por Jack Spender
Nuestro último tema para las iglesias que buscan mantener y defender el patrón del Nuevo Testamento es el liderazgo de Cristo como Cabeza de Su iglesia. Todos los demás distintivos pierden significado si no están en su lugar para honrar y obedecer a la Cabeza de la iglesia. Las Escrituras ilustran este principio, con la “Revelación” (Apocalipsis 1:1) presentándose como el último libro de la Biblia.
Inicialmente consideramos el plan del Señor para el liderazgo de la iglesia: los ancianos. Luego estudiamos el pueblo de la iglesia: el sacerdocio universal de todos los creyentes. Pensamos en la naturaleza de la iglesia misma, y ahora queremos explorar algunas formas en que la iglesia da una expresión práctica a la posición del Señor como Cabeza y Centro. No basta con incluir este punto en las declaraciones doctrinales. Debemos aplicarlas prácticamente en cada faceta de la vida y función de la iglesia.
Pablo nos advierte del peligro de que los santos y las iglesias se hinchen de orgullo “no asiéndose a la Cabeza” (Colosenses 2:18-19). Y, como sabemos, los matrimonios cristianos ilustran esta relación de liderazgo dada por Dios: “Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo… en todo” (Efesios 5:24), lo cual proporciona un fundamento doctrinal para las relaciones matrimoniales saludables.
Un recordatorio necesario
Antes de cubrir los detalles, debemos recordar un punto básico. El Señor busca corazones que lo amen, deseando complacerlo de todas las maneras posibles. Por consiguiente, la iglesia se convierte en el lugar donde tales corazones dan expresión visible a ese amor por el desbordamiento del “ser interior de la persona” (1 Pedro 3:4 RVR77) hacia Él y hacia los demás. Es fácil olvidar esto, e imaginar que lo que el Señor busca principalmente es el orden apropiado de la iglesia. Si los corazones son cálidos y el Espíritu de Dios no es contrariado, ¡este desbordamiento se reflejará en la adoración, en el servicio y en la esfera de acción. Sin él, como alguien ha dicho, nos quedamos solamente con “el zumbido de la maquinaria religiosa”.
Sin embargo, esta relación de amor no es simplemente una experiencia interior privada o basada en las emociones. Toma en serio la pregunta del Señor: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46), y ciertamente eso incluye Sus palabras a través de los apóstoles con respecto al orden en la iglesia. De hecho, el contexto de la amonestación en 1 Corintios 3, “pero cada uno mire cómo sobreedifica”, muestra que se refiere principalmente a la edificación de la iglesia.
Una relación de amor busca complacer a la persona amada. ¡Por lo tanto, busca acercarse lo más posible a sus instrucciones y a la intención de su corazón para los suyos! Sin excusas, modelamos las reuniones y la conducta de la iglesia según el diseño que Él dio al principio para cumplir Su promesa de edificar la iglesia. No estamos libres de “que cada uno proceda a su manera”. Por cierto, esto ilustra la diferencia entre el legalismo y la obediencia.
Formas prácticas de sustentar la verdad sobre la iglesia a través del Nuevo Testamento.
Entonces ¿cómo podemos proteger y mantener el diseño del Señor en nuestra propia asamblea? Existen muchas maneras, y el espacio sólo permite mencionar brevemente algunas de ellas, con algunas Escrituras relevantes. Tenga en cuenta que los primeros cuatro puntos se refieren a aquellas cosas en las que la iglesia primitiva perseveró (Hechos 2:42).
Debemos dar un lugar prominente a la enseñanza y la doctrina de la Biblia. La Palabra es nuestra autoridad y máxima prioridad; de ella fluye todo lo demás. Los ancianos y los hombres dotados “trabajan en predicar y enseñar” para perfeccionar a los santos (1 Timoteo 5:17; Efesios 4:11,12).
La comunión enfatiza las relaciones, tanto verticales (con el Señor) como horizontales (con los demás). La calidez y la multiplicación de estas últimas son tan buenas como la autenticidad de las primeras (1 Juan 1:1-4).
