De vez en cuando encontramos asambleas que sufren de una deficiencia de cuidado pastoral y liderazgo, y la esperanza de mejoría de repente se desvanece al indagar acerca de los ancianos. La respuesta es un triste relato de edades avanzadas, ausencias a causa de viajes, etc., y a renglón seguido este comentario, “Pero usted sabe…, “Una vez anciano, anciano para siempre…” ¿Es esta realmente una verdad bíblica o es tan solo una mera tradición humana? La pregunta merece una seria consideración, porque su respuesta nos lleva de vuelta a la naturaleza y autoridad del liderazgo en la asamblea.

En primer lugar, algunas reglas de excepción. Hay muchos ancianos excelentes que pasan por etapas de disponibilidad reducida debido a diferentes razones, tales como dificultades de salud, asuntos familiares, o compromisos de trabajo. Estas cosas son parte del curso normal de la vida, y una fidelidad a largo plazo a pesar de las pruebas resulta ser reconfortante. Otros creen que, aunque la edad avanzada no les permite estar presentes en las reuniones de ancianos, todavía pueden proporcionar buen consejo, y sumar sus voces en tiempos difíciles cuando errores doctrinales o morales amenazan a la iglesia. Esto también es bueno.

Pero ¿qué de aquellas situaciones donde un anciano ha perdido todo el interés de hacer el trabajo, o no puede hacer la obra por inflexibilidad o por otros estragos que a veces acompañan una edad avanzada? Quizás una persona ya no califica según las normas dadas en 1 Timoteo y Tito, o llega a ausentarse por largos períodos de tiempo. Además, ¿qué de un hermano que se traslada desde su área a una ciudad lejana y proclama que, considerando que fue un anciano “allá”, todavía sigue siendo anciano en el nuevo lugar? ¿Se es anciano dondequiera que vaya? ¿Existen antecedentes bíblicos para limitar la duración de un ministerio, siendo que en realidad ningún límite es mencionado? ¿Está mal esperar que un anciano renuncie bajo ciertas circunstancias? Volviendo a las instrucciones en el Antiguo Testamento sobre el ministerio en Israel, es interesante notar que los Levitas podían participar plenamente en sus esferas de trabajo hasta la edad de cincuenta años (Números 8:25, 26). Después de eso, podían operar en tareas de apoyo a sus hermanos, pero los días de su función activa habían terminado; su tarea debía ser transferida a hombres más jóvenes.

En el Nuevo Testamento, no existen instrucciones sobre la duración de la tarea de anciano. Ciertamente, donde la Biblia guarda silencio, tenemos la libertad para decidir. Así que entonces en realidad tratamos de entender aquello que resulte lo mejor para la iglesia. Si estudiamos el llamado de Pablo y Bernabé para el servicio misionero en Hechos 13, no encontramos referencia a ningún límite de tiempo. Sin embargo, cuando estos hombres habían trabajado en la obra por algún tiempo, leemos, “De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido”. Aparentemente Pablo y Bernabé sintieron la libertad para decidir cuanto tiempo debían permanecer en el campo de labor antes de volver a casa. Esto no tiene nada que ver con “renunciar”, puesto que Lucas habla de una obra cumplida.

En 1 Timoteo 3.1-8, Pablo instruye a Timoteo sobre las cualidades requeridas para los ancianos. Una traducción literal del versículo 1 nos ayuda mejor a comprenderlo. Dice, “Si alguno anhela obispado, buena obra desea”. No dice “si alguno anhela obispado, buena posición desea”. Esto resulta ser así porque la base del obispado (anciano o sobreveedor) en el Nuevo Testamento, es el reconocimiento de la obra, y no la adquisición de un título. Escribiendo a la joven asamblea en Tesalónica, Pablo exhorta a los creyentes a que: “reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra” (1 Tes. 5.12, 13). ¡Sería inútil exhortar a la gente a saber quiénes son sus líderes si se tratara simplemente de conocer los nombres de aquellos a quienes se les ha conferido un título! 

Otra vez en 1 Timoteo 3, Pablo demuestra cómo Timoteo (y nosotros) podemos reconocer a los ancianos a nivel local, y repite esto en Tito capítulo 1. Un estudio cuidadoso de estos pasajes mostrará que hay que evaluar con mucha oración el carácter de un hombre, su familia y su capacidad espiritual. Una conclusión sumaria razonable parece ser: Un hombre puede funcionar como anciano en la iglesia si desea la obra y si tiene las cualidades requeridas. Si pierde el deseo o ya no califica, no puede ser considerado como anciano, y debe ceder el lugar a otros que puedan hacer la obra. Viendo que el asunto del reconocimiento por la congregación es una parte importante del proceso, es razonable que un hombre no debe esperar ser reconocido en cierto lugar debido a que ya fue reconocido alguna vez en otro lugar. Esto va en línea con el respeto a la autonomía de una iglesia local; la autoridad de su liderazgo (humanamente hablando) no proviene de ningún lugar externo a la congregación local.

A lo largo de los años, he tenido el privilegio de visitar una asamblea grande y robusta en el sur de los Estados Unidos en una comunidad de jubilados cristianos. Cristianos de todos lados de los Estados Unidos y de Canadá se han mudado allí para vivir. Muchos de los hombres han servido por años en sus asambleas como ancianos. Pero cuando llegan a su nueva área y a una nueva asamblea, humildemente toman su lugar bajo la tarea y el cuidado de los ancianos de la congregación. Por supuesto, algunos pueden anhelar el ser ancianos, y con el pasar de los años pueden llegar ser reconocidos por la congregación local, pero esto sólo será porque han asumido de nuevo la obra pastoral de un anciano y han ganado el respeto y reconocimiento tanto del rebaño, como de aquellos que ya son ancianos. A través de los años ha existido una maravillosa muestra de humildad y de la gracia de Dios, en este plan bíblico para la renovación del liderazgo en la iglesia.

Podemos entonces concluir con confianza, de que no hay autoridad bíblica para decir “Una vez anciano, anciano para siempre”. En cambio, un anciano es aquel que es reconocido por su labor, y será bueno para la iglesia, y es una señal de humildad que los ancianos entreguen la tarea a hombres calificados más jóvenes, cuando ellos mismos ya no puedan continuar. Esto estimulará el desarrollo de hombres más jóvenes de la asamblea, y protegerá a la asamblea de ese mal entendido profesionalismo que se nota cuando los hombres se aferran a retener títulos y honores, que ya no merecen.

 

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Adaptado de APA

 

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Te invitamos a orar por el crecimiento de este ministerio y por que Dios provea los recursos necesarios para seguir sirviendo a su iglesia.

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