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PABLO SE DESPIDE – PARTE 1

por Chuck Gianotti

 

La obra de un anciano se enseña y se adquiere. Con esto quiero decir que como ancianos necesitamos la instrucción verbal, los desafíos, y la rendición de cuentas en relación con nuestro desempeño de esta tarea esencial de cuidar la grey de Dios en la iglesia local. Pero también necesitamos modelos para imitar, el ejemplo de los que nos han precedido. La enseñanza y el ejemplo son necesarios. Pablo proveyó ambas cosas a los ancianos de Éfeso, como quedó registrado en su discurso de despedida en Hechos 20:17-38. En esta serie de tres partes, aprenderemos de Pablo al recordar primeramente acerca de su conducta; luego de su carácter mientras estuvo entre ellos; y finalmente consideraremos la solemne advertencia que les hizo.

Comencemos con el trasfondo

Pablo visitó la ciudad de Éfeso junto con Priscila y Aquila en el último tramo de su segundo viaje misionero, y dejándolos en ese lugar, continuó hacia Antioquía, su sitio de base. Tiempo después, volvió a visitar Éfeso en su tercer viaje. Durante su ausencia, Priscila y Aquila, junto con el poderoso predicador Apolos, edificaron sobre el fundamente puesto por Pablo, y la obra había prosperado. Pablo se quedó ahí por tres años (Hechos 19:10, 20:31) y la Palabra de Dios prosperó tanto en Éfeso (19:20) como en toda Asia (19:10).

Después de continuar con sus viajes misioneros a través de Macedonia y Grecia, no llegó a Éfeso, sino que se quedó en la ciudad costera de Mileto a unos 50 o 60 kilómetros de distancia. Desde ahí envió a llamar a los ancianos de Éfeso y les dio su mensaje de despedida (Hechos 20:17-39). Este es el pasaje más claro en el Nuevo Testamento donde Pablo interactuó personalmente con los ancianos. Su amor por la iglesia y el ministerio de los ancianos es evidente.

No podemos pasar por alto el hecho de que los creyentes de Éfeso, incluidos los ancianos, no tendrían más de cinco años de convertidos. En algún punto de su joven historia, ya habían reconocido ancianos, como era la costumbre de Pablo con las iglesias que fundaba. Más que perfección en estos hombres identificados como ancianos, él había visto el potencial. Ellos habían recibido bastante enseñanza de parte de Pablo, Priscila, Aquila, Apolos y posiblemente también de Timoteo (quien residía en Éfeso cuando Pablo le escribió las dos cartas que llevan su nombre). Lo que Pablo buscaba era la fidelidad, como le ordenó a Timoteo: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros” (2 Timoteo 2:2 NVI).

Pablo comienza su discurso final recordándoles su ejemplo. Notemos que su mensaje incluye la observación de que él ha modelado cierta conducta delante de ellos. Sin duda, él desea que ellos imiten esto mismo, el modelo de una conducta que deberían transmitir a otros. Aquí no hay jactancia u arrogancia; es como un padre mostrándole a su hijo cómo atarse los cordones: “Ven, mira como lo hago”. Ese niño o niña, cuando crezca, a su vez recordará como aprendió a atarse los cordones y hará de modelo para sus hijos.

¿Cuál es entonces el ejemplo que Pablo modeló para ellos y que tuvieron la oportunidad de observar a lo largo de tres años?

Anunció la verdad (v. 20)

Esto no se trató de razonar con ellos, sino de transmitirles la verdad, como si dejara suelto a un león. La Palabra de Dios es intrínsecamente poderosa y a veces no requiere ninguna explicación; simplemente debe ser proclamada.

Enseñó la verdad (v. 20)

En otros momentos Pablo explicaba el significado de las cosas, “razonando” con los que deseaban involucrarse con él (ver Hechos 19:9). Esto requiere paciencia y comprensión.

Testificó acerca de la verdad (v. 21)

Hubo momentos en los que Pablo compartió su experiencia personal con la verdad, mostrando cómo la aplicaba a su vida. Sin duda, él practicaba el arrepentimiento y la fe que predicaba, y lo relató varias veces en el libro de Los Hechos.

Seguía un propósito (v. 24)

Pablo tenía en claro cuál era su propósito y mantenía su rumbo. Un líder del pueblo de Dios debe tener claro por qué hace lo que hace. No debe perder tiempo en áreas que no son esenciales para los propósitos de Dios en su vida.

Trabajaba duro (vv. 34 y 35)

Nadie podía decir que Pablo era un holgazán; él se ocupó de su propio sustento mientras servía al Señor. El ministerio y el sustento, ambos exigen un esfuerzo extenuante.

Servía durante largas horas (31)

Esta era la consecuencia natural de un hombre que se sostenía a sí mismo y tenía pasión por servir al Señor. Al menos durante algún tiempo en Éfeso, Pablo era lo que denominaríamos un obrero “bi-vocacional”. Su trabajo secular no indicaba que le faltaba fe, sino que era un asunto de necesidad y de ejemplo.

Fue generoso (v. 34)

Pablo trabajaba en su oficio de hacer tiendas (ver Hechos 18:3) para poder apoyar a otros. Él dio ejemplo durante tres años y durante su discurso de despedida a los ancianos, conscientemente les recordó el estilo de “valor y ejemplo” en su enseñanza, particularmente en su conducta. Él sabía que su vida coincidía con sus palabras. Así que los ancianos no solamente debían imitar su ejemplo de integridad, sino que también debían ser ejemplo a otros.

La realidad es que los ancianos invariablemente dan ejemplo a toda la iglesia, como también a los otros ancianos. La pregunta es: ¿estamos siendo un buen o un mal ejemplo?

No nos escudemos detrás de una falsa humildad, sino vivamos nuestras vidas con una actitud de corazón: “aquí estoy, obsérvenme”. No por arrogancia o auto alabanza, sino con un genuino espíritu de humildad queriendo mostrar por nuestra conducta cómo debe vivir un hombre de Dios, un líder del pueblo de Dios.

Si no lo hacemos nosotros, entonces ¿quién lo hará? Estimulémonos unos a otros a seguir el ejemplo de Pablo, seamos un buen ejemplo a otros.

 

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Adaptado de Apuntes para Ancianos

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