Los ancianos somos llamados a contener nuestra propia reacción personal hacia la manera en que las personas se muestran, para ir más a fondo al tratar de entenderlas y ayudarlas. Sin embargo, como seres humanos, estamos muy influenciados y limitados por lo externo, ya sea la apariencia física, la personalidad, la posición social, los recursos económicos y las interacciones o comportamientos del pasado. Para un anciano es muy fácil asumir una postura pseudo-espiritual indicando que su trato es el mismo para todos. Pero la realidad, si somos honestos, a veces esto no es así. El trato preferencial hacia algunos creyentes, y una atención inconsistente hacia otros constituye un problema de integridad para los pastores del pueblo de Dios. Lo he visto en otros y lo he visto en mi propia vida. Fácilmente podemos sentirnos a gusto con algunas personas y no con otras, sobre una base superficial.

El Señor habla sobre esto de forma clara y directa en Santiago 2:1-9, y los líderes deben ser buenos modelos de esta conducta y actitud. Debemos ir más allá de la apariencia obvia de las cosas, porque nuestros juicios basados en lo superficial serán casi siempre equivocados.

Ejemplos del hockey sobre hielo


Durante algunos años, fui capellán para el equipo local profesional de hockey sobre hielo y descubrí cuan fácil es ser engañado por las apariencias externas. Mi ministerio entre ellos fue similar al ministerio en la iglesia local. Sé que los atletas profesionales en su interior tienen necesidades espirituales y emocionales, pero cuando los ves en el hielo compitiendo y chocando unos con otros, no pensarías que así es.

Contrario a las percepciones comunes, la mayoría de jugadores profesionales que he conocido pueden ser caballeros y muy corteses. Muchos han venido a visitar nuestra casa y lo sabemos por experiencia. ¡Incluso uno de ellos tocaba música clásica en el piano! También asistía a la mayoría de las reuniones en nuestra iglesia.
Otro era extrovertido, amigable, gregario, y cristiano. Las personas se sentían atraídas hacia él porque era muy amable.

Permíteme describir a algunos otros. Uno era alto y rudo, con una mirada algo dura. La primera vez que vino a la capilla, estando en el otro extremo de la mesa, con mala cara, preguntó directamente, “¿cómo sabe usted que Jesús realmente era Dios?” Pensé que sólo quería envolverme en un debate. Mi respuesta no cambió su mirada, y no pareció convencerle. Un día lo invité a almorzar, y descubrí que había aceptado a Cristo cuando era niño, pero nadie le había hecho seguimiento después que se trasladó a otro pueblo para jugar hockey. Su compañera había sido criada en un hogar cristiano donde su padre, que había sido un líder en la congregación, los abandonó al irse con otra mujer de la misma congregación. Resultó que este joven tenía mucho interés en aprender más de la fe, que una vez había experimentado.

Otro jugador me enfrentó en el pasillo. Era el “defensor” del equipo, el que pelea contra el defensor del otro equipo para proteger a sus compañeros. Era nuevo, yo no lo había conocido antes. Con un cuerpo musculoso y una cara llena de golpes del partido anterior, se paró frente a mí y me miró intensamente, sin decir nada y sin pestañar. Otros jugadores se pararon para observar. Era conocido como revoltoso y no muy querido a causa de su vida alocada e indisciplinada.

La atmósfera se tornó tensa. Viendo su puño elevado al nivel de mi estómago, oré silenciosamente por ayuda. Seguramente el Espíritu Santo me motivó en ese momento, porque sin pensar cerré mi puño y lo choqué con el suyo sonriendo, tal como haría con un amigo. Entonces el hizo lo mismo, se sonrió y se fue. ¡Qué alivio! Poco después vino a la reunión de la capilla, se sentó en silencio hasta el final y luego se quedó, obviamente queriendo hablar. Lo invite a almorzar y por 90 minutos me contó de su vida, de su matrimonio fracasado y de un hijo de 6 años que no había visto en dos años. Estaba dolido. Y dijo que estaba cansado de ganarse la vida, peleando. Bajo la imagen antipática de un peleador duro, había un hombre luchando con las cosas más profundas de la vida.

