Los ancianos de la iglesia tienen tareas que realizar tales como alimentar y cuidar de las ovejas, y Dios les ha dado instrucciones que les sirven de guía. Aman a las ovejas, porque aman al Pastor, así que dondequiera que haya hombres humildes y solícitos trabajando, las cosas suelen funcionar.
Sin embargo, en tiempos de crisis, las necesidades se multiplican y es inevitable que haya inquietud en la congregación. Esto no se limita al mundo, sino que también puede afectar a la iglesia. Después de todo, las personas realmente son como las ovejas, y las ovejas rápidamente se afectan cuando surgen los problemas. El Señor Jesús observó esto y “tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36). Pero los ancianos son responsables de pastorear el rebaño de Dios (1 Pedro 5:2) incluso en los días difíciles. Es comprensible que esto requiera una mayor diligencia en tiempos de crisis.
Aunque todos saben esto, no todos tienen la madurez para “soportar las dificultades”. Las preguntas surgen cuando las necesidades se multiplican y parecen no ser satisfechas. A veces, esto puede llevar a quejas amargas, contra el Señor y contra los ancianos. “¿Dónde están los pastores?” “¿Por qué no están haciendo su trabajo?” También pueden surgir preguntas sobre la responsabilidad bíblica de los ancianos en el trabajo de pastoreo. Eso no es necesariamente algo malo; volver a la Palabra arroja luz a aquellos que “en ella son ejercitados”.
En este punto quiero hacer un par de aclaraciones para evitar malentendidos. Primero, no hay ninguna deficiencia en el registro bíblico sobre el tema. Tenemos todo lo que necesitamos para que “el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17), y eso incluye el trabajo de pastoreo. En segundo lugar, las personas tienen diferentes perspectivas sobre lo que significan ciertos versículos. Esto no es un juicio sino una simple realidad de la vida; la gente ve las cosas de manera diferente. Ponen diferentes grados de énfasis en las cosas, a menudo influenciados por la forma en que se ven afectados personalmente.
No pretendemos hacer un estudio “profundo” sobre la responsabilidad bíblica de los ancianos, solo queremos centrarnos en cómo pueden surgir diferentes percepciones, y cómo esa información puede ayudarnos a ser mejores siervos.
Las generalizaciones pueden ser peligrosas, pero si las evitamos, pueden ayudarnos a entender un punto. Una es que la educación religiosa o los antecedentes de los santos suelen tener un efecto relevante en sus puntos de vista acerca del orden y el gobierno de la iglesia. Los creyentes que hayan crecido en un contexto que enfatiza la naturaleza “no oficial” de los ancianos, considerándolos santos “como todos los demás”, que también son ovejas que necesitan del Buen Pastor, y donde varias porciones de las Escrituras los ubican “entre” nosotros al hacer su labor, probablemente tengan cierta perspectiva sobre el tema.
Muy diferente puede ser la perspectiva de quienes hayan crecido (o estén más familiarizados con) la disposición convencional del gobierno de la iglesia donde se contratan y pagan “profesionales” capacitados para encargarse de los “deberes religiosos”. A lo largo de los años, al discutir el tema con personas de ese trasfondo, no ha sido extraño escuchar opiniones como ésta: “Bien, entonces creemos en una pluralidad… eso está bien, pero no se trata de un individuo o de pluralidad. La pregunta es, ¿están haciendo su trabajo?”
Ahora, no estoy criticando la pregunta. Bajo ciertas condiciones, puede ser saludable dar una mirada a lo que los ancianos están haciendo. Pero tenemos que ser cautelosos con esas dos últimas palabras: “su trabajo”. Eso puede significar simplemente “¿Están haciendo lo que Dios quiere que hagan como se indica en las Escrituras?” pero puede (y a menudo es así) significar “¿Están haciendo lo que hay que hacer en la iglesia?, pues esa es su responsabilidad, ¿verdad?” Y aquí es donde surge el problema.
Una persona con esta perspectiva normalmente nunca ha estado expuesta a un ambiente de iglesia donde las necesidades y problemas del rebaño son conocidos por la congregación, y la manera normal de tratarlos es preguntando “¿Qué haremos?”. Los ancianos, como hombres experimentados, están presentes y guían en medio de ella, teniendo la autoridad de Dios para asegurarse de que las cosas avancen; que se haga justicia; que alguien intervenga si las cosas empiezan a desviarse del camino. Pero eso no significa que ellos soporten todas las cargas y resuelvan todos los problemas como grupo. Mucho menos que evitarán que los santos sepan cuáles son los problemas.
Algunos predicadores y autores modelan el funcionamiento de la iglesia como empresas exitosas. En cierta ocasión uno de estos escritores hizo referencia al “hermoso orden perdido de Corinto”, es decir, un orden que ya no está disponible. Pero la simplicidad del funcionamiento de una iglesia del Nuevo Testamento es hermosa y está disponible, sólo hay que enseñarla y practicarla. No sucederá simplemente dejando que “la naturaleza siga su curso”.
¿Cómo deberíamos manejar las discrepancias de perspectivas en el trabajo de pastoreo que hacen los ancianos? Aquí presentamos algunas sugerencias:
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Adaptado con permiso de APA
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