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LA INTEGRIDAD – PARTE 3

por Chuck Gianotti

Continuamos concentrándonos en uno de los atributos más importantes de un líder, la integridad, basados en el Salmo 15. No podemos confiar en un anciano si no podemos estar seguros de que sus palabras y acciones son consistentes con la persona que es en su interior. Sin integridad lo demás no tiene mayor sustancia. La integridad no se puede compartimentar; afecta a la persona de forma integral. Es una ventana al alma. La falta de integridad en un área arroja sombra sobre la totalidad de la vida de una persona. Este artículo aborda otras dos aplicaciones de la integridad que posiblemente a primera vista, puedan parecer fáciles de implementar.

Ni hace mal a su prójimo (Salmos 15:3b)

Cualquiera afirmará sin dudar que ningún cristiano debería involucrarse en absoluto con el mal, recordando las declaraciones elementales de nuestro Señor: “vuélvele también la otra (mejilla)” y “amad a vuestros enemigos”. El capítulo del amor (1 Corintios 13) añade que el amor es benigno y no hace nada indebido (vs. 4 –5). Pedro escribe que el Señor, “…cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.23). Bastante categórico ¿no crees?

¿Por qué es tan importante que los ancianos entiendan y acepten esto? Los ancianos a veces están en la línea de fuego, siendo los blancos de la crítica y el descontento. Cuando las cosas van mal, a menudo son los ancianos los que reciben el golpe, y esta es una realidad para los líderes en la mayoría de las organizaciones. Satanás con gusto seducirá a un anciano a vengarse y esta venganza puede ser activa o pasiva. Por pasiva me refiero a formas sutiles de penalizar a otros usando la posición de anciano para limitarlos injustificadamente a ellos o sus ministerios. Por activa, me refiero a la denuncia o crítica pública o privada en retaliación.

Pienso en David, quien resistió la presión de sus generales para castigar a Simei, quien había maldecido al rey. Su integridad se manifiesta en su respuesta: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: “¿Por qué lo haces así?” … Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (2 Samuel 16: 10, 12). La confianza de David en el Señor le había impregnado totalmente. Aún ante una severa adversidad, su propia reputación no era algo de lo cual él mismo se haría cargo, anticipando la actitud de nuestro Señor Jesús en la Cruz. David hablaba en serio cuando dijo cosas como: “El Señor es mi Pastor”, “Él es mi roca”, “mi fortaleza”. Sin duda estas eran declaraciones de fe, pero la integridad se demuestra cuando las creencias se mantienen firmes aun ante insultos y maldiciones. Recuerda, integridad significa “completo, sincero”, es decir, que en la vida de una persona todo se desarrolla consistentemente. David era un hombre sincero, es decir, un hombre de integridad, incluso en las áreas más elementales cuando se trataba de elegir hacer lo malo en respuesta a la maldad.

Como ancianos estamos a la vista de todos, modelando una conducta que imita a Cristo. Esto no da lugar a la falsa humildad, como si dijéramos: “No me miren a mí como ejemplo, sólo soy un pecador como todos los demás”. Los niños miran a sus padres como modelos a imitar. Los estudiantes miran a sus maestros. Y los cristianos miran a sus líderes espirituales como modelos.

Hermanos, debemos modelar integridad a la hora de responder a nuestros adversarios; no devolviendo mal por mal. Los demás nos están observando y están aprendiendo de nuestra conducta. La falta de robustez en nuestra fe ante nuestros detractores arrojará sombra sobre cada una de las otras áreas de nuestros ministerios. La gente tendrá una creciente sensación de que nuestra fe carece de profundidad, aún a pesar de nuestros esfuerzos de aparentar fidelidad.

Por tal razón, los ancianos debemos cultivar integridad en nuestra manera de responder a nuestros opositores. La siguiente característica es una continuación de ésta.

Ni admite reproche alguno contra su vecino (15:3c)

Una ilustración aquí nos será útil. Recuerdo a una persona muy amigable que conocí, era alguien con una personalidad muy carismática. Él era anciano en una iglesia y todo el mundo tenía un muy buen concepto de él; yo sentía algo de envidia por la facilidad con la que conversaba con los demás y los hacía sonreír. En una ocasión, mientras íbamos en su automóvil, él se detuvo a hablar por la ventanilla con un conocido, y tuvieron una interacción muy alegre, pero cuando se despidieron, me miró y comenzó a hablarme de esa persona con un sarcasmo ácido. Fue un reproche a las espaldas de aquel amigo. Desde entonces, me ha sido difícil creer en la autenticidad de su amistad conmigo o con cualquier otra persona. En esencia, él había adoptado un sentimiento de reproche hacia un hombre a quien él aparentemente había tratado como a un amigo. ¿Cómo podía saber yo si él no estaba haciendo lo mismo conmigo a mis espaldas? La falta de integridad, la dicotomía entre lo que era en la superficie y lo que era interiormente era evidente en esta situación.

Sin embargo, hay otra manera de considerar este versículo. Admitir un reproche también puede tomar el sentido de atacar la reputación de una persona. El valor del buen nombre de una persona es importante y es una ofensa grave quitarle eso, no importa la razón que se pueda considerar para obrar de ese modo.

Como dice Matthew Henry en su comentario, el hombre del Salmo 15, “… no hace que las faltas de otros sean el objeto de su conversación habitual, no habla de ellas con placer ni lo ridiculiza en modo alguno, sino que habla de él para edificación. Él rescata lo mejor de todos y lo peor de nadie. No admite reproche, es decir, él no lo genera ni lo recibe; no da crédito ni aprueba una calumnia, pero frunce el ceño ante una lengua difamadora y en consecuencia la silencia”.

Cuando la gente sabe que los ancianos protegerán su reputación y buen nombre, les confiarán otras áreas de sus vidas. Si un hombre protege lo que dice acerca de la reputación y nombre de otro cuando dicha persona no está presente, entonces puedo confiar que así mismo protegerá mi reputación y mi nombre. Esto me dice que la persona es íntegra y que puedo confiarle otras áreas de mi vida.

Un hombre piadoso e íntegro es alguien que, en consecuencia, no hace maldad a aquellos que lo rodean y no admite un reproche contra ellos; esto es consistente con el trabajo externo de su fe y confianza en el Señor. Y cuando otros observan esto en un anciano, están dispuestos a confiar en su liderazgo y su ministerio en la iglesia.

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Adaptado con permiso de Apuntes para Ancianos

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