Las ordenanzas (el bautismo y la Cena del Señor) representan nuestra unión y comunión con Cristo. La iglesia primitiva partía el pan el primer día de la semana (Hechos 20:7) y las iglesias del Nuevo Testamento típicamente comienzan cada semana reunidas en torno al Señor. Es un momento para recordarle, lo que da lugar a la adoración en Espíritu y en verdad.
La oración al Padre en el nombre del Señor Jesús se practica en privado, en la iglesia reunida y en grupos más pequeños en los hogares y en ambientes informales (1 Timoteo 2).
La iglesia local es autónoma e interdependiente (no independiente) en su comunión con otras iglesias y santos. Ni las congregaciones ni los creyentes adoptan nombres denominacionales. Quienes conforman el pueblo del Señor son santos, creyentes, cristianos, discípulos, hermanos y hermanas, etc. pero nunca nombres sectarios.
Los roles asignados por Dios reflejan la Deidad y fomentan el desarrollo del liderazgo masculino en la iglesia y la familia.
El Evangelio es llevado al mundo en lugar de esperar que el mundo venga a la iglesia (Génesis 3:9; Lucas 19:10). La asamblea nunca es considerada como una multitud mixta, sino que sigue el ejemplo de todos los apóstoles considerándosela como compuesta por santos.
No hay un clero profesional; todos los sacerdotes creyentes están dotados para el servicio (1 Pedro 4:10). Los siervos del Señor no son profesionales, sino que perfeccionan a los santos para “la obra del ministerio” (Efesios 4:12). “Pastor” no es un título ni un cargo, y no describe a un administrador de la iglesia, sino uno de los muchos dones espirituales disponibles.
Los creyentes maduros aprenden a utilizar una terminología cuidadosa en las cosas espirituales, por ejemplo, refiriéndose a la asamblea local como “este cuerpo”, o describiendo a los creyentes como “hermanos”.
Una vez más, no se puede sobre enfatizar que estos elementos de gobierno y orden de la iglesia no generan la devoción al Señor, pero pueden ayudar a preservarla y expresar nuestro amor por Él y su sabio plan para su obra en la tierra. En consecuencia:
- Los ancianos deben basar sus decisiones en estos asuntos en un estudio de la Palabra, y estar abiertos a escuchar otros puntos de vista que puedan añadir ideas o instruir a otros.
- Por el bien de los nuevos creyentes, los jóvenes que crecen en la iglesia, y los santos que se integran a la comunión provenientes de otros lugares, los ancianos deben aprovechar las oportunidades para explicar desde las Escrituras “por qué hacemos lo que hacemos”.
- Las tradiciones pueden tener un lugar en la salvaguarda de importantes principios bíblicos, pero nunca deben tener mayor autoridad que la Palabra de Dios.
- Las iglesias locales pueden cooperar en actividades piadosas, respetando gentilmente las diferencias de los demás en asuntos secundarios.
Conclusión
La iglesia necesita ancianos activos y a la semejanza de Cristo. El dejar que la naturaleza siga su curso lleva a la ruina a la sociedad y a la iglesia. Quienes lideran y enseñan deben conocer sus Biblias sobre estos temas, y luego deben vigilar y sostener la expresión práctica de la misma en la vida de la asamblea. Esto no siempre será popular. Deberá hacerse de una manera humilde, amable, y como lo haría Cristo, pero debe hacerse.
Sabemos que la última carta de Pablo en la Biblia es la Segunda a Timoteo. ¿Sabe usted cuál fue su última advertencia en ese libro? En 2 Timoteo 4:3, habló de un tiempo en el que muchos en la iglesia “no sufrirían” la sana doctrina. En cambio, la gente buscará maestros que complazcan sus oídos y, en consecuencia, “se volverán a las fábulas”. Qué interesante es que esta advertencia final no se refiere a la maldad del mundo, sino a la apostasía dentro en la iglesia. Por lo tanto, exhorta a Timoteo a que “Prediques la palabra…” v.2
¡Que el Señor genere en nuestro interior, una poderosa convicción de que el diseño de Dios es sabio, y no puede ser mejorado… en cualquier cultura, o en cualquier época!
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