(Parte 3) – por Jack Spender
Este es el tercer artículo de una serie de cuatro partes sobre el liderazgo en la iglesia. Cuatro preguntas dan dirección a todo el tema. Primero nos preguntamos: “¿Cómo se originó la iglesia?” y concluimos que el Diseñador y la verdadera Cabeza y Líder es el Señor Jesús mismo, y por lo tanto Sus enseñanzas sobre el tema, tanto personales como a través de Sus apóstoles, deben ser respetadas.
En el segundo artículo, nos preguntamos: “¿Existe un modelo claro de liderazgo de la iglesia en el que podamos confiar?” y respondimos con un rotundo “¡Sí!”. El Nuevo Testamento presenta un modelo claro, consistente y aplicable que podemos seguir con confianza.
Ahora llegamos a lo que podría considerarse como una pregunta polémica: “¿Funciona?” Algunos dirán “Sí” y otros dirán “No” y tal vez una respuesta sabia podría ser “sí y no”, dependiendo de lo que se entienda por “funcionar”. ¿Se pueden poner en práctica en la actualidad cosas escritas hace 2000 años? ¿Funcionan todavía? ¿Cuáles son algunos ejemplos?
Antes de continuar, debemos tener en cuenta un par de cosas. En primer lugar, es importante distinguir entre los principios permanentes y sus aplicaciones locales. Esto no siempre es fácil.
En teoría, todos pueden estar de acuerdo con las doctrinas, y la mayoría estaría de acuerdo en respetar las diferencias de práctica en asuntos menores, pero es en esas áreas intermedias, que algunos llaman “secundarias” o “zonas grises”, donde pueden surgir problemas. Se necesitan sabiduría y gracia.
En segundo lugar, en estas últimas áreas hacemos todo lo posible por no tomar una “posición”, sino que, presentando la verdad y la enseñanza bíblica, queremos proporcionar recursos para que los ancianos de la iglesia decidan. Como siempre, sugerimos que las posiciones adoptadas se basen en principios bíblicos en lugar de tradiciones desgastadas por el tiempo, que quienes lideran busquen llegar a una unidad de mente, y que haya una comunicación clara y cortés con la iglesia.
Dado que estamos tratando asuntos espirituales, un buen punto de partida es examinar nuestro corazón delante del Señor. ¿Buscamos una “solución rápida” o estamos dispuestos a ir a la raíz del problema?
Dos pasajes en Hechos de los apóstoles arrojan luz sobre cómo procedían los lideres de la iglesia primitiva cuando sentían la necesidad de orientación. Consideremos los versículos iniciales de Hechos 6 y Hechos 13. En la iglesia de Jerusalén (Hechos 6), los apóstoles sabían que no debían dejar las prioridades esenciales del liderazgo -el ministerio de la palabra y la oración- para ocuparse de los problemas temporales, por lo que delegaron esos asuntos en otros. En la iglesia gentil de Antioquia (Hechos 13), hombres calificados ministraban al Señor y ayunaban, presumiblemente buscando guía para los próximos pasos. Ministrar al Señor, entonces, significaba pasar tiempo en las Escrituras, y el ayuno sugiere un enfoque ferviente y serio en la oración y el estudio. ¡La palabra “ministrar” nos recuerda que involucra trabajo!
Entonces, aquí hay algunas preguntas para examinar el corazón: ¿Realmente creemos que Cristo es la Cabeza y el Líder de nuestra asamblea? ¿Dependemos de Él para recibir dirección? ¿Estamos dispuestos a trabajar duro y, posiblemente, hacer algún sacrificio para descubrir la mente de Cristo y llegar a un acuerdo (ver Hechos 15:25 en griego)? ¿O nos hemos acostumbrado a “iniciar las reuniones con oración” y luego continuar con los asuntos como de costumbre? Estos podrían ser algunos temas de discusión fructíferos para nuestro equipo de liderazgo. Tener corazones fieles no significa que seamos perfectos en estas áreas, solo que estamos dispuestos a hablar de ellas entre nosotros y con el Señor.