Otro jugador evidenciaba haber sido alguien muy importante en la universidad, y mantenía esa actitud con un paso arrogante y coqueteando con las damas, aunque era casado. Podía hacerte sentir que te estaba haciendo un favor al querer hablar contigo. No me permitía penetrar su fachada exterior, así que yo no podía conocer a la verdadera persona. A causa de su actitud arrogante, algo dentro de mí quería descartarlo. Pero, como en los otros casos, yo estaba seguro de que tras la fachada había un corazón humano y un alma.

Los jugadores de hockey son seres humanos que luchan con problemas reales de la vida, aunque a menudo se esconden bajo superficialidades. Es posible que nos sintamos más a gusto con algunas personas que con otras, pero en el proceso ignoramos a la persona real que hay en cada uno. Lo mismo es cierto en la iglesia.

Aplicación a la iglesia

 
A pesar de las apariencias externas, muchas personas luchan con diversos problemas en la vida, y el Buen Pastor quiere ministrarles. Como pastores bajo Su guía, debemos ir más allá de la superficie con las personas para descubrir donde se encuentran en su vida espiritual. No es suficiente con solo incrementar el volumen de la enseñanza doctrinal, o golpear el púlpito con más fuerza, y esperar un cambio verdadero y profundo en las vidas por alguna clase de simbiosis espiritual. Hay que conocerles de verdad.

En otras palabras, no podemos darnos el lujo de ser atraídos a algunos a costa del descuido de otros, basándonos en un criterio externo. Algunos son ricos, otros son pobres, algunos son conversadores, otros tartamudean, algunos se comportan bien en una situación social, otros no. Algunos tienen un rango social más alto, otros más bajo. Algunos te pueden haber caído mal en el pasado, otros siempre te han elogiado. Algunos oran elocuentemente usando las palabras correctas, otros no se expresan bien. Como ancianos, debemos pastorearlos a todos, aun a aquellos que nos caen mal.

¿Cómo podemos hacerlo? Aquí hay unos pasos para considerar:

Una autoevaluación honesta

En primer lugar, conviene hacer una evaluación de sí mismo. Como anciano, pregúntate lo siguiente:
  • ¿Los que tienen más dinero reciben un trato especial en mi iglesia local?
  • ¿Algunas voces tienen más peso conmigo por ser más fuertes o persistentes?
  • ¿Busco a los que son buenos para orar (elocuentes al hablar) para que oren en eventos importantes?
  • ¿Los domingos (o cuando hay reuniones) paso más tiempo con ciertas personas de mi nivel social?
  • ¿Me encuentro con otros para almorzar o tomar un café, o las visito en sus casas sólo para saber cómo están?
  • ¿Secretamente siento que mi posición en el mundo determina mi posición en la iglesia?
  • ¿Trato de esconder mi parcialidad con razones que parecen bíblicas?
  • ¿Delego responsabilidades del ministerio según factores externos, antes que en dones espirituales?
 

Visitas personales


En nuestra iglesia local los ancianos suelen visitar a los creyentes en sus casas, dividiendo a la congregación entre ellos.

Durante reuniones de la iglesia


En una iglesia, los diáconos tomaron la iniciativa de ayudar a los ancianos encargándose de los deberes del domingo de mañana para así librarles para pastorear al rebaño, saludando, conversando, orando y simplemente, pasando tiempo con la gente. Nada anima más que ver a un anciano a un costado, orando con alguien.

Ministerio de grupos pequeños

 
Considera el ministerio de grupos pequeños, siguiendo el ejemplo de la iglesia primitiva, para llegar a conocer mejor a los creyentes en forma personal. Los grupos pequeños dan a los ancianos la oportunidad de conocer a otros. Sin duda es difícil conocerlos cuando el único contacto viene de un intercambio casual en reuniones numerosas.

Lo fundamental es, que, para pastorear bien al pueblo de Dios, debemos profundizar. Esto requiere tiempo, energías y sacrificio.  De otro modo, nos quedaremos evaluando sus necesidades espirituales según lo que es superficial. Pero el esfuerzo para profundizar con la gente tiene como recompensa el gozo de ministrarles en su verdadera necesidad.
 

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Adaptado de APA

 

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¿Hay algún tema que quisieras que abordemos en este blog, o tienes alguna pregunta? Escríbenos, y daremos respuesta en una próxima edición.

Te invitamos a orar por el crecimiento de este ministerio y por que Dios provea los recursos necesarios para seguir sirviendo a su iglesia.

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