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Protejamos a los ancianos de falsas acusaciones

Cuando Pablo escribi’o su primera carta a Timoteo, las condiciones en la iglesia de Éfeso se habían tornado caóticas y contenciosas debido a las crecientes herejías a tal punto que Pablo se vio obligado a expulsar a dos de los principales instigadores, Himeneo y Alejandro. Él le dijo a Timoteo “a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (1 Tim. 1:20).

La decidida acción de pablo puede sonar ruda a los oídos modernos, pero en realidad era un acto de disciplina amorosa en la iglesia (1 Cor. 5:3-5) que tenía un doble propósito, proteger y restaurar, y esto no ha cambiado en la actualidad:

  • Proteger a la iglesia de herejías doctrinales venenosas que estos hombres estaban fomentando a pesar de la corrección de Pablo.
  • Restaurar a Himeneo y Alejandro al darles la oportunidad de arrepentirse y “aprender a no blasfemar” de Cristo y Su evangelio.

Pablo le había indicado a Timoteo que permaneciera en Éfeso para detener a los falsos maestros y restablecer el orden. En la carta de 1 Timoteo lo autorizó para que actuara como su representante personal. Esto quería decir que, inevitablemente, Timoteo tendría que escuchar las quejas que algunas personas tuvieran contra los ancianos, las cuales, en ocasiones, serían acusaciones graves. Así que después de instruirle de asegurarse de que la iglesia honrara y cuidara a sus ancianos como era debido (1 Tim. 5:17-18), añadió: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” (1 Tim. 5:19-20).

Los líderes suelen ser calumniados

Hoy, al igual que en los tiempos de Pablo, hay personas odiosas, inestables y trastornadas que buscan arruinar a quienes están en posición de autoridad pastoral. Hombres piadosos tales como José, Moisés, David, Jeremías, Nehemías, y Pablo, enfrentaron el amargo aguijón de los falsos acusadores.


Cuanto más diligente y conscientemente un anciano se involucra en los problemas de otros, mayor riesgo tiene de enfrentar falsas acusaciones.


El comentarista bíblico Charles K. Barrett, les recuerda a sus lectores: “Ningún hombre está tan expuesto a murmuración y reproches como el ministro que es fiel en el desempeño de su cargo”.

Cuanto más diligente y conscientemente un anciano se involucra en los problemas de otros, mayor riesgo tiene de enfrentar falsas acusaciones. Si un anciano media en el conflicto marital de una pareja, o disciplina a un destacado miembro de la iglesia, las acusaciones no tardarán en llegar, porque “ellos aborrecieron al reprensor en la puerta de la ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron” (Amós 5:10). Cuando las personas se enojan con sus líderes o sienten heridos sus sentimientos, piensan que tienen el derecho a atacar y decir lo que quieran. Buscan castigar al líder que los ha ofendido.

No aceptes una acusación infundada

Pablo es enfático al instruir a Timoteo que no admita ninguna acusación o cargo contra un anciano a menos que haya testigos que lo confirmen (v. 19). El imperativo en tiempo presente del verbo traducido como “no admitas” (paradechomai) significa no aceptar, o ni siquiera considerar una acusación contra un anciano a menos que haya testigos fiables que testifiquen. Esto le da al anciano el mismo debido proceso que se da a todos los demás. Timoteo debía asegurar una protección legítima para los líderes de la iglesia que enfrentaran acusaciones infundadas de malas acciones o pecado.


“Mientras no conozca los hechos de parte de todos los involucrados, no creo ninguna acusación o relato, así lo digan mis amigos más cercanos”

Alexander Strauch


En el fondo, nos gusta escuchar rumores e historias escandalosas: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas” (Prov. 18:8; cf. 6:16-19; 11:9; 16:28; 17:4-5; 21:23-24; 25:9-10; 26:20-22). Pero los seguidores de Jesús deben ser personas de la verdad. Debemos odiar las acusaciones falsas, los chismes mezquinos, los atractivos rumores y las aventuras escandalosas. Y deberíamos silenciarlos siempre que los escuchemos porque son destructivos para la persona y toda la iglesia.