Una vez que estamos seguros de que el Señor preside nuestras reuniones y de que nuestro trabajo principal es escucharlo, podemos pasar a los asuntos prácticos que necesitan un buen liderazgo. La siguiente lista solo se ofrece para sugerir algunas áreas importantes que los ancianos podrían estudiar, orar y analizar. Las agruparé bajo cuatro encabezados: 1) El equipo de liderazgo; 2) Los valores fundamentales de la asamblea; 3) La proyección de futuros líderes y 4) El liderazgo pastoral.
La elección de estas palabras es intencional. Según Hechos 13:1, el Señor reveló el siguiente paso a hombres dotados que acostumbraban a reunirse. ¿Eran ancianos? No lo sabemos, pero es un buen recordatorio de que el Señor usa tanto los dones espirituales como a los encargados para dirigir la asamblea, y cuando estos no trabajan juntos en armonía, la asamblea sufre.
En segundo lugar, ¿cuál es nuestra interpretación de Hechos 20:28: “Por tanto, mirad por vosotros mismos, y por todo el rebaño…” ¿Apartamos tiempo regularmente para cuidar a los miembros de nuestro grupo, o nos sumergimos en la agenda, sin preocupamos ni orar unos por otros? Uno piensa en el comentario que se escucha a menudo: “De la manera en que se conduzca el liderazgo, así se conducirá la iglesia”.
¿Cuán precisa es nuestra comprensión de las verdaderas características de una iglesia que busca seguir el modelo que vemos en el Nuevo Testamento? ¿Podemos hacer la distinción entre los principios eternos de aquellas que son tradiciones con las que nos sentimos cómodos? ¿Podemos explicar cuidadosamente a quienes nos preguntan, mostrando con las Escrituras cómo honramos la centralidad del Señor Jesús en la iglesia; qué significa “el sacerdocio de todos los creyentes”; por qué tenemos ancianos; por qué creemos que “pastor” es uno de los muchos dones espirituales y no un título profesional, etc.? Si los ancianos no pueden hacer esto con claridad y gracia, ¿quién lo hará? ¿No es este un buen tema de estudio para cuando dedican tiempo a estudiar la Palabra? Una vez que los líderes tengan convicciones acerca de estos asuntos, ¿no proporcionaría esto un excelente material para algunas enseñanzas desde la plataforma como parte del equipamiento de los santos (Efesios 4:12)?
Es cierto que el Señor levanta ancianos, pero también es cierto que espera que planifiquemos y proveamos para ellos. Después de todo, el Señor es quien levanta los adultos, ¡pero nosotros nos esforzamos mucho para capacitar a nuestros niños!
En el pasaje de Hechos 6, mencionado anteriormente, los apóstoles siguieron un plan interesante para resolver un problema. Esto bien podría servimos de modelo hoy. No negaron el problema, sino que lo reconocieron. Conocían sus prioridades y se mantuvieron firmes a ellas, involucraron a la iglesia en la búsqueda de siervos capaces, proporcionaron criterios sabios para que la gente los siguiera en su búsqueda y no controlaron los detalles del proceso. Luego dieron a los jóvenes escogidos la autoridad necesaria para funcionar. No es de extrañar que el versículo que resume el resultado sea tan positivo: “Y la palabra de Dios crecía y el número de los discípulos se multiplicaba…”
La labor de pastor en la asamblea no puede ser solo en torno a problemas. Debe dar alta prioridad a generar un ambiente de amor, a capacitar a la próxima generación, a ser sensible a las necesidades y esperanzas de los padres jóvenes mientras crían a la próxima generación de lideres. Escucharlos, ayudarlos en tiempos difíciles e incluso el uso de los fondos de la asamblea para atender necesidades rendirá beneficios sustanciales en el futuro. Y como “el tiempo vuela”, eso puede suceder más rápidamente de lo que pensamos.
Nuestro cuarto tema es de suma importancia: “¿Cómo debemos cuidar del rebaño de Dios?”. Dedicaremos el último artículo de esta serie a ello. ¿Está funcionando? Hay evidencias de esto en todo el mundo. Tal vez la verdadera pregunta sea: “¿Lo estamos siguiendo?”
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