Liderazgo Visionario
(Parte 1)

por Chuck Gianotti

Visión: es la palabra lema en el entorno de muchas iglesias. Es una buena palabra, una que es definida como “discernimiento inusual o anticipación”. Algunas personas la tienen, otras no. ¿Qué hace la diferencia?

Vemos pastores de mega iglesias que son muy talentosos. Comunicadores encantadores que incluso crean sus propias conferencias para pastores en las que comparten estrategias y perspectivas, con la esperanza de que los atentos oyentes repliquen sus éxitos en muchas locaciones satélites. En comparación, aquellos de nosotros que lideramos congregaciones más pequeñas, no nos vemos a su altura. Pero si Jesús valoró la ofrenda de dos monedas que dio la viuda pobre como de mayor estima que la de quienes tenían mucho para dar (con grandes audiencias a cuestas), entonces la idea que Dios tenga de un gran visionario no se mide por el tamaño de edificios de iglesias o la cantidad de asistentes. Una gran visión no es algo que viene del ingenio de un predicador o líder de mucho carisma, sino de Dios.

Aquel equipo que iba a revolucionar al mundo como testigos elegidos de Cristo eran meros trabajadores (Hechos 1: 8). Los discípulos de Jesús no eran inherentemente visionarios. Venían de la monotonía de la vida, atrapados en rutinas diarias superficiales, como todo el mundo, sin ningún brillo de esperanza que fuera más allá de su tediosa existencia.

Los hombres y mujeres de visión no sobresalen como un delicioso pastel entre un menú de ensaladas. Jesús encendió la primera chispa en sus novatos seguidores cuando les dijo, “bienaventurados vuestros ojos, porque ven” (Mat. 13: 16) ¡Y luego trabajó mucho por avivar esa chispa para convertirla en fuego!

¿Cómo podemos llegar a ser personas de visión? 

Esta pregunta desafía a la iglesia hoy. La respuesta es muy simple: la incubación de un carácter piadoso da origen a una visión piadosa.

Una corta mirada a la despedida de Pablo de los ancianos de Éfeso (Hechos 20) revela algunos de estos requisitos básicos del carácter. Él había pasado tres años avivando la fe que se había encendido en los corazones de ellos (Hechos 20:31). Ahora estaba dando una última avivada a ese fuego. No los iba a ver más, y no dejó un plan estratégico y detallado para que ellos construyeran el futuro de su iglesia. En lugar de ello, el discurso del apóstol transmitió las cualidades necesarias para percibir una visión de parte de Dios para ellos mismos.

Una gran visión no es algo que viene del ingenio de un predicador o líder de mucho carisma, sino de Dios.

Cada generación, cada cambio de guardia, debe tener su propia visión de parte de Dios. Pero la herencia más increíble que ha de pasarse de una generación a otra es el carácter que se asemeja a Cristo y que engendra una visión sacrificial por el reino.

La piedad hace la diferencia entre una visión que viene de Dios y la visión de un hombre. En el magnífico discurso de Pablo en Hechos 20, vemos el carácter necesario para obtener una visión de parte de Dios:

1. La visión piadosa requiere humildad

“… sirviendo al Señor con toda humildad…” (Hechos 20:19). La humildad demuestra ser una de las virtudes cristianas más elusivas. El mismo esfuerzo por obtener este rasgo en el carácter parece mostrar arrogancia. ¡Sin embargo, las escrituras están saturadas con enseñanza acerca de este tema! (Mira por ejemplo Rom. 12:3, Fil. 2:1-11.)

Para que una visión sea piadosa, debemos dejar de lado la necesidad de atraer la atención hacia nosotros. “Porque no es aprobado el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien recomienda el Señor.” (2 Cor. 10:18 NVI). Si es la visión de Dios, Él nos recomendará a nosotros, y tendremos la libertad de dirigir todo el crédito y la atención hacia Él.


Algunas medidas útiles son estas:

  • ¿Con cuánta frecuencia uso el pronombre personal al hablar de “mi” visión”?
  • ¿Cómo reacciono cuando las personas están en desacuerdo o se oponen a “mi” visión?
  • ¿Me quejo por que otros no comparten la visión?

Una visión piadosa no es para tu autoafirmación, ni tampoco se trata de darle mucho protagonismo:
Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo… hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos. (1 Cor. 4:9-13)

Para que una visión sea piadosa, debemos dejar de lado la necesidad de atraer la atención hacia nosotros.

Entonces, ¿cómo podemos obtener humildad? ¡Sin duda, cuanto más lo intentemos por medios humanos, peor será! Sólo Dios puede moldearla en nuestras vidas, y debemos aceptar las herramientas que Él usa: pruebas, oposiciones, adversarios y circunstancias humillantes. Estas cosas pueden evidenciar el orgullo que hay en nosotros (“¿por qué yo?”) o desarrollar humildad (“¡Señor, gracias por cortarme a la medida correcta!”).

2. La visión piadosa requiere pasión

“… con muchas lágrimas…” (Hechos 20:19). Pablo modeló la pasión de Jesús. No era una elección estéril y lógica. La pasión de Pablo catalizaba su visión. Una definición de pasión es “un sentido intenso que nos impulsa”. Sin pasión no hay visión.

Nuestras ocupadas vidas parecen haber cegado la visión espiritual por la falta de tiempo. En ninguna parte las Escrituras dicen: “Si tienes tiempo, entonces ayuda con la visión”. El asunto no se trata de tiempo sino de prioridad. Siempre apartamos tiempo para aquello que mueve nuestro corazón. Nuestra pasión se convierte en nuestra prioridad. Le dedicamos tiempo a lo que es nuestra prioridad.

El Señor mismo estaba motivado por esta pasión por la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo…” (Juan 3: 16). El Creador anhelaba que Su creación, aquella que porta Su imagen, se reconciliara con Él. El corazón del apóstol Pablo casi se le salía del pecho cuando dijo: “tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne” (Rom. 9:2-3). Se dice que el teólogo escocés John Knox proclamó diciendo “Señor, dame a Escocia, o moriré”.

¿Cómo podemos desarrollar este tipo de pasión? Yo mismo me hallo orando, “Señor, derriba las fortalezas de pasiones carnales y deseos egoístas. Rompe mi corazón con las cosas que rompen el tuyo”.

3. La visión piadosa requiere perseverancia

“… [con] pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos… el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20:19, 23). La visión demanda la “capacidad de permanecer” y la habilidad de seguir adelante ante los obstáculos. La visión no llega con facilidad, porque está arraigada en lo eterno, no en lo temporal.

Hay una falsa noción de que cuando descubres una visión de Dios, todo caerá en su lugar. Sin embargo Jesús dio a entender que las puertas del Hades harían grandes esfuerzos por prevalecer contra el reino de Dios (Mateo 16:18). ¡Esto significa guerra!

El apóstol Pablo entendió esto cuando escribió: “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios” (1 Cor. 16:9). En ocasiones, los planes visionarios se verán frustrados; el desánimo llama constantemente a la puerta. Muchas cosas irán en contra de nosotros y la visión que Dios nos da.

Le preguntaron a un misionero que trabajaba entre un pueblo no alcanzado por qué perseveraba a pesar de que tan pocas personas respondieran al evangelio. Su respuesta fue simple: “Dios me envió acá, y no me ha dirigido a ninguna otra parte”. Dios nos ha llamado a ser fieles. Él se encarga de los resultados.

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. (2 Cor. 4:16-18)

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