Pasar el testigo puede ser doloroso. O al menos incómodo. Esto nos lleva al segundo temor potencial:
El temor al cambio.
¿Por qué a menudo tememos al cambio? Posiblemente la respuesta esté en cómo respondemos a esta pregunta: ¿Dónde está tu pasión? Piensa en ello. ¿Tu pasión está impulsada por la Palabra de Dios y por el evangelio de Cristo extendiéndose a todas las naciones? ¿O te apasiona más el mantener las tradiciones? Sin duda la tradición tiene su lugar. Pero ¿qué es lo que nos apasiona? ¿Qué es lo que buscamos? ¿En qué concentramos nuestros esfuerzos? ¿Estamos concentrados en llevar el evangelio a todas las naciones o en preservar nuestro estilo de vida actual?
Y no estamos hablando a solamente a la generación más adulta aquí, también hablamos a los jóvenes. Todos tenemos testigos que pasar a otros. Así que no se acomoden. Nadie debería ponerse cómodo. Esto es lo que Dios nos dice a todos en su Palabra.
Quiero sugerir algunas posibilidades por las cuales le tememos al cambio. Una de ellas es la falta de comunicación. Cada generación siente que no es escuchada. Los mayores sienten que no son respetados y los más jóvenes sienten que sus sugerencias son menospreciadas porque son nuevas e incómodas.
Otro motivo por el cual tememos al cambio tiene que ver con nuestra falta de accesibilidad. ¿Eres alguien accesible a las personas de tu iglesia? No pregunto si estás ahí físicamente el domingo, sino ¿eres accesible? ¿Estás involucrado en sus vidas de tal manera que ellos sepan que los amas y estás interesado en ellos? ¿Estás estimulándolos de alguna manera práctica?
Cuándo ellos piensan en quiénes se interesan por ellos, ¿eres tú uno de ellos? ¿Eres alguien a quien acudirían con sus problemas e ideas? ¿Tendrás la oportunidad de desarrollar tal relación que puedas formarlos para ser líderes que llevarán y pasarán el testigo? ¿Sabes qué está sucediendo en sus vidas? ¿Sabes lo que motiva a los jóvenes de tu iglesia? ¿Sabes qué motiva a los niños de tu asamblea? ¿Y qué de ustedes los jóvenes? ¿Saben ustedes lo que le interesa a la generación de mayor edad? ¿Estamos siendo accesibles?
Posiblemente el mayor contribuyente al temor al cambio es la falta de sacrificio. Si no hay sacrificio, el testigo no será entregado. ¿Estás sacrificándote por aquellos que van a recibir el testigo? No podemos pasar el testigo y seguir manteniendo el statu quo. Debemos aceptar el hecho de que nuestras vidas cambiarán si encarnamos el mensaje que Cristo nos mandó poner en práctica.
En 2 Corintios 12:15 el apóstol Pablo dice: “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos”. Todo aquel que esté leyendo esto, está gastando. El hecho de que estés tomando tiempo para leer esto significa que estás gastando o invirtiendo tu tiempo. Todos estamos gastando en favor de la eternidad ¿no es así? Pero Pablo va más allá de solo gastar. Él dice: “Así que de buena gana gastaré todo lo que tengo, y hasta yo mismo ME GASTARÉ del todo por amor a vuestras almas”. Cristo dejó su zona de comodidad para venir al mundo y demostrarnos su amor. En compensación, ¿estamos dispuestos a gastar y gastarnos por amor a él?
¿Quién recibirá el testigo?
En una carrera de relevos, se trata del próximo corredor. Y en la carrera de la vida es la próxima generación. Hemos oído de Bernabé invirtiendo en Pablo, y luego vemos a Pablo invirtiendo en otros. El trasfondo de la historia de Timoteo está relatado en Hechos 16. Simplemente dice que Pablo vino a Derbe y a Listra y allí había un discípulo llamado Timoteo que tenía una madre creyente y un padre gentil. Pero hablaban bien de él los hermanos y las hermanas de las iglesias locales, así que Pablo quiso que Timoteo lo acompañara. Pablo tuvo la visión de invertir en este joven. En 2 Timoteo 1 Pablo escribe acerca de la abuela Loida, quien, como madre invirtió en su hija Eunice. Y, tanto la mamá Eunice como la abuela Loida invirtieron en Timoteo. Luego Pablo entra en la escena, e invierte en Timoteo también. Ahora, unas 50 generaciones después, nos encontramos todavía gozando de los beneficios de la inversión que Pablo hizo en aquel joven fiel.
Siempre es un gozo observar a nuevos creyentes que reciben el testigo y luego lo pasan a otros. Saben escoger proactivamente en quiénes invertir con sacrificio. Ellos saben lo que es gastar y gastarse.
