por Pedro Fuentes
Cuando aún me faltaban pocos años para el retiro escribí algunas reflexiones y algunas razones por las que creo debo retirarme a tiempo:
Después de los cincuenta comencé a darme cuenta de que las actividades que antes no me cansaban físicamente ahora sí me cansan y me agoto con más frecuencia. El desgaste físico es natural y debo aceptarlo. Es verdad que hay personas que tienen una resistencia física extraordinaria, pero no es la regla, más bien es la excepción. Salomón decía: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 10:9). Las personas sabias viven conscientes de sus posibilidades, como me decía un amigo que ya estaba entrando en el tiempo de retirarse: “La mente me da ordenes que mi físico no las obedece con la rapidez de antes”. Por esto, mejor retirarme a tiempo.
A medida que pasan los años, nuestro “disco rígido” se va llenando y al igual que nuestra computadora, el andar se pone más lento. La agilidad mental no es la misma y en ocasiones nos olvidamos cosas importantes y en otras repetimos demasiadas veces temas que no tienen tanta relevancia. Por esto, mejor retirarme a tiempo.
Ser una persona de experiencia tiene mucho valor, pero a su vez esto suele transformarse en un obstáculo para asumir nuevos desafíos. Cuando se es joven, uno es un poco “inconsciente” y no mide los riesgos que implica avanzar por ciertos caminos. El entusiasmo por conseguir algunos objetivos nos hace transitar sin detenernos demasiado en los peligros o en el alto precio que podríamos llegar a pagar por la decisión tomada.
Cuando llegamos a cierta edad preferimos vivir un poco más tranquilos y esto detiene el desarrollo y marcha de la empresa o del ministerio, por eso será mejor retirarse a tiempo.
Si por la gracia de Dios tuvimos una buena trayectoria y nos ganamos el reconocimiento y respeto de la gente, es muy probable que quienes nos quieren y nos valoran no se atrevan a señalarnos los errores. Esto suele perturbar la marcha de la tarea, generar algunos perjuicios y producir desarmonía en los equipos de trabajo. La mayoría de las personas no están dispuestas a confrontar con alguien de experiencia y de trayectoria, aun cuando las malas decisiones sean evidentes y perjudiciales, por ello será mejor retirarme a tiempo.
Como cualquier persona cometeré errores y si estoy en un lugar de conducción, esto afectará a muchos. Quienes me quieren guardarán silencio y quienes no, seguramente hablarán a mis espaldas. Lo cierto es que nunca me enteraré de lo que piensan y en qué medida estaré perjudicando a unos y a otros. Por ello, para evitar los silencios del respeto y los comentarios de la burla, mejor retirarme a tiempo.
Tenga conciencia o no, ocupo un lugar; físico, laboral y social en un tiempo determinado y en un espacio definido. A menos que me corra de este espacio, nadie podrá ocuparlo. El apego a mi lugar y a mi actividad puede impedirme vislumbrar el nuevo espacio (físico, social y laboral) que podría ocupar en el adiestramiento, capacitación y formación de los jóvenes que vienen detrás de mí. Creo que una de las grandes satisfacciones de quienes se retiran es ver a los jóvenes que vienen detrás ocupar su lugar con toda solvencia y compromiso porque les dejaron un buen modelo a seguir. Ocupar un lugar de conducción nos da cierto “poder” y nuestro erróneo concepto del uso del poder (que asociamos a la autoestima) nos puede cegar para no querer perderlo. Esto nos transforma en egoístas y avaros de las posiciones de poder que Dios nos concedió temporalmente para bendecir a otros. Antes que esto me suceda, mejor retirarme a tiempo.
Quizás cuando me jubile el Señor me conceda un tiempo más para peregrinar aquí en la tierra; seguramente vendrán otros desafíos y nuevas oportunidades. Espero aprovecharlas honrando a Dios e irme preparando para cuando llegue el final de la carrera poder decir como el apóstol:
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” 2 Timoteo 4:7-8.