterior, consideramos algunas “herramientas” espirituales que ayudan a llevar a cabo la obra del Señor, especialmente en las reuniones de ancianos donde deben tratarse necesidades y tomar decisiones.

En primer lugar, consideramos el valor de la oración, no solo para iniciar o terminar una reunión, o un “tiempo de oración” por los santos y sus dificultades, sino para expresar nuestra dependencia de la verdadera Cabeza de la reunión, el Señor Jesús, durante el pleno desarrollo de las conversaciones o toma de decisiones.

Luego reflexionamos acerca de la presencia del Espíritu Santo, no solo como quien mora en cada creyente, sino como quien en realidad guía los pensamientos y la participación de nuestros colegas ancianos, ¡aun cuando los puntos de vista puedan diferir enormemente! Es claro que la postura de un hombre no es garantía de la aprobación Divina sobre lo que expresa, pero tampoco se justifica que descartemos prontamente su participación con un: “Así es él”. Dios, en su soberanía, puede usar a este hermano en particular para guiar al grupo. Tener esto en cuenta puede resultar una “herramienta” muy útil.

Hoy queremos considerar otra “herramienta” para el trabajo en equipo, especialmente útil en el proceso de toma de decisiones. Me refiero a la búsqueda de la “unanimidad”, llegar a la unidad de pensamiento sobre un asunto.

Unanimidad: definiciones

Aunque frecuentemente difamada o incluso rechazada por aquellos que realmente no entienden el concepto, o por quienes están convencidos de que el sistema debe funcionar por mayoría de votos, o siguiendo a las personas que tienen sus propios intereses y una voluntad fuerte, o a quienes “han sido lastimados por abusos en el pasado”, no deja de ser un principio bíblico válido, y cuando se comprende y aplica correctamente, puede ser una herramienta muy útil.

Los diccionarios definen “unánime” como “dos o más personas totalmente de acuerdo”, o “contando con el acuerdo y consentimiento de todos”. Pablo lo relaciona con la mente, y lo afirma de distintas maneras en Filipenses 2:2: “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes,
sintiendo una misma cosa”. De este versículo podemos ver que, las cosas no van a funcionar si no hay el amor fraternal.

Antes de avanzar, vale la pena mencionar algunos factores negativos. Aquí no nos referimos a una unanimidad artificial que va en contra de una convicción honesta del corazón. No debe emplearse para impedir el proceso de toma de decisión, valiéndose de la única voz disidente para evitar acciones necesarias. Tampoco es un sinónimo diluido de consenso, por ejemplo: “la mayoría de nosotros estamos de acuerdo, así que avanzaremos”.

Más bien, la verdadera unanimidad en la obra del Señor se basa en la firme convicción en que el Señor desea lo mejor para cualquier asunto que enfrentemos, y que lo podemos conocer. Y ese debería ser el deseo primordial de todos, aún por encima de nuestras más férreas opiniones.

Trabajar buscando la unanimidad

Para que la unanimidad funcione bien, es conveniente sentar buenas bases, y luego utilizarla con frecuencia, no sólo en situaciones de crisis. Es mejor establecer algunos acuerdos mutuos respecto a la unanimidad cuando las aguas están calmas. O, dicho de otra forma, es mucho más difícil ponerse de acuerdo para procurar la unanimidad cuando se está en medio de la tormenta, durante aquella situación sensible que ya ha polarizado a la iglesia o al liderazgo.

Comiencen con lo obvio. El Señor es soberano y sabe lo que es mejor. De nuestra parte, deseamos cumplir Su voluntad, mucho más que la nuestra. Tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16). Para poder ser buenos líderes, los ancianos deben ser buenos oyentes. Cada hermano tiene una perspectiva honesta que sinceramente considera correcta, y merece ser escuchado. Llegar a la “unanimidad” es un proceso, no un pronunciamiento (Hechos 15:25).

