Cualquiera que sirva como anciano de una iglesia probablemente ha llegado a comprender la sabiduría de Dios al proveer una pluralidad de hombres para que compartan la carga de trabajo. El liderazgo bíblico de la iglesia no hace referencia a varios individuos “haciendo cada uno lo suyo”, sino al desarrollo de un equipo que trabaja unido mientras se respetan los distintos dones y habilidades de cada uno. Y este proceso de constitución del equipo no se da simplemente porque hay hombres trabajando en la misma iglesia. Las recordadas palabras de Pablo a los ancianos en Éfeso: “mirad por vosotros, y por todo el rebaño (de Dios)…” (Hechos 20:28) nos recuerdan que los ancianos deben cuidarse unos a otros como hermanos antes de poder pastorear efectivamente el pueblo de Dios. Esto implica compartir tiempo de calidad juntos, a menudo en la forma de una reunión de ancianos.
Las necesidades de la gente y las presiones de tiempo
Las Escrituras nos dicen que debemos redimir el tiempo porque los días son malos (Efesios 5:16). No es una exageración concluir que a medida que los días se tornen más malos, las presiones de tiempo se incrementarán. Pablo captó bien la idea cuando escribió: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…” (Romanos 8:22). Las necesidades de la gente y de las familias hoy son asombrosas. ¿Cómo puede un hombre mantenerse a la altura de las demandas de su propia vida familiar, su empleo, la necesidad de un apropiado ejercicio y descanso, y todavía tener tiempo para cuidar de la grey de Dios? Obviamente, es crítica la buena mayordomía del tiempo. El tiempo es un recurso precioso; un don de la gracia de Dios; demasiado precioso como para malgastar. En consecuencia, cuando los ancianos se reúnen para tratar las necesidades de la iglesia, es importante utilizar el tiempo de la mejor manera.
Respetar las diferencias
Para comenzar, debemos reconocer que las iglesias locales difieren mucho en tamaño y forma. Algunas están situadas en ciudades, otras en zonas rurales. Algunas son enormes, otras son pequeñas. Algunas existen en países hostiles al evangelio; otras pueden adorar con libertad. Existen grandes diferencias en la gama de edades, las oportunidades para el ministerio y la esfera de acción, y una variedad de dones disponibles y recursos. Además, existen estilos de liderazgo ampliamente diferenciados. A algunos hombres les gusta un estilo informal; otros prefieren una practicidad más conservadora. Obviamente, las Escrituras no dan instrucciones detalladas de cómo los ancianos deben reunirse o cómo deben tratar las necesidades de su rebaño en particular. Pero podemos discernir algunos principios en el Nuevo Testamento que se recomiendan al creyente reflexivo como claramente importantes para los líderes.
Prioridades para la reunión de ancianos
En una visión general, existen al menos tres prioridades de tiempos para una buena reunión de ancianos; tiempo con el Señor, tiempo para el equipo, y tiempo para la grey. Los líderes de la iglesia primitiva, los apóstoles, eran cuidadosos de dedicar tiempo a los tres, y se discierne una prioridad de importancia en lo registrado.
Primero, tiempo con el Señor
Es fácil ver la conexión entre el tremendo crecimiento de la iglesia primitiva y el principal lugar otorgado por los apóstoles a la comunión con el Señor como Cabeza de la iglesia. ¿Quién no ha meditado las palabras en Hechos 6, “Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”? (v. 4). ¿O lo consignado en Hechos 13:2: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando…”? Está claro que los apóstoles vivían y trabajaban con un fuerte sentido de la presencia del Señor resucitado en medio de ellos, y evidentemente dependían de Él para la guía y dirección en todo.
Los ancianos hoy en día harían bien en tomar nota de esto. Muy a menudo la reunión de ancianos “se abre con oración”, y luego los asuntos a considerar consumen el resto del tiempo. ¡Aquellos que han dedicado tiempo sustancial a la oración y a la meditación en la Palabra pueden atestiguar de la manera maravillosa en que la Cabeza todavía puede dirigir la reunión y guiar a su iglesia! En todas nuestras decisiones, deberíamos desear poder decir: “ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros…” (Hechos 15:28). Pero el Señor, como un verdadero Caballero, nunca ejercerá fuerza para tener el lugar de preeminencia. Es nuestra responsabilidad y privilegio darle a él ese lugar, cada vez que nos reunimos.