Buenas personas han visto sus vidas arruinadas por acusaciones infundadas de pecado que parecen nunca desaparecer, aún después que han probado ser falsas. Algunos líderes han dejado el ministerio porque se vieron destruidos por acusaciones falsas e hirientes contra ellos o sus familias. La obra del diablo es crear acusaciones contra el pueblo de Dios, porque él “los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Ap. 12:10) Así que, para esclarecer los hechos, nuestros juicios deben someterse a testigos y evidencias fiables, y no basarse en rumores sin respaldo. 

Debemos poner en práctica el principio de “no hay juicio sin pruebas”. Alexander Strauch dice, “mientras no conozca los hechos de parte de todos los involucrados, no creo ninguna acusación o relato, así lo digan mis amigos más cercanos”. Como dice Proverbios 18: 17 “Justo parece el primero que aboga por su causa; pero viene su adversario, y le descubre” (Prov. 18:5; Deut. 19:15-20; Zac. 8:16).

Haz de esto una práctica en tu vida: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12).

Acusaciones con testigos fiables

La protección contra acusaciones infundadas no indica total inmunidad contra todas las acusaciones. Pablo añade la condición “sino con dos o tres testigos”. Cualquier acusación presentada por dos o tres personas que hayan presenciado el pecado, debe ser atendida, investigada y tratada de forma justa e imparcial. Esta instrucción se basa en principios legales que se encuentran en Deuteronomio 17:6 y 19:15, y también en lo que Jesús enseñó sobre resolución de conflictos entre los creyentes en Mateo 18:

“Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.

No se debe aceptar ninguna acusación de pecado que no pueda verificarse por el testimonio de testigos, pero la que se pueda corroborar con dos o tres testigos debe ser atendida, no se puede descartar o cubrir solo porque el acusado es un líder prominente en la iglesia.

Una reunión para escuchar a los testigos

Aunque es incómodo y toma tiempo, es necesario hacer una investigación justa sobre la acusación. Nunca se debe ocultar el pecado, ni tampoco podemos permitir que la falsa acusación contra una persona inocente siga en pie.

En 1 Tim. 5:20, Pablo trata con los ancianos que han sido hallados culpables por las acusaciones que testigos han hecho contra ellos, “a los que persisten en pecar”, como fue el caso de Himeneo y Alejandro. Este texto da a entender que se han presentado acusaciones contra uno o varios ancianos, y que los testigos han presentado su testimonio. Timoteo y los que trabajaban con él debían reunirse y escuchar a los acusadores y el testimonio para corroborar a los testigos. Así mismo, se debían escuchar las declaraciones del acusado. De esta manera Timoteo, junto con sus compañeros, debían decidir si el acusado era culpable o inocente de la acusación presentada. Aunque Timoteo actuaba como el representante oficial de Pablo, esto no indica que su actuar fuera unilateral en este proceso, sino que lo hacía en cooperación con otros líderes de la iglesia.


Nunca se debe ocultar el pecado, ni tampoco podemos permitir que la falsa acusación a una persona inocente siga en pie.


Siguiendo los pasos de Mateo 18:16, esta reunión debía tenerse únicamente con un grupo pequeño de personas. Asumiendo que la acusación fuera correcta, y que la parte culpable no se arrepintiera ni cambiara ante la confrontación, entonces la instrucción de Pablo en el versículo 17 explica cómo debía proceder ante la situación. No es raro que los líderes de voluntad firme nieguen estar equivocados y se reúsen a arrepentirse, especialmente cuando son hallados culpables de falsa enseñanza.

Pablo no explica lo que podría suceder si el anciano que ha pecado se arrepiente y se humilla ante las acusaciones de pecado. Mucho depende de la naturaleza y gravedad del pecado, la actitud de la parte culpable, y las posibilidades de restitución, perdón y reconciliación.
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Nota: Este artículo es una adaptación del capítulo 16 de la más reciente edición en inglés del libro Liderazgo bíblico de ancianos: Un urgente llamado a restaurar el liderazgo bíblico en las iglesias, el cual próximamente será publicado en español por editorial Portavoz. En las próximas semanas hablaremos acerca de cómo tratar las acusaciones contra los ancianos y cómo ejercer la disciplina en la iglesia con un creyente que no se arrepiente.

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