En un territorio controlado por una dictadura, oímos de líderes de iglesias que cada dos semanas invierten 4 horas del sábado para capacitar a las próximas generaciones para que estén preparadas para recibir el testigo. Sin embargo, en algunas naciones prósperas, muy a menudo, vemos a creyentes bien fundados en nuestras asambleas locales que no están recibiendo el testigo. Algunos de ellos incluso están extendiendo la mano, pero no se les entrega el testigo. ¿Por qué nos es tan difícil confiar suficientemente en el Señor como para encomendar a la próxima generación con el testigo del liderazgo?
Pensemos en otro motivo por el que no pasamos este testigo a quienes deberían recibirlo.
Temor al compromiso.
¿Qué significa esto? Consideremos nuestros programas de Escuela Dominical. Generalmente sacamos a los niños de la reunión principal para llevarlos a una clase de la Escuela Dominical. Pero, por desgracia, a menudo son enseñados por personas que están aprendiendo a la par de ellos. Y muchos de los programas de nuestras Escuelas Dominicales se elaboran descuidadamente, sin la debida reflexión sobre sus contenidos.
En este aspecto, podemos aprender de quienes pertenecen a otras creencias. Sabemos que esto puede incomodarnos, pero hagámoslo, incomodémonos un poco. Un motivo por el cual no se pasa el testigo es porque no estamos preparando a nuestros jóvenes; no estamos preparando a la próxima generación con el fundamento de las Escrituras. Ahora bien, en cierta medida consideramos que las asambleas tienen excelente enseñanza bíblica, pero a menudo no usamos un enfoque metódico con nuestra juventud para darles el correcto fundamento.
Yo (Nate) trabajo con niños de todo tipo de trasfondo y tengo algunos amigos mormones. Cuando los hijos de mormones llegan al décimo grado, durante los siguientes tres años, 5 días a la semana a las 7 de la mañana, antes de ir a la escuela, asisten a la iglesia donde reciben una enseñanza sistemática. En un año abarcan el Antiguo Testamento, al siguiente año abarcan el Nuevo Testamento, y en el tercer año abarcan el libro del Mormón. Ahora bien, puedo decirle que los jóvenes mormones con los cuales interactúo conocen la doctrina a fondo, y generalmente son muy vehementes sobre la misma.
Los niños musulmanes van a las escuelas coránicas cuando tienen entre 3 y 4 años. Algunos de ellos memorizan todo el Corán, que es casi tan largo como el Nuevo Testamento. ¡Impresionante! ¿Cuántos de nuestros jóvenes pueden recitar 3 capítulos de las Escrituras? Mucho menos un libro entero.
El punto es que muchas otras creencias tienen un método sistemático para la enseñanza de la juventud. Sin embargo, a veces simplemente les lanzamos la Palabra como si de alguna manera la pudieran comprender por su cuenta. Preparemos a esta generación. Seamos intencionales en ello. Reunámonos y conversemos sobre esto. Formulemos estrategias. Entreguémonos a nuestros jóvenes.
Nuestros jóvenes no van a la iglesia para entretenerse. Eso lo pueden conseguir afuera. Lo que los motiva a venir es algo por qué vivir y por qué morir. No hagamos concesiones con el mensaje de Jesucristo que dice: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme”.
En el prefacio de “El verdadero discipulado”, Bill MacDonald describe un pueblo que está harto de mantener el statu quo; un pueblo que desea tomar las palabras de Cristo literalmente. Eso es lo que los jóvenes están buscando hoy y es hora de que nosotros, la iglesia, dejemos de hacer concesiones a ese mensaje en la asamblea, en el hogar, y en nuestros ministerios. ¿Por qué deseamos que permanezcan en la asamblea? ¿Para mantener el statu quo? No. Todos deberíamos tener clara la responsabilidad de pasar el testigo del evangelio de Jesucristo a las naciones del mundo. Esta es nuestra responsabilidad. ¿Cuál es nuestro plan para los siguientes tres años? ¿Cuál es nuestro plan para la próxima década? ¿Cómo estamos preparando a otros para que reciban el testigo?
Nuestra responsabilidad involucra un compromiso personal, privado y público. Pasar el testigo requiere un compromiso personal; de estar presente en la vida de esas personas, de orar por ellos, de estudiar la Palabra de Dios juntos. También es un compromiso privado; de saber qué ocurre en la vida de ellos, de interactuar con ellos, de estar involucrado con ellos en un nivel de amistad. También es un compromiso público; de presentarles situaciones y tareas de ministerio, tal como Bernabé hizo con Pablo. Ya hablaremos de los riesgos potenciales de todo esto, pero por el momento, reconozcamos a pesar de los riesgos peligros, nuestro deber es invertir en nuestra próxima generación de forma personal, privada y pública.
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Adaptado de Apuntes para Ancianos |