Segundo, tiempo para el equipo
Debe haber tiempo para que los hermanos que conforman el equipo de liderazgo ministren unos a otros. ¡Esto no es tiempo malgastado! Cualquier hermano que está agobiado por problemas y descorazonado no será un anciano efectivo por más que la agenda sea apremiante. Soportando las cargas los unos de los otros no es una opción. Es la única forma en que podemos cumplir la ley de Cristo (Gálatas 6:2) ¿Cómo puede esto llegar a ser práctico?
Pasar el tiempo juntos en la Palabra y la oración no sólo permite que el Señor revele su voluntad acerca de nuestras decisiones en la iglesia, sino que también abre el camino para que Él nos haga más transparentes con respecto a nuestro caminar y nuestras relaciones. Tal vez por esta razón algunos se inquietan en las reuniones con los momentos dedicados a compartir experiencias. Pero los ancianos sabios harán exactamente lo que está escrito, es decir, “prestar atención” a los hermanos que se reúnen para ver si se necesita la oración o el ministerio de consolación o la exhortación o tal vez simplemente escuchar.
De cualquier modo, ésta es una preciosa oportunidad para seguir el ejemplo del Señor Jesús en el aposento alto al ministrar a las necesidades de los suyos antes de ir a la Cruz. Habiéndonos preocupado el uno por el otro, ahora podemos dirigir nuestra atención a las necesidades de la iglesia.
Tercero, tiempo para la grey
¡Cuánto podría escribirse aquí! Las necesidades parecen ser interminables. Ni bien logramos resolver un problema que el diablo nos arroja una nueva docena de ellos en nuestro camino. Pero la Palabra es nuestro fiel recurso. A fin de ser breves, permítame simplemente listar algunos temas que han traído bendición.
Confíe en sus diáconos. A fin de evitar que los ancianos se conviertan ante todo en gerentes administrativos y tomadores de decisión, el Señor ha dado la bendición de los diáconos. De acuerdo al prototipo de Hechos 6 estos son hombres que pueden aliviar a los ancianos siendo sus asistentes en asuntos temporales, especialmente en las finanzas.
Considere una reunión de hombres. Algunas asambleas han encontrado bendición en que regularmente los hombres de la asamblea se reúnan y trabajen juntos acerca de algunas decisiones de la iglesia.
Hay un viejo dicho: “trabaje con sus Timoteos”. Es muy fácil estar combatiendo pequeños incendios y emplear grandes porciones de tiempo con gente y familias atribuladas y descuidar los siervos. Los hombres más jóvenes deben ser discipulados y alentados a asumir responsabilidades.
Mantenga el énfasis en lo positivo lo más posible. ¿Cuáles son las cosas buenas que el Señor ha realizado últimamente? ¿Dónde existen oportunidades y puertas abiertas? ¿En qué áreas podemos avanzar?
Dedique tiempo de calidad a la alimentación de la grey y al pastoreo de las familias de la iglesia. Nunca permita que los asuntos administrativos pongan en peligro esta tarea importante.
Trate los asuntos difíciles lo más rápido posible; no permita que se agranden y dañen a la iglesia.
Aproveche la ayuda disponible en los distintos dones dentro de la iglesia. Los ancianos sabios no esperarán que todas las necesidades sean atendidas solamente por los ancianos; otros hombres, hermanas, y los jóvenes tienen mucho que ofrecer.
En conclusión
En diversas ocasiones he escuchado la expresión: “De la manera en que se desenvuelve el liderazgo, así se desenvuelve la iglesia”. Las Escrituras lo exponen, la experiencia lo afirma, la gente lo sabe (y habla de ello); ¿por qué no aceptar esta verdad y pedirle al Señor que nos ayude en nuestras reuniones acerca del cuidado de su iglesia? Qué alegría le produce al Señor ver que sus siervos le dedican a él uno de los más grandes capitales: el sabio uso del tiempo, presidiéndolo El mismo.
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