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Mantengamos fiel la iglesia – Parte 3

por Jack Spender

 

El sacerdocio de todos los creyentes

En el último blog, examinamos el tema fundamental del liderazgo en la iglesia. Ahora pasamos a un segundo tema importante, el sacerdocio de todos los creyentes. Este es un tema muy amplio, y responde a la pregunta: “¿Qué posición tienen en común todos los creyentes en la adoración y en el servicio de la iglesia?” En un corto artículo sólo se pueden abordar algunos puntos significativos, pero deberían bastar para resaltar nuestro objetivo en esta serie: ¿Cómo se pueden confirmar y defender estas verdades vitales, en el entorno de una iglesia local?

Antecedentes del sacerdocio del Antiguo Testamento

La idea básica del sacerdocio es el acceso a la presencia de Dios. Dentro del pueblo terrenal de Dios, Israel, el diseño original de Dios fue el de toda una nación de sacerdotes (Éxodo 19:4-6). El pecado cambió eso, y la tribu de Leví fue apartada para acercar la nación a Dios. El diseño del templo impedía el paso a la presencia de Dios, y dicho acceso estaba limitado a un solo hombre, el sumo sacerdote, que lo hacía una vez al año y bajo estrictas condiciones. La imagen era clara: Dios es santo, y la gente común no debía acercarse.

¡Qué contraste tenemos en el Nuevo Pacto! El escritor de Hebreos presenta la superioridad de Cristo, el Gran Sumo Sacerdote, estableciendo así un sacerdocio celestial para un pueblo celestial. Ya no se necesita un templo terrenal, ni un altar, ni un sacrificio. A través de la obra en la cruz, los pecados que antes sólo eran cubiertos (la palabra hebrea “expiación”) han sido totalmente pagados, y el velo o cortina que impedía el acceso se ha rasgado. Ahora cada creyente está invitado: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe…” (Hebreos 10: 22). Sin este acceso, la comunión con Dios y la adoración espontánea serían imposibles. El Dr. Frederick Tatford señala que “toda comunión es recíproca”, es decir, ofrecemos la adoración a Dios y recibimos sus bendiciones. Según Tatford. “para tener comunión con Dios, la iglesia depende de la eficacia de la obra sacerdotal de su Señor”.

Todos los creyentes bajo el Nuevo Pacto son sacerdotes

Al escribir a los creyentes de todo el Imperio Romano, Pedro los llama a todos a ser “un sacerdocio santo”, “un sacerdocio de estirpe real” (I Pedro 2:5, 9). Al describirlos como “niños recién nacidos” (v. 2) y “piedras vivas” (v. 5), el contexto deja claro que la referencia es a todos los creyentes y no a un grupo especial dentro de la iglesia. El apóstol Juan concuerda. Él escribe a los que son amados por el Señor, diciéndoles: “nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre…” (Apocalipsis 1:5,6).

A cada nuevo creyente se le debe enseñar esta verdad, y asistirlo a que la adopte como parte de la herencia de todos los que están “en Cristo”. Es una verdad fundamental de la asamblea del Nuevo Testamento, y tiene importantes implicaciones para la madurez espiritual a través de la participación práctica en la adoración y el servicio.

El buen liderazgo salvaguarda la sana doctrina

Si dejamos que las cosas sigan su curso, la gente dejará que las personas que consideren como más calificadas se ocupen de la adoración y el servicio dentro de la iglesia, convirtiéndose de esta manera en simples espectadores. El “perfeccionamiento de los santos” (Efesios 4:12) requiere varios ingredientes importantes que los ancianos deben salvaguardar. Por un lado, una buena enseñanza de la sana doctrina es fundamental. En segundo lugar, la asamblea debe ser un entorno en el que se fomente e implemente la verdad de manera práctica. Por último, en la estructura del liderazgo no debe existir nada que resulte contrario a todo esto, es decir, no debe haber un clero profesional a través de quienes se limiten las funciones espirituales.

Se requerirá vigilancia en este respecto, dado que mientras los ancianos velan por la iglesia y su funcionamiento, el enemigo socavará esta verdad, y tratará de desacreditar los principios bíblicos que conducen a la madurez espiritual. Hay dos puntos que merecen atención especial.

