La iglesia hoy tiene gran necesidad de verdaderos pastores. A medida que aumenta el conocimiento, existe una mayor abundancia de maestros. A medida que el mundo se vuelve más complejo, los líderes de las iglesias se ven presionados a asumir el papel de ejecutivos. ¿Pero dónde están los pastores, los hombres cuyo primer amor es cuidar las ovejas de Dios? Las Escrituras son claras al decir que el mundo es un lugar peligroso, que las personas son como ovejas, y que las ovejas se descarrían fácilmente. Parecería que los pastores escasean.
Hoy, muchas iglesias contratan un hombre, pagándole para que sea el “pastor”, pero en realidad, la labor que realiza es simplemente la del administrador de la iglesia que lo contrató. ¿Cómo se puede suplir la necesidad de pastores en una asamblea que procura seguir las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca del liderazgo de la iglesia? ¿Dónde podemos encontrar pastores genuinos, con un corazón como el del mismo Señor Jesús?
La provisión de Dios
En primer lugar, lo ideal es que los pastores deberían provenir de la misma congregación y que su preparación en gran medida sea cuestión del corazón. Dios desarrolla el corazón de pastor en creyentes comunes, y Él los entrega a la iglesia como ancianos y siervos. Equiparlos en una escuela o mediante la mentoría de un hermano mayor, tiene mucho valor, pero estos esfuerzos no sustituyen el trabajo invisible forjado en los lugares secretos del corazón con el paso del tiempo, producido por el Espíritu de Dios mediante las pruebas y las dificultades de la vida a medida que se procura amar a los hermanos y cuidar de ellos.
¿Qué estímulo podemos darles a los hombres más jóvenes que sienten un deseo creciente de compartir esta gran tarea? Probablemente la sugerencia más útil sería que consideren el corazón y ministerio pastoral del mismo Señor Jesús. Su invitación: “Venid a mí… Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:28-29). ¡Qué privilegio es tomar su yugo, y ser enseñado por él!
A menudo se ha señalado que hay tres hermosos títulos de pastor adjudicados al Señor Jesús en el Nuevo Testamento: el Buen Pastor, el Gran Pastor, y el Príncipe de los pastores. La meditación sobre estos pasajes proveerá lecciones útiles para aquellos que desean que el Señor produzca en ellos el corazón de un pastor.
El Buen Pastor
Juan registra las palabras del Señor Jesús concernientes al Buen Pastor en Juan 10: Él es quien está dispuesto dar la vida por sus ovejas. La idea opuesta es la de un mal pastor o un pastor maligno, evidentemente, esto se refiere a la motivación del corazón de un mal pastor cuyo interés primordial es su beneficio y seguridad personal.
Hace poco escuché acerca de un grupo que había despedido a su pastor. Es lamentable que tuviesen sólo uno, y triste que lo hayan contratado y luego hayan tenido que despedirlo, pero así fue el informe. Su reacción fue de enojo y tuvo actitudes de venganza por haber perdido su posición y salario. Sin embargo, mucho mejor habría sido si él hubiese dicho: “Ustedes pueden hacer cómo les parezca conveniente, pero yo debo cuidar de las ovejas y Dios cuidará de mí”.
Su reacción de venganza dio a entender que su actitud era la de un “asalariado” entre la grey.
Así que un buen pastor tiene una motivación correcta: hacer la voluntad del Dueño del rebaño, y tener la voluntad de sacrificarse por las ovejas según las necesidades. Esto es muy práctico. Nos desafía a realizar un continuo “examen de corazón” acerca del motivo por el cual hacemos lo que hacemos. Las noches largas, visitas o reuniones difíciles, el trabajo estudiando la Palabra y la doctrina, no son siempre reconocidos por los demás. Pero el Señor ve el corazón y bendice a su siervo a lo largo del tiempo. Recuerda que el asalariado también limita su trabajo a cierta cantidad de tiempo. Pero tan pronto surge la crisis, huye. Tiene una motivación incorrecta, y esto nunca producirá un corazón de pastor.
El Gran Pastor
El escritor a los Hebreos habla acerca del Gran Pastor en Hebreos 13: 20-21. Éste es el Señor Jesús resucitado de los muertos y viviendo para perfeccionar a su pueblo. La palabra clave a lo largo de Hebreos es “mejor” o “mayor”. Una vez más, la idea opuesta es menor o inferior.
De inmediato surge una pregunta: ¿Quién recibe el mérito, los elogios por todo el logro en el cuidado de las ovejas? Aunque hay mucha debilidad y los siervos de Dios están “rodeados de debilidad”, Él se complace en obrar a través de ellos para cumplir su voluntad, y promete que su fortaleza se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9).
Aquí entonces, surge una segunda motivación a tener en cuenta: ¿quién es “el Supremo” en el pensamiento de las ovejas? ¿Es el Señor, el Gran Pastor o el hermano equipado? Al pasar tiempo con el Señor, siendo honestos con Él acerca de nuestras debilidades y errores, y al ver cómo bendice nuestras tareas, se nos recuerda constantemente de “alabar al Señor por sus maravillosas obras para los hijos de los hombres” como se menciona a menudo en los Salmos.
El Príncipe de los pastores
Pedro hace referencia al Príncipe de los Pastores en 1 Pedro 5: 4. Dado que este pasaje está dirigido directamente a los ancianos, merece un énfasis especial. Se refiere a un día venidero cuando el Príncipe o Principal Pastor, el mismo Señor Jesús, recompense a sus siervos. Una de las características del trabajo de éstos está descrita por Pedro en el pasaje. Deben abstenerse de enseñorearse “sobre los que están a vuestro cuidado”, o sea, la grey. Es decir, no compiten con el Señor por el poder y la autoridad. Su palabra se mantiene claramente presente: “…uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:8).
En consecuencia, todos aquellos que deban cuidar del pueblo de Dios deben sobreponerse a la inclinación natural por la ambición y el poder. Reiteradamente el Señor advirtió acerca de esto: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo 20: 25-27).
A pesar de que la expresión “pastores bajo órdenes” no se encuentra en La Biblia, es bueno recordar que los verdaderos pastores no son dictadores u hombres que no deben rendir cuentas, sino que trabajan bajo la autoridad del Príncipe de los pastores y no lo desearían hacer de otra manera. Recientemente escuché a un hombre que les dijo a sus colegas ancianos: “Somos ancianos, podemos hacer lo que queramos en la iglesia”. ¡Está equivocado! La autoridad de los ancianos es respaldada por el Señor solamente mientras promuevan y defiendan su Palabra y pastoreen correctamente a su pueblo.
Así que hay una tercera motivación como respuesta para los pastores: ¿Cuáles son mis verdaderos pensamientos acerca del poder y autoridad entre el pueblo de Dios? ¿Deseo controlar a la gente, o de veras deseo que Él sea “el Señor sobre todo”?
Conclusión
La obra de pastor no es una profesión que se elige. Es un modo de vida que surge de lo más profundo del ser. En realidad, es una respuesta de amor al Amo que una vez dijo: “¿Me amas? Alimenta (pastorea) mis ovejas” (Juan 21: 16). A menudo el desarrollo del corazón de pastor demandará muchos años de trabajo esforzado y situaciones de prueba. Pero vigilar de cerca los motivos del corazón para asegurarnos que estamos buscando la gloria del Señor y el bien eternal de su pueblo nos garantizará mantenernos en la senda correcta.
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