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Protegiendo a la iglesia de los falsos maestros

por Jack Spender

 

Algunos años atrás, un joven creyente de una asamblea bien establecida se aproximó apurado a uno de los ancianos un domingo a la mañana y le dijo en tono alarmante: “¡Hermano, nuestra asamblea se está desmoronando!” “¿Qué quieres decir?” le contestó el anciano. “Venga a ver”. Él siguió al joven a la parte atrás del edificio donde se encontraban, donde quedó evidenciado el problema. Ciertamente, había varias piedras del cimiento que se habían aflojado durante el invierno y se habían separado del muro que soportaba el edificio.

Quizás nos cause gracia un relato como éste, ya que el joven no había empleado la terminología correcta, sin embargo, destaca varios puntos buenos. Él reconoció el peligro cuando lo vio e instintivamente buscó ayuda de un hermano más experimentado, y al hacerlo demostró el amor que tenía por su iglesia local.

Este relato verídico siempre me recuerda el pasaje en Tito 1:9-11. Después de listar las cualidades de un anciano de una iglesia, el apóstol Pablo menciona uno de importancia sin par: la habilidad de manejar las Escrituras para defender la iglesia. En referencia a los falsos maestros a quienes “es preciso tapar la boca”, Pablo describe el peligro en términos gráficos. Afirma que sus enseñanzas provocarán en la iglesia lo que este joven hermano observó en el edificio. La NVI dice “ya que están arruinando familias enteras”. La palabra literalmente significa “tumbar” o “trastornar”.

Reflexione lo que en realidad se está describiendo. Probablemente éste no era un ataque directo a las doctrinas de la fe que pudiese identificarse rápidamente como no ortodoxa, sino una sutil erosión de las verdades fundamentales sobre los que descansa la verdadera cristiandad. ¿Cómo deben hacer los ancianos para proteger a la iglesia de las falsas doctrinas que son sutiles?

Los ancianos deben conocer las Escrituras, poder identificar los peligros y confrontar con valentía a los opositores. Tres cosas son útiles en esta buena obra. La preparación, la vigilancia y la valentía son todas virtudes de líderes piadosos, y requieren caminar cerca del Señor y comunión en un esfuerzo disciplinado de equipo para tener éxito. Pensemos cómo puede funcionar esto en la práctica.

Preparación

Los ancianos generalmente son descritos en el Nuevo Testamento como trabajadores comunes con familias y empleos. No son religiosos profesionales con títulos especiales y a menudo no tienen capacitación religiosa formal, aunque no hay nada de malo en tener una buena educación cristiana. El asunto es que la mayoría de los ancianos no se convierten en líderes en la iglesia porque han adquirido pericia en teología sistemática sino porque aman al Señor y tienen cariño por el rebaño.

Algunos podrán estar capacitados especialmente en el manejo de las Escrituras, pero a menudo se ha señalado que las falsas doctrinas son más peligrosas cuando tienen gran similitud con la verdad. Los ancianos sabios se familiarizarán con las doctrinas fundamentales de la fe, y los pasajes de las Escrituras que apoyan estas doctrinas. Y los ancianos deberían hacer buen uso de las Biblias con referencias, buenos libros escritos por hombres que tienen sabiduría en estos temas, como así también cursos bíblicos por correspondencia y (donde sea posible) escuelas de enseñanza superior.

Precisamente la descripción de un anciano dada por Pablo en el pasaje de Tito 1 es aleccionadora: “Apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió” (vs 9). El anciano no sólo debe conocer La Palabra y aferrarse a ella, sino tengamos presente que debe ser un enseñador. No hay motivo de vergüenza en que un anciano admita que no lo sabe todo y que puede mejorar si afila sus herramientas. Los ancianos sabios deben dedicar una parte de sus reuniones al estudio de La Palabra (Hechos 6:2, 4).

Vigilancia

En su mensaje de despedida a los ancianos de la iglesia de Éfeso (Hechos 20), Pablo utilizó palabras como “mirad” y “velad” ante las amenazas que aparecerían después de su partida. Él advirtió específicamente de los peligros que ingresarían a las iglesias tanto desde el exterior como también surgiendo desde adentro de la iglesia. Estos últimos individuos hablarían palabras perversas y corruptas con la intención de atraer a seguidores como discípulos suyos.

Los ancianos siempre deben estar observando y evaluando atentamente el espíritu del ministerio que se realiza en la iglesia. A pesar de los peligros de las falsas doctrinas, en el Nuevo Testamento no hay ni una insinuación de que el libre ejercicio del sacerdocio del creyente es muy riesgoso y que debiera ser reemplazado por un único predicador que, por haber sido cuidadosamente seleccionado y autorizado, sólo hablará temas “seguros”. Como en aquellos días primitivos, la iglesia de hoy debe recibir enseñanza de parte de una saludable cantidad de hermanos confiables, y los ancianos siempre, como tema de supervisión, deben asegurarse de que el alimento entregado al rebaño sea atinado y edificante, puesto que ellos cargan con la responsabilidad de la alimentación del rebaño (Hechos 20:28).