Luego acuerden identificar la diferencia entre lo que es un principio bíblico y lo que es una preferencia personal. Cuando un hermano dice: “No puedo estar de acuerdo con eso”, o “no estoy cómodo con eso”, debe estar dispuesto a compartir con franqueza sus motivos con el grupo. Si su razonamiento se basa en las Escrituras, es importante observar si el texto aportado tiene contenido doctrinal, un principio implícito, o simplemente es una preferencia personal envuelta en terminología bíblica.

Si la objeción es una afirmación explícita de las Escrituras, o un principio bíblico implícito, probablemente sería bueno esperar y orar para tener más luz, o para que el Señor cambie los corazones. Conviene tener cierta cautela al respecto. ¡Tengamos presente que el Espíritu de Dios puede colocar una carga en el corazón sobre un posible peligro futuro, o que el tiempo no es el correcto, ¡sin que dé los detalles de inmediato! Esperar en el Señor y tener respeto el uno por el otro es fundamental aquí.

Pero si después de revisar, la objeción parece ser un tema de preferencia personal o de costumbres, entonces el grupo podrá decidir, y tener unanimidad, que el mejor curso de acción parece ser el de avanzar. En este punto, es muy importante observar que la unanimidad lograda significa que avanzar es el mejor curso de acción para el bien de la asamblea, y no necesariamente que cada uno tiene el mismo punto de vista del asunto.

No obstante, aún este paso debe manejarse con cuidado. Utilice palabras que sean atractivas para el hermano disconforme, pero que a la vez demuestren respeto. “Hermano, luego de un tiempo de oración y discusión, a la mayoría nos parece que su objeción al curso de acción propuesto está basada ante todo en una preferencia, y no vemos peligro potencial para el futuro como resultante de esta decisión. Así que le pedimos que se una a nosotros en apoyar este paso ante la asamblea, y todos continuaremos vigilando y orando por cualquier corrección que el Señor pueda señalar”.

Las situaciones difieren, así como las palabras; pero lo anterior ilustra un espíritu que no es ofensivo, en lugar de un brusco: “Bien, avanzaremos sin usted de todas maneras…” lo que puede transmitir dureza o rencor y que equivale a un: “¡Usted pierde!”

Yendo a la práctica

Por lo tanto, podemos resumir el proceso en varios puntos. Todos, como hombres bien intencionados, pero falibles, nos comprometemos de antemano a lo siguiente:

  1. Donde sea posible, nos resistiremos a ejercer presión en una decisión por la que podemos orar al Señor pidiéndole que mueva nuestros corazones o provea más luz en el asunto que estamos tratando.
  2. Nos esforzaremos diligentemente por buscar aspectos del asunto en el que todos podamos estar de acuerdo, y construir a partir de aquel grado mínimo de unanimidad ya existente.
  3. Escucharemos a cada hermano de nuestro liderazgo en forma equitativa, y cada hermano se someterá humildemente al hecho de que su perspectiva pueda ser errónea debido a un prejuicio personal o puntos ciegos.
  4. Nunca olvidaremos que tenemos un adversario que está en busca de una grieta por donde pueda generar división entre los siervos del Señor.
  5. Estaremos de acuerdo que agradar al Señor y avanzar para la bendición de los santos es la prioridad primordial, a menos que esté comprometida la verdad o exista un peligro potencial en el futuro.
  6. Una vez que se haya logrado el acuerdo acerca del mejor curso de acción, lo comunicaremos claramente a los santos, y avanzaremos sin demoras.
  7. Persistiremos en “velar y orar”, convencidos de que “si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios” (según Filipenses 3:15).

Algunos podrán ser escépticos acerca de lo realista que resulte todo esto, pero no hay nada mejor que los ancianos admitan conjuntamente que existe un problema, y que luego trabajen en equipo para solucionarlo. Podemos estar seguros de que el Señor honrará a quienes lo honren de esta manera.


Adaptado de APA

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