El resultado práctico puede contrastar con el cristianismo tradicional

La presión social es poderosa, y los creyentes jóvenes pueden impresionarse más por lo que “hacen la mayoría de las iglesias”, que por el estudio cuidadoso de la Biblia. ¡Esto se hace más difícil cuando observamos cómo muchas iglesias evangélicas incluyen una mención del sacerdocio del creyente en sus declaraciones doctrinales! La respuesta no estará en juzgar o criticar a otros grupos, sino en vivir en la práctica lo que se enseña públicamente.

¡Los ancianos y los maestros de las Sagradas Escrituras no deben asumir que la gente nueva entenderá la diferencia entre la teoría y la aplicación práctica! La verdad debe ser expuesta desde las Sagradas Escrituras, y demostrada en la vida de la asamblea. Si el Señor llama a alguno a servir en privado, no necesita “permiso” de las autoridades humanas. Si el Señor llama a alguien a un servicio especial o al campo misionero, no necesita esperar hasta ser “ordenado”.

Muchos ignoran la obra del diablo en contra de esta doctrina. Algunas iglesias están llenas de santos sentados en silencio mientras que la “santa cena” y el “ministerio espiritual” son llevados a cabo delante de ellos por “profesionales”. Los dones permanecen inactivos y, mientras tanto, la enseñanza resulta impartida por un hombre, y la dirección del Espíritu en la adoración y el servicio en la mayoría de los casos no estará disponible para los “laicos”. La impresión generalizada será que a Dios le encanta que así sea. Sin embargo, una asamblea conforme al Nuevo Testamento debería brillar como un faro en medio de esta oscuridad.

El ejercicio práctico no se ve comprometido por roles diferentes

Otra área en la que se necesita una enseñanza sólida es en la de ayuda a los creyentes para que distingan entre el sacerdocio como derecho de nacimiento de todo hijo de Dios, y los diferentes roles que Dios nos asigna para preservar el orden en la iglesia. Al igual que en la Santísima Trinidad, donde cada persona de la Divinidad asumió un papel diferente para llevar a cabo la redención, y, sin embargo, siempre tuvieron igualdad en gloria, majestad y deidad, el creyente debe valorar aquella posición de ser un sacerdote para Dios, pero funcionando de diferentes maneras y tiempos, en diversos escenarios.

Tomemos un simple ejemplo. Los sacerdotes creyentes, ya sean hombres o mujeres, pueden adorar u orar, o servir según sea necesario a lo largo de la semana. Sin embargo, cuando la iglesia se reúne, Dios requiere que los hombres lideren la adoración o ministerio público y que las mujeres los apoyen en silencio.

También es importante comprender que hablar audiblemente nunca es un requisito para la adoración u oración. Dios escucha igualmente la adoración u oración, ya sea silenciosa o audible. La cuestión, entonces, no es el acceso a Dios, sino el liderazgo. Dios desea que los hombres aprendan a liderar en sus familias y en la iglesia.

Pablo enseña en I Corintios que los dones, ministerios y funciones de liderazgo difieren dentro del cuerpo según lo que la Cabeza (Cristo) asigne a cada uno. Pero debido a su posición “en Cristo”, todos los creyentes tienen el derecho y el privilegio de acercarse a Dios por medio suyo. Los sacrificios espirituales que deben ofrecerse incluyen la presentación de nuestros cuerpos a Dios, (Romanos 12:1), el sacrificio de alabanza, la realización de buenas obras y el compartir unos con otros (Hebreos 13:15,16). Dios se complace con todos estos sacrificios sacerdotales.

En conclusión, los ancianos tienen la solemne responsabilidad de salvaguardar la verdad del sacerdocio de cada creyente, asegurándose de que la doctrina sea enseñada y vivida por los santos dentro de la vida de la asamblea.

Observar la participación en la Cena del Señor y en la reunión de oración da un indicador del estado de salud de la asamblea. Algunas buenas preguntas para dialogar: ¿Supervisan los ancianos y los diáconos, la participación de los creyentes en los ministerios temporales y espirituales, o es el 10% de las personas (el liderazgo) el que hace el 90% del trabajo? ¿Están los hombres más jóvenes siendo entrenados para pastorear grupos pequeños, predicar la Palabra y desean ayudar y cooperar con un liderazgo futuro conforme a la guía del Señor? ¡La oración es muy importante, y la planificación no apaga la tarea del Espíritu Santo en hacer que tales oraciones se conviertan en realidades!


Adaptado de APA

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