Proverbios 11:14 nos recuerda que “en la multitud de consejeros hay seguridad”, y podemos imaginarnos un equipo de ancianos intercambiando impresiones acerca del valor del ministerio entregado por quienes visitan, y también de aquellos que comparten regularmente en la enseñanza de la asamblea.

Este sabio plan ha sido diseñado por Dios, y habilita a los hombres jóvenes que tienen algún don de exponer la Palabra, de edificar la misma congregación donde son bien conocidos. Qué diferente de aquellos grupos donde los dones de los hombres en la congregación pueden permanecer inactivos mientras que la iglesia convoca a desconocidos para llenar el “púlpito vacío”.

Por último, cabe señalar que, sin importar los peligros que podrían generarse a través de la predicación, estos pueden ser mucho más insidiosos cuando se comparten en conversaciones privadas. Gracias a Dios él tiene sus medios para evidenciar estas cosas a los ancianos que tienen como práctica regular el “velar y orar”.

Valentía

Los ancianos deben estar dispuestos a confrontar a las personas y las situaciones difíciles cuando sea necesario. Ésta es un área donde la valentía es una gran virtud. Los ancianos no pueden darse el lujo de cruzarse de brazos mientras que una enseñanza enfermiza altera la iglesia y socava la fe. ¿Cuántas congregaciones fueron diezmadas por el error disfrazado de “una nueva verdad apasionante”, mientras que los ancianos se mantuvieron al margen silenciosamente?

Utilizando palabras fuertes en Tito 1:9-10, Pablo describe a los falsos maestros como “los que contradicen” (RVR60) o “los que se opongan” (NVI), “contumaces, habladores de vanidades y engañadores” que socavan la fe de los creyentes con intención de obtener ganancias mal habidas” (vs. 11). Como hombres que aman la paz, los ancianos tal vez sean reacios a entrar en una controversia con hombres que gocen de popularidad con la gente de la iglesia. Cuando sea posible, estas confrontaciones deberían realizarse en privado. Pero habrá veces en que los ancianos deben expresar su posición públicamente para refutar un error, y aún rechazar a quienes traigan falsas doctrinas. ¡Cuánto de esto debe inferirse de la afirmación “a los cuales es preciso tapar la boca” (vs. 11) es materia de conjetura!

No hace mucho, un escritor fue testigo de una situación donde los ancianos se sintieron obligados a confrontar a hombres cuyas enseñanzas habían anquilosado a la asamblea mediante el legalismo durante muchos años. El proceso fue doloroso y requirió mucho valor, pero el resultado fue encantador. Se escuchó decir a un anciano que el tono mismo de los momentos de comunión tenía una nueva frescura, dado que ahora venían amigos y los corazones fríos se descongelaban, dando lugar a sonrisas y abrazos de afecto, al recibir la Palabra con gozo y regocijo.

Algunos recordatorios

Muchos jóvenes hoy están creciendo dentro de una sociedad permisiva donde es normal ser desconfiado, o incluso tener resentimientos ante la autoridad. Aún después de su conversión, algo de esto puede permanecer en sus pensamientos. A la larga crecerán, pero mientras tanto, es especialmente importante que toda la exhortación y corrección sea abordada en un espíritu de sinceridad y gracia como lo haría Cristo.

Pablo le dijo a Timoteo “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina…” (1 Timoteo 4:16). Este consejo es tan necesario hoy en día como lo fue al escribirse. Los ancianos que trabajan en la Palabra y la doctrina (1 Timoteo 5:17) hacen una buena obra y deben ser honrados. ¿Por qué? La carne anhela ser reconfortada y sentirse bien. Los enseñadores que complacen a quienes tienen comezón de oír (2 Timoteo 4:3) pueden ganarse un lugar en los corazones de los creyentes jóvenes contándoles sus hazañas y viajes, y haciendo reír a su audiencia con sus chistes. ¡Pero esto no cimentará la sana doctrina en los corazones de los santos! Es un trabajo duro aprender la sana doctrina. Pero es crítico para que la falsa doctrina pueda reconocerse.

De la misma manera en que vivimos en un mundo de pleitos judiciales, los ancianos deben ser sabios en administrar la disciplina necesaria en relación con una enseñanza errónea. Nunca deben pensar: “Esas cosas nunca nos pueden suceder a nosotros”. Mantener anotaciones fechadas de las reuniones, y asegurarse de hacer declaraciones públicas difíciles acerca de las personas involucradas en dificultades doctrinales o morales, poniendo a disposición de todos los miembros en comunión copias de los escritos, es una salvaguarda útil. Las declaraciones acusatorias e incendiarias debieran ser evitadas, y la simple declaración del error y acción consecuente debiera dejarse por escrito, ya que podría convertirse en evidencia en un juicio. ¡Esto les ha sucedido a algunos!

Los ancianos que trabajan como pastores con cariño y gracia, sin dejar de lado su llamado a “sobreveedores” o vigilantes no verán a su asamblea desplomarse por erosión en sus fundamentos, sino que serán un estímulo al crecimiento saludable entre el pueblo de Dios.


Adaptado de APA

 

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