Blog

REFLEXIONES SOBRE TITO – PARTE 5: LA DOCTRINA CORRECTA

por Chuck Gianotti

 

En nuestro blog de hoy estaremos considerando lo que Pablo instruye a Tito acerca de la sana doctrina.

Pablo escribe directamente a su joven sustituto, Tito: “Tú, en cambio, predica lo que va de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1). El mismo Tito, que había sido entrenado por el respetable apóstol, y que lo había respaldado al enfrentar a los judaizantes “de Santiago” en Jerusalén (Gálatas 2:3, 12), ¡tuvo que ser desafiado a mantenerse firme!

Dos implicaciones

 

En primer lugar, si Tito necesitaba ser amonestado en cuanto a la sana doctrina, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros hoy? En segundo lugar, guardarse de las falsas doctrinas implica primeramente guardarse uno mismo de descuidar la sana doctrina. Pablo se impuso un alto estándar en este aspecto (ver Gálatas 1:8, 1 Corintios 9:27). Esto requiere humildad para reconocer que ninguno de nosotros está exento de este riesgo en el ministerio. ¿No es ésta la enseñanza de 1 Corintios 10:11? Pablo no está hablando de forma casual cuando les dice a los ancianos de Éfeso, “mirad por vosotros…” antes de decir “y por todo el rebaño…” (Hechos 20:28).Ahora bien, la dificultad surge del hecho de que a menudo somos confrontados con situaciones y enseñanzas que probablemente no coinciden exactamente con las situaciones abordadas en los escritos apostólicos. Pablo había enseñado mucho a Tito, pero este joven necesitaba informarse debidamente cuando surgían nuevas situaciones que Pablo no había abordado. Y esto es absolutamente esencial: las enseñanzas de Tito debían estar de acuerdo con la “sana doctrina”. Si así no fuera, entonces esa enseñanza debía ser rechazada. Esto sigue siendo igual en la actualidad.

Por ejemplo, la Biblia no explica con precisión cómo las siguientes dos enseñanzas bíblicas pueden ambas ser verdaderas: la soberanía de Dios y la culpabilidad de los humanos (es decir, la enseñanza de que los humanos son responsables por sus elecciones). Tampoco contiene una enseñanza acerca de cómo un empleado debiera responder a un empleador injusto. Debemos razonar a partir de lo que las Escrituras efectivamente dicen, y cómo se aplica a las situaciones e interrogantes del presente. Y ahí es donde a menudo surgen las dificultades. En algunos casos, las ramificaciones son enormes y tienen efecto en muchas áreas de la vida cristiana; y consecuentemente los debates son mucho más significativos porque la gravedad del error aumenta en forma exponencial. Es sabio el hombre que puede discernir entre lo que realmente es importante y lo que no lo es.

La palabra “sana” puede implicar “saludable” (Lucas 5:31) o “segura” (Lucas 15:27). Pablo utilizó esta palabra varias veces en las epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) en relación con la doctrina, las palabras, la enseñanza y a la fe. La comunicación espiritualmente saludable de la verdad es esencial para el líder del pueblo de Dios; debe ser fiel a la enseñanza apostólica.

Mi objetivo en este momento no es resolver estos temas mencionados anteriormente sino examinar cómo Tito, y nosotros hoy, debiéramos encararlos. Puesto que ya no tenemos la capacidad de pedirle aclaraciones directamente a Pablo, debemos comenzar por comprender con precisión lo que él y los otros escritores de las Escrituras escribieron. Por definición, la enseñanza apostólica es lo que define la sana doctrina. La iglesia primitiva perseveraba en las enseñanzas de los apóstoles (Hechos 2:42), quienes eran los testigos oficiales acreditados (Hechos 1:6, 2 Timoteo 3:15-16), pero, también enseñaban algunas cosas que Jesús nunca mencionó en sus días “en la carne” (ver por ejemplo en 1 Corintios 7:12). Pero sus enseñanzas no eran contrarias a Cristo, eran seguras y saludables porque se ajustaba a las enseñanzas de Cristo. De la misma forma, nuestra enseñanza puede ser considerada segura y saludable cuando se ajusta a lo que ya está establecido en las Escrituras.

Evitando la mentalidad “intermitente”

 

Así que, en términos prácticos, debemos estudiar con diligencia para conocer más que solo la superficie de lo que dice la Palabra, debemos llegar a conocerla verdaderamente. C.S. Lewis utilizó esta ilustración: imagina que le pides a alguien que determine si las luces de señalización de un automóvil funcionan, y la persona responde: “funcionan, no funcionan, funcionan, no funcionan…” Técnicamente esa persona tiene razón: las luces alternan entre encenderse y apagarse. Sin embargo, no está uniendo la verdad de estas dos partes de la información para generar una comprensión completa. Las luces intermitentes por supuesto que estaban funcionando.

Con la doctrina debemos avanzar más allá del nivel de interpretación de “la luz intermitente que enciende y apaga”, lo cual nos lleva a un movimiento pendular donde se enfatiza una verdad a costa de descuidar otra. Y es aquí donde a menudo surgen las falsas doctrinas. Si no estamos debidamente preparados, podemos terminar fomentando, por descuido, una falsa doctrina al llevar el denominado péndulo al extremo opuesto, y hacer excesivo énfasis en otra verdad al intentar protegernos contra la falsa enseñanza original. Ambas oscilaciones pendulares producen daño cuando ninguna se ajusta a la sana doctrina de las Escrituras. Cuando alguien conoce verdaderamente la Palabra de Dios, puede percibir el panorama general (“sí, las luces intermitentes funcionan bien”), y hacer inferencias legítimas y equilibradas.

Aquí es donde se producen tantas diferencias doctrinales; el desacuerdo en cómo interpretar correctamente y ensamblar el significado de distintas partes de las Escrituras en un todo mayor. Llegar a sobrepasar la “luz encendida / apagada” para ver lo que Dios en realidad dice. Aquí es donde muy a menudo no estamos de acuerdo, y podemos presentar versículos como evidencia que apoyan la parte “encendida ” y otros que respaldan la parte “apagada”. Y esto suele conducir a un enfoque legalista, rígido y selectivo de las Escrituras; en otras palabras, puede conducir a una falsa doctrina, por descuido.

Conozca la Palabra

 

En mi opinión, lo mejor que podemos hacer ante este dilema, es comprometernos, a una dependencia humilde del Espíritu Santo, a un estudio integral, envolvente y totalmente involucrado de la Palabra, Sometiéndonos por completo a su autoridad. La Palabra debe saturarnos exhaustivamente, penetrando cada rincón y ángulo de nuestras vidas. Debemos permitir que nuestras almas se impregnen en ella, se empapen. Nuestras mentes deben renovarse y transformarse por ella. En ese momento, y sólo entonces, podemos comenzar a pensar y razonar bíblicamente más allá de la mentalidad intermitente.

Use correctamente la palabra

 

Debemos aprender a razonar, a “inferir” de las Escrituras. Por ejemplo, como ya lo hemos mencionado, la Palabra nos dice que los esclavos “obedezcan a sus amos terrenales” (Efesios 6:5). Este versículo no me habla directamente a mí, a menos que yo sea un esclavo. Sin embargo, podemos inferir una serie de cosas como si “por así decirlo” leyésemos entre líneas. Nos preguntamos: “¿Hay principios aquí que pueden aplicarse hoy en día?” La respuesta es sí, pero debemos estar totalmente conscientes de lo que estamos haciendo; es decir, estamos infiriendo. El concepto de ser sumiso a quienes están en autoridad sobre nosotros está presente en este pasaje. Seguidamente podríamos razonar que, si en el peor escenario de las relaciones humanas el cristianismo le dice al esclavo que, a pesar de su condición de esclavitud, es posible vivir como Cristo (“como al Señor”), entonces es totalmente posible vivir como Cristo en cualquier tipo de relación autoritaria. Esto es una inferencia. La Biblia nunca habla específicamente acerca de una relación empleador-empleado. Pero, podemos utilizar la enseñanza al esclavo y aplicarla al empleado. Esto es consistente y se adapta bien con la sólida enseñanza reconocida.

El error surge cuando leemos “incorporando” a las Escrituras lo que no está ahí, donde nuestras inferencias son forzadas y no “se ajustan” a la sana doctrina, o nos hacen negar o diluir otras enseñanzas bíblicas. Es verdad, podemos aferrarnos a cosas que concuerdan con la iglesia, la denominación o el movimiento al que pertenezcamos. Incluso podemos argumentar que somos influenciados por otros, como el hombre que con soberbia dice: “Nunca me dejo enseñar por ningún hombre, sólo por la Palabra de Dios”. Pero todos somos capaces y estamos propensos a las falsas enseñanzas.

Preguntas prácticas

 

Entonces ¿cómo podemos cuidarnos para hablar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” y que nuestras inferencias y razonamiento sean válidos? Aquí hay algunas cosas para considerar:

  1. ¿Estoy estudiando las Escrituras para ver lo que realmente dicen, o abordo las Escrituras para encontrar textos como prueba para ganar un debate con alguien?
  2. ¿Realmente estoy escudriñando las Escrituras como hacían los de Berea, o solo estoy imitando cosas que escuché tiempo atrás?
  3. ¿Soy lo suficientemente humilde para admitir que estoy equivocado cuando se me lo demuestra en las Escrituras? El orgullo es una cosa terrible, según entiendo, es la causa principal de la enseñanza falsa.
  4. ¿Estoy buscando ser único? ¿Siento muchos deseos de escuchar elogios como: “estuviste muy bien, no había escuchado eso antes”?
  5. ¿Mi objetivo en la enseñanza y la predicación es convencerme a mí mismo y a otros acerca de mi significado, o es genuinamente ayudar a otros comprender la Palabra de Dios?
  6. ¿Soy incisivo con la “menta y el eneldo”, engañándome a mí mismo y a otros pensando que ésta es enseñanza profunda, cuando las cosas de mayor peso son pasadas por alto?
  7. ¿Estoy enarbolando una interpretación en particular acerca de uno o dos versículos y resaltándolos frente a todas las Escrituras que tratan un asunto en particular?
  8. ¿Cómo grupo de ancianos, estamos enseñando todo el consejo de Dios, o estamos reiteradamente enseñando los mismos temas una y otra vez, combatiendo las mismas luchas como lo hacíamos hace 30 años atrás?
  9. ¿Existen temas tabúes que evitamos porque son muy controversiales o nos sentimos mal capacitados para administrar?
  10. ¿Hay alguien de mi confianza a quien rinda cuentas y a su vez tenga libertad para cuestionar mi enseñanza en amor?

Tal vez tengas otras o mejores preguntas que plantearte. La realidad de todo esto es que, como ancianos, debemos cuestionarnos constantemente para asegurarnos que sólo enseñemos “lo que está de acuerdo con la sana doctrina”.

___
Adaptado de APA

Leave a reply

0
    Carrito
    Tu carrito está vacíoVolver